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Un hombre en Texas pierde más de la mitad de sus 225 kilos en tres años

Ryan McDonald bajó 136 kilos con una combinación de dieta, ejercicio y voluntad, y superó una obesidad mórbida que puso en riesgo su vida
lun 29 julio 2013 04:33 PM

Sus amigos y familiares solían describirlo como un "osito de peluche": carismático, amable y modesto.

La descripción de Ryan Mac McDonald era precisa: el exjugador colegial de futbol americano pesaba lo mismo que un pequeño oso en el año 2000, cuando sus amigos le regalaron una membresía al gimnasio para su cumpleaños 25. Para no parecer desagradecido, Mac fue a intentar bajar de peso y un entrenador personal rápidamente lo puso a correr en la cinta.

Mac, ahora de 38 años, empezó a ejercitarse enseguida, pero no pasó mucho antes de que descubriera que el aparato lanzaba humo. El entrenador intentó explicarle que la cinta era vieja e invitó a Mac a utilizar una más moderna.

Obedientemente, Mac pasó a otra cinta. Unos diez minutos después, la misma historia: humo debajo de la máquina.

“Fue una razón suficiente para no volver a utilizar una cinta”, dice. “Esa fue otra de mis excusas”.

Antes de volver a pisar un gimnasio, Mac llegó a pesar más de 225 kilos y sufrió una enfermedad que puso en riesgo su vida. Sin embargo, cuando tomó la decisión de cambiar su estilo de vida, bajó 136 kilos en tres años.

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“Nunca dejó de subir de peso”

Midiendo 1.83 metros de altura, Mac fue siempre un hombre grandote, dice su mejor amigo, Tim Scrivner, dueño del gimnasio Fieldhouse Fitness Center y Jailbreak, una compañía que organiza carreras en Texas.

Ambos se conocieron durante la escuela secundaria en la Liberty Christian School. “Éramos compañeros en el equipo de futbol americano”, recuerda Scrivner.

En aquel tiempo, Mac pesaba entre 118 y 125 kilos y llegó a ser elegido como uno de los mejores jugadores del estado. Jugó un año en la universidad y luego abandonó el deporte.

“El futbol americano no era su vida”, asegura Scrivner. “Su personalidad era la de un hombre grande y amable querido por todos”.

Mac se mudó a la granja familiar cerca de Wichita Falls, en Texas. Allí, la gente pronto comenzó a percibir que el hombre subía rápidamente de peso. Su hermano menor Clint recuerda haberlo visitado y ver una pequeña nevera junto a su sillón en la sala. “Creo que nunca dejó de subir de peso”, dice Clint.

Mac pesaba unos 160 kilos y estudiaba en la Universidad Midwestern State en 1996 cuando conoció a la mujer que se convertiría en su esposa, Jessica McDonald.

“Recuerdo decirle a una amiga que no quería nada serio con él porque tenía varios objetivos en mi vida y él no era muy saludable”, dice Jessica.

Pero Mac logró conquistarla con su caballerosidad y carisma.

La relación, sin embargo, no cambió los hábitos alimenticios de Mac. La comida chatarra siguió contribuyendo en su aumento de peso y las salidas a restaurantes de comida rápida eran una constante.

Jessica recuerda unas vacaciones en Asheville, Carolina del Norte, en las que recorrió sola los fantásticos jardines de una mansión porque a Mac ya le daba vergüenza ser visto en público.

“La gente se quedaba mirándolo”, dice. “Él veía el mundo desde el asiento de su carro”.

En noviembre de 2009, Mac vio el mundo desde la cama de un hospital cuando una fascitis necrotizante —una bacteria que se alimenta del tejido— atacó la parte izquierda de su cuerpo.

La infección estaba peligrosamente cerca de su corazón, lo que obligó a los doctores a quitar pedazos de tejidos infectados del tamaño de pelotas de béisbol.

Mac intentó tomarse con tranquilidad lo ocurrido, pero la situación lo asustó mucho. No quería morir.

El método de Mac

Un año después, la balanza marcó 240 kilos y Mac se dio cuenta de que debía intentar bajar de peso.

“Pensé entonces: ‘Si voy a hacer esto, voy a hacerlo paso a paso. Pero más vale que haga algo antes de perder a mi familia por una muerte prematura’”, recuerda.

Mac empezó a ir al gimnasio de Scrivner. Luego abandonó  la comida chatarra  y los bufés libres. Después dejó los refrescos. Finalmente, comenzó a comprar comida saludable en el mercado.

Lee: ¿Adicto al refresco? Cinco tips para superarlo  

Su estrategia le permitió bajar de peso sin someterse a una cirugía de cinturón gástrico o contratar a un nutricionista.

“Fue simple, pero no fue fácil”, dice Mac. “Sabía que tenía que cambiar porque estaba cansado de no poder hacer todo lo que quisiera”.

Scrivner dice que cuando Mac empezó el gimnasio, les pedía a otros miembros que no le dijeran nada a su amigo.

“Lo perseguimos tanto durante años”, sostiene. “Todos nos aguantábamos de decirle algo y tan solo esperábamos que no abandonara el gimnasio”.

Cuando Mac perdió unos 20 kilos, Scrivner se le acercó y le preguntó si quería participar de una carrera de obstáculos de tres millas.

Mac prometió continuar ejercitándose y participar del evento de Jailbreak. Fiel a su palabra, compitió en la carrera pesando 160 kilos.

“Sabía que quería completarla”, dice Mac. “Recuerdo mi euforia al cruzar la meta”.

Desde entonces, ha participado en carreras de 5 y 10 kilómetros, ha corrido una media maratón, un duatlón y un triatlón. Y en agosto participará de una carrera en bicicleta de 160 kilómetros.

Hoy, con 104 kilos, Mac puede incluso andar en motocicleta, algo que no pudo hacer durante años. En noviembre cumplirá un sueño y recorrerá Baja California, en México.

“Tuve muchas personas en mi vida a las que pude acercarme y hacerles preguntas”, dice. “Esto no lo hice solo”, asegura.

Mac todavía se pesa semanalmente y dice que la batalla contra la balanza seguirá durante el resto de su vida. Pasa su tiempo libre con Jessica y sus dos hijos, Matthew, de tres años, y Libby, de cinco.

Los McDonald celebrarán su aniversario 15 de casados en diciembre próximo.

“Creo que hoy estamos más fuertes que nunca”, dice Jessica, quien actualmente está escribiendo su tesis doctoral sobre el impacto de la obesidad en el proceso de aprendizaje. “Es mi mayor fan”, agrega.

Mac también se toma el tiempo para compartir su historia con otras personas aquejadas por la obesidad.  Tiene un blog  y se reúne con niños de la YMCA en Forth Worth, impulsándolos a adquirir hábitos saludables desde la infancia.

Scrivner cree que la historia de Mac es mejor que un entrenador personal para aquellos que intentan perder peso.

“Es la persona más inspiradora que conozco”, asegura.

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