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¿Debe Google conocer tus secretos?

Los lentes inteligentes, que ya se ofertan al público, abren el debate sobre la privacidad; en EU no ha habido amplias discusiones sobre el tema como en Europa y Asia.
mar 15 abril 2014 02:01 PM
Las gafas de Google han generado reacciones sobre la posibilidad de que la gente sea fotografiada sin su consentimiento. (Foto: Reuters)
google glass

Google inaugura este martes su Programa Explorer, con el que ofrece al público en general la oportunidad de comprar las gafas Glass por 1,500 dólares. Aunque el cupo es limitado, la expansión del selecto ‘club Glass’ ha creado mucho entusiasmo en los blogs de tecnología y Silicon Valley: finalmente está disponible la herramienta para grabar toda nuestra existencia, cada momento de nuestra vida en la tierra, todos los rostros que nos encontramos en el camino.

¿Pero qué pasa con las personas al otro lado de la cámara? Dado que no tienen ningún mecanismo legal o político para decidir no ser grabados o fotografiados, tienen dos alternativas, unirse al frenesí o quedarse en casa: Toda nuestra vida ahora está expuesta a ser grabada y compartida. Por si nos preocupara demasiado la perspectiva de la divulgación absoluta, el CEO de Facebook, Mark Zuckerberg, nos recuerda que la privacidad ya no es una “norma social.” Es tan del siglo pasado, ¿cierto?

Otros países de Europa y Asia han sostenido recientemente fuertes debates públicos sobre los límites de la privacidad, y, en consecuencia, la legislación ha tomado medidas para atender esa preocupación, exigiendo incluso que el obturador haga un sonido cuando capte alguna imagen o que se deshabilite el software de reconocimiento facial. Sin embargo, en Estados Unidos, a pesar de los escándalos de sustracción de datos de la NSA, no ha habido en los medios nacionales amplias discusiones éticas acerca de esta tecnología y la privacidad.

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Cuando estudiamos las percepciones de los consumidores estadounidenses acerca de la tecnología, escuchamos la misma cosa una y otra vez: “¿Pero a quién le interesarían mis fotos?” La mayoría de la gente con la que hemos hablado con el paso de los años expresan una sensación de apatía respecto a los temas de seguridad y privacidad. Si bien muchos de ellos admiten que no les gusta ser fotografiados o grabados sin consentimiento, simplemente no saben qué hacer al respecto - la retórica de la innovación y el progreso que acompaña a la invasión de la tecnología en nuestra vida privada hace que todo el asunto se perciba como un hecho consumado.

De acuerdo con el CEO de Google, Eric Schmidt, no tenemos que preocuparnos si toda nuestra vida queda registrada y visible a los demás, porque: “Si hay algo que no quieres que nadie sepa, tal vez no deberías hacerlo en primer lugar”. Al instalarse en esta superioridad moral, Schmidt reduce la privacidad a un mecanismo de protección para actividades ilegales o ilícitas. La realidad, por supuesto, es mucho más compleja que la visión moral simplista de Schmidt. Cada uno de nosotros habita una variedad de mundos sociales con diferentes códigos morales: Lo que podría estar bien en un círculo no es necesariamente apropiado en otro. Irónicamente, Google+, con su superposición de círculos sociales, está totalmente estructurado en torno a este principio, a saber, que todos hacemos cosas que no queremos que vean nuestras abuelas, parejas, amigos o jefes. Pero Glass cambia todo eso porque ya no tenemos control sobre cómo se registran y comparten en línea nuestras vidas.

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Y si Schmidt estaba hablando en serio (en lugar de asumir un tono provocador), es difícil conciliar su perspectiva con la explosión de canales de comunicación digitales dedicados explícitamente a las interacciones digitales altamente privadas, incluso anónimas. En los últimos proyectos que hemos realizado para compañías globales de tecnología, hemos visto de primera mano cómo los usuarios, en particular los más jóvenes, están empezando a tratar las plataformas altamente públicas como Facebook como meros escaparates para el “mantenimiento de la imagen en línea,” adecuadas únicamente para la información más banal y genérica.

Y recurren en cambio a aplicaciones como Snapchat, Whisper y Between para compartir contenido más valioso y “real” (bromas privadas, actualizaciones más honestas, pequeños gestos tipo ‘estoy pensando en ti ahora’). Gran parte del contenido de estas interacciones digitales no es apto para el consumo público, eso es lo que lo hace tan valioso para los usuarios. Pero a menudo este tipo de contenido, ligeramente transgresor, experimental, no probado o extraño, ha sido la base de la vibrante cultura estadounidense. Y uno podría preguntarse: ¿Vale la pena conocer a una persona que no tiene nada que ocultar?

Un factor clave de nuestra producción cultural es nuestra robusta sociedad civil, la esfera privada de las interacciones humanas ajenas a los negocios o el Gobierno que crea y nutre las nuevas ideas. No necesitamos remontarnos muy atrás en la historia (la Stasi, el macartismo, los juicios de Salem, etc.) para observar los desastrosos efectos culturales provocados por la descomposición de la sociedad civil. En todos estos casos, la usurpación de la privacidad fue una herramienta clave del régimen en control; la percepción de ser constantemente vigilado creó un efecto normalizador, donde los ciudadanos internalizaban lentamente la vigilancia y modificaban sus comportamientos para que fueran cada vez menos idiosincráticos.

Tal vez todavía pienses… bueno, siempre que no estemos haciendo nada ilegal, como derrocar al Estado, ¿qué hay de malo en un poquito de exposición? Después de todo, la luz del sol es el mejor desinfectante. Pero consideremos este otro ejemplo: Se dice que entre el 40% al 76% de todos los matrimonios se verán afectados con la infidelidad en algún momento. Las infidelidades son un secreto celosamente guardado aunque bastante común. Ahora imagina que todos los casos de infidelidad y flirteo se volvieran información pública. Imagina que Google pusiera esta información a tu disposición, la comunicara a amigos y al Gobierno, junto con todos los metadatos que acompañan, lo que sentías en ese momento y qué tan bueno era el motel en una escala de 1 a 5. ¿Realmente debe circular libre esa información?

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En lugar de permitir que la industria tecnológica nos encierre en un reducto retórico - tu privacidad en nombre de su progreso -conviene detenernos un momento. Es tiempo de pensar qué es lo preferible, no sólo lo posible. ¿Qué es lo que realmente queremos como sociedad?

*ChristianMadsbjerg es socio seniorde ReDAssociates, una firma de consultoría estratégica y de innovación basada en las ciencias humanas. Es autor de The Moment of Clarity: Using the Human Sciences to Solve Your Toughest Business Problems.

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