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Los custodios del maíz

Los transgénicos se han creado desde hace 20 años, apenas hace tres se legisló la bioseguridad; el grano nativo está en riesgo, pero ya hay algunos ‘guaruras’ de carne y hueso.
lun 28 abril 2008 06:00 AM
Pese a su valor nutricional, los maíces pigmentados sólo ocu

El riesgo existe desde hace 20 años. Las primeras pruebas en plantas transgénicas en México se hicieron en 1988, las terceras en el mundo después de Francia y Estados Unidos.

Pero sólo hace tres años se decretó una ley que regula la bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados (OGM) y sólo hace un mes salió su reglamento. Esa normativa formaliza los permisos que ya se habían otorgado para el jitomate, el algodón y la soya y abre la puerta para que se siembre maíz transgénico de manera legal.

El temor con esta semilla en particular es que México es centro de origen y tiene el mayor reservorio de tipología de maíces del mundo, unas 59 razas y 10,000 variedades. Pese a todo, algunos tipos de maíz criollo todavía existen, pero los esfuerzos para protegerlos son pocos, aislados y tardíos.

En ese grupo se engloban todas las razas y variedades sembradas de manera legal, desde los pigmentados hasta los híbridos (cruza de tipos de semillas nativos pero sin modificar su genética).

Además, existen bancos públicos dispersos que conservan la gran mayoría de las variedades mexicanas, y hay esfuerzos privados que siguen alimentando las reservas de genes nativos, promoviendo su siembra y su consumo. Este último aspecto es promovido por organizaciones tan diversas como el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), la Confederación Nacional Campesina (CNC), la organización alemana para el desarrollo Evangelischer Entwicklungsdienst y la Universidad Autónoma Antonio Narro, de Coahuila.


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La importancia de los ‘custodios’ de un patrimonio por el que México es conocido en el mundo es que si no hay suficiente cuidado, como delimitar geográficamente dónde se encuentran las nuevas siembras de OGM, las plantaciones tradicionales podrían mutar y perderse, sólo por efecto del viento.

Aún faltan dos candados que garantizarían su supervivencia: por un lado, el régimen de protección especial para el maíz (que determinará el aspecto técnico para conservar las semillas criollas) y debería estar terminado en junio próximo según lo que dicta la ley; y por otro lado, las zonas libres de transgénicos, una especie de mapa que, según la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), estaría listo a fines de este año. El problema es que el tiempo corre y el retraso de ambas normativas no impedirá la entrada de maíz OGM.

Científicos, ambientalistas y productores coinciden en que el maíz pigmentado –azul, rojo, negro– está en serio riesgo de extinguirse, a pesar de su mayor valor alimenticio.

El Centro de Investigaciones Avanzadas (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional señala que tiene 20% más proteínas que el maíz blanco, almidón que ayuda a los diabéticos y componentes como los del vino que previenen enfermedades coronarias. “Hoy apenas 1% de la superficie sembrada con maíz (8.4 millones de hectáreas) corresponde a esas variedades (pigmentado)”, dice Octavio Paredes, científico del Cinvestav. El resto está sembrado con semilla de maíz blanco (90%) y amarillo (9%).

El olvido es la primera amenaza, y la que más pesa en la posibilidad de su sobrevivencia. Aun hoy, muchos podrán sentir nostalgia por la textura de las tortillas de maíz negro, y el sabor de una tlayuda de maíz azul, pero en algunas regiones de México donde las gorditas no son verdes (como en comederos del centro y sur), su sabor no es siquiera recordado.

Hay algunos esfuerzos dispersos por recuperar su valor y posicionar esas variedades como un platillo gourmet; es el caso de Armando Ramírez Leyva, en Oaxaca, que está generando una demanda para este maíz, con una línea de productos delicatessen que comercializa en ese estado. Ramírez Leyva, fundador de Itanoni Flor de Maíz, busca franquiciar su tienda, pero proyectos como éste todavía tienen poco impacto. “Debe ser una opción alimenticia porque su desuso provoca una ‘erosión genética’ (o sea), su desaparición”, insiste Paredes, del Cinvestav.

La segunda amenaza para el maíz más puro es la emigración de muchos productores. “La falta de apoyo en tecnología, financiamiento y de una política social que estimule su cultivo propicia que campesinos, sobre todo pobres, abandonen sus tierras”, dice Antonio Serratos, investigador de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, quien participa en un proyecto para ubicar, en la región del altiplano de México, los sitios donde aún existen semillas de maíz nativas. Además, se cultiva sin tecnología y en tierras de temporal. En la actualidad, los campesinos cosechan una tonelada por hectárea de maíz pigmentado, frente a las seis que logran otros que siembran maíz híbrido –blanco o amarillo–, o las 11 toneladas que producen los campos tecnificados de Sinaloa.

Las semillas transgénicas son la tercera amenaza, pues su polen puede alterar la genética de las variedades criollas. Este riesgo ya es real, aunque la siembra de maíz OGM era ilegal hasta el año pasado.

Desde hace años se cultiva por agricultores que la introducen desde la frontera con EU o por contaminación de algunas siembras permitidas durante seis años (hasta 1998) que luego fueron canceladas.

Greenpeace, campesinos e investigadores como Serratos han denunciado la presencia, al menos desde 2001, de cultivos transgénicos en Oaxaca, Tamaulipas, Chihuahua y el DF, información que las autoridades no han validado.

Con la recolección y reserva de semillas nativas no alcanza. Sin el desarrollo de su demanda, y en consecuencia el aumento de sus rendimientos, podrían perder su condición de seres vivos.

A falta de una protección legal y formal de las semillas por las que México es conocido como centro mundial de origen, ya se erigieron desde hace tiempo algunos custodios de carne y hueso. A continuación una muestra de lo que algunos de ellos están haciendo para que los granos en extinción no queden encerrados en una vitrina de museo.

 

 

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