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La ética en la epidemia de influenza

Las recomendaciones éticas son también importantes en medio de la alerta por la influenza; es nuestra responsabilidad colaborar en todos los ámbitos para lograr superar la emergencia.
vie 01 mayo 2009 06:00 AM
Algunas personas tratan de sacar ventaja de la epidemia, aumentando el precio de cubrebocas y otros artículos. (Foto: Reuters)
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Se viven momentos difíciles debido al brote de influenza que se presenta en México, siendo el Distrito Federal la zona de mayor riesgo. Es por ello que nuestras autoridades sanitarias han venido tomando las medidas necesarias para combatir esa enfermedad, que desatendida puede llegar a ser mortal ( usar cubrebocas , no saludar de mano, ni de beso, cierre de escuelas, entre muchas otras) medidas que sin lugar a dudas, realizadas por toda la población, colaborarán a erradicar  ese mal que estamos enfrentando.
El llevar a cabo estas medidas implica una serie de actos que entran bajo el ámbito de la ética.  La explicación es muy fácil: allí donde exista un acto humano, por definición libre, allí se encuentra un acto que puede ser analizado desde la ética y eso ocurre desde el momento en que de manera natural van brotando junto con esas medidas conceptos como: "responsabilidad",  "bien de la persona", "deber", etc.
La ética no es una disciplina alejada de los problemas del hombre ni de su realidad cotidiana, sino que por el contrario se encuentra a cada paso que realiza, por medio de su voluntad.

Sin embargo, este vínculo tan estrecho entre el actuar humano y la ética no siempre es visto y analizado, muchas veces incluso es ignorado.
El mal que enfrentamos seguramente será vencido por la ciencia y por adoptar esas medidas sanitarias a las que hemos hecho referencia, pero también y no menos importante, su derrota se deberá al comportamiento ético que los mexicanos observen.
No se puede hablar de alcanzar la salud cuando se comienzan a presentar abusos en alza de precios en guantes, cubrebocas y medicamentos, cuando comienzan a correr infundados rumores de exterminio, que llenos de un amarillismo originan pánico y por ende intranquilidad en las personas, sobre todo cuando la muerte de una persona por causa de este mal no se sufre como la pérdida de un ser digno y valioso en sí mismo y sólo es tomada como una estadística más, efecto de la influenza.
Es por lo anterior que debemos preguntarnos sobre el actuar del hombre ante este tipo de desgracias, qué valores debemos fomentar en estos momentos y qué virtudes se hace necesario cultivar. En pocas palabras qué recomendaciones éticas necesitamos seguir.
 Es necesario aclarar que estas recomendaciones no son una especie de "receta" sino más bien son una serie de reflexiones sobre el hombre y más concretamente sobre el vivir del hombre; aún más específicamente, del vivir del hombre ante una enfermedad que puede poner en peligro la propia vida. Como se observará no se puede ser superficial en esto, pues está en juego la salud de todos y cada uno de nosotros, es necesario tener presente la dimensión de estas palabras pues sólo conociendo la envergadura de lo que está en riesgo asumiremos de manera inteligente y voluntaria las acciones a seguir.
Se comenta en los medios de comunicación este problema de la influenza como un problema de salud que no es únicamente eso, no hay que olvidar que todo problema de salud es un problema de la vida humana, pues la carencia de salud, que es la enfermedad puede llevar al deceso de una persona. Es por ello que por medio de este escrito, se invita al lector a reflexionar sobre algo que es evidente pero a veces por evidente no se analiza.
El hombre, a diferencia de cualquier otro ser viviente no se conforma con vivir, sino busca vivir bien y debe colaborar a que otros también tengan ese vivir bien que no es otra cosa que lo que llamamos bienestar, no cabe duda que la salud es cuestión de bienestar, es un bien valioso objetivamente y por ello es algo a lo que de suyo tiene derecho cada persona.
Resultaría injusto atentar contra la propia salud (no atenderse rápidamente) y contra la de los demás; la justicia consiste no sólo en no dañar a otro en su salud, sino también en procurar que la otra persona conserve o alcance su salud. Nuestros actos u omisiones, tienen efectos en los demás, los veamos o  no los veamos, no podemos negar esa realidad, nuestra vida diaria y salud están vinculadas de cierta manera hacia otros, somos seres sociales, no debemos olvidarlo .  
Esa sociabilidad humana exige colaborar con el bien de los demás, en efecto dijimos que la salud es un bien, pero además es un bien común y como hombres debemos coadyuvar a lograr alcanzar ese bien, pues el bien común implica el bien de todos y cada uno de los miembros de la comunidad.

Sólo entendiendo el bien común bajo su aspecto cualitativo y no sólo cuantitativo es  que se entenderán los deberes morales - no por ello menores a cualquier  otro deber - como el de apoyo, obediencia y seguimiento a las disposiciones sanitarias dictadas y no menos el deber de solidaridad propio de las personas.
Es necesario hacer énfasis en el bien de la salud y por lo tanto de la vida de las personas, vistas como seres dignos y por ende dotados de excelsitud, algo más que un número estadístico, requerimos sensibilizarnos en que todo esfuerzo que hagamos como sociedad o como autoridad vale la pena por el hecho de salvar a una sola persona (mejor aún si son todas), no es cuestión de cantidades sino de la riqueza que encierra toda persona.
Para lograr esos bienes es necesario actuar con un alto sentido ético, fortaleciendo virtudes como la templanza que al ayudarnos a ser moderados desarrolla el hábito de la honestidad, pues al ser honestos no nos aprovecharemos de la situación de los demás, de su necesidad económica o de su salud. También hay que apelar a la prudencia que seguramente nos orientará a actuar adecuadamente ante esta situación que vivimos y nos indicará el mejor camino para alcanzar el bien propio y el de los demás.
No podemos dejar de lado dos valores muy importantes en estos momentos: la responsabilidad y la solidaridad, el primero no es otra cosa que el tomar conciencia que nuestro actuar, incluso el cotidiano, tiene efectos para nosotros y para los demás, por lo que debemos conducirnos de la mejor manera a fin de evitar un mal a los demás, comenzando por acatar las indicaciones que los profesionales de la salud hacen; el segundo es esa disposición de ayudar  a los demás, de poner lo que tengo y lo que soy al servicio de los otros y de dar la mano a aquel que lo solicita.
Es necesario y obligatorio seguir las recomendaciones de las autoridades, pero es igualmente importante que en estos momentos nuestro actuar ante la emergencia que presentamos sea ética y por lo tanto moralmente aceptable, para ello, debemos partir de lo valioso de la vida y de la salud, fomentar la honradez y la prudencia y dejarnos guiar responsable y solidariamente, todo ello rodeados del amor hacia los demás.

Sin lugar a dudas venceremos el virus de la influenza, con ciencia, ética y nosotros hombres de fe con la ayuda de Dios.
*El autor es candidato  a Ph D. y Director Operativo Académico, Universidad Anáhuac México Sur.

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