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Robots hechos a imagen y semejanza

Quo analiza el desarrollo de androides en los que se ha logrado incluso simular sentimientos; advierte sobre las consecuencias de establecer relaciones afectivas entre hombre y máquina.
sáb 11 julio 2009 06:00 AM
A imagen y semejanza del ser humano, capaces de sentir emociones, los robots irrumpirán en nuestra vida para servirnos, cuidarnos y hasta amarnos. (Foto: Especial)
Robots Quo (Foto: Especial)

¿Qué caricia puede permitir la piel de un bebé sin ser dañada? ¿Sólo el amor materno está dotado de esa increíble sensibilidad, vedada incluso para los torpes dedos del padre? Posiblemente cierto, al menos hasta ahora... La compañía Shadow Robot (Londres) ha conseguido imitar una de las estructuras biológicas más sorprendentes: la mano. Su diseño emula los infinitos y complejos movimientos de la herramienta humana por excelencia. Se trata de un artefacto hasta con uñas que, mediante decenas de "músculos" en el antebrazo, es capaz de ensartar un hilo en una aguja o tomar un foco sin romperlo; su precisión es absoluta y su sensibilidad extrema, al grado de poder acariciar a un ser humano sin causarle daño. Los creadores de la Dextrous Robot Hand están decididos a ir más allá y explorar su aplicación en el entorno doméstico más íntimo. Quieren mostrar al mundo que, finalmente, la tecnología se encamina a crear robots tan delicados como para cargar a un bebé.

¿Será que el hombre está a punto de poner a su frágil descendencia en manos del enemigo? Porque en la imaginación, en la literatura y en la ciencia ficción, los robots siempre han sido los malos de la película. Así fueron concebidos desde los años 20, cuando el escritor checo Karel Čapek introdujo y popularizó el término en su sátira R. U. R. (Robots Universales de Rossum). En esa obra como en muchas otras, llega el día en que los robots, convertidos en sirvientes llenos de rencor, se vuelven más inteligentes que su creador, arman una revolución y lo exterminan.

Sin embargo, hoy, en el mundo real, en los laboratorios más avanzados, el hombre les brinda la posibilidad de meterse en nuestros hogares y hasta en nuestros corazones.

La invasión

El impulso en la investigación ha hecho que los expertos en robótica autónoma puedan predecir que para el 2030 los robots serán tan inteligentes como un primate, y que en el 2050, su inteligencia podrá compararse con la del ser humano. ABI Research, una firma de análisis de mercados tecnológicos basada en Nueva York, calcula que el sector de los robots personales se disparará a 15 mil millones de dólares para 2015.

En los próximos diez años se producirá una introducción paulatina de los robots y sistemas de automatización avanzada. Esto sucederá en cuatro grandes áreas, según Antonio López, coautor de Robots, genes y bytes: el desarrollo de la tecnología y los cambios sociales hasta 2020, un estudio pionero en el que colaboran expertos del Instituto de Prospectiva Tecnológica de la Comisión Europea. En primer lugar, los robots nos sustituirán en el control de tráfico, no sólo de aviones, sino también de automóviles, lo que permitirá un aumento de seguridad de los pasajeros. En segundo lugar, en condiciones extremas; por ejemplo, podrán llegar a 10 mil metros de profundidad bajo el agua. En tercero, en el ámbito industrial, donde habrá transformaciones radicales, y por último, en el campo de la salud: habrá microrrobots que permitirán una cirugía no invasiva.

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Tarde o temprano entrarán en el mercado laboral y eso causará recelos. "Se producirá una reorganización general y acabaremos por aceptarlos", apunta el estudio. Otro gran hito a tener en cuenta será la convergencia que tendrá lugar entre la robótica y la genética. "Se producirá una hibridación hombre-máquina que supondrá un nuevo salto en la historia. Nos adaptaremos cambiando no sólo nuestro entorno, sino a nosotros mismos", comenta López. Los expertos llevan tiempo vaticinando la incorporación paulatina de las máquinas a nuestro cuerpo, por ejemplo, en forma de nanorrobots que nos limpien las venas o modificando nuestro cuerpo para sobrevivir en condiciones adversas.

"El momento en que los androides pasen a formar parte de nuestra vida cotidiana está mucho más cerca de lo que pensamos", advierte. Para 2027 se desarrollarán máquinas que puedan pensar, ver escuchar, tomar decisiones y actuar como un ser humano; en 2050 "se podrán convertir incluso en nuestra pareja", anticipa López. 

Jesús Savage, presidente de la Federación Mexicana de Robótica, advierte que quizá tengan que pasar 200 años para ello; sin embargo, David Levy, especialista en inteligencia artificial, pronostica en su libro Love+Sex with Robots que en el 2025 habrá robots que puedan simular una amplia gama de emociones e, incluso, tener emociones propias.

De mascotas a bebés

Ya existen máquinas con reacciones humanas como expresiones faciales, estados de ánimo y movimientos que tienen el objetivo de hacer que las personas se sientan más cómodas en su presencia.

Feelix, un robot hecho de LEGO en la Universidad de Aarhus, Dinamarca, puede expresar seis emociones básicas con el rostro. Tofu, creado por ingenieros del MIT (EU), tiene unos ojos de LED que se mueven al ritmo de la música. Heart, de la Universidad de Bristol (Reino Unido), acelera su corazón y su respiración con el contacto humano, y CB2, un bebé máquina de la Universidad de Osaka (Japón), desarrolla habilidades sociales imitando a su "mamá de laboratorio". Pleo, diseñado por Caleb Chung -co-creador de Furby- es una mascota animatrónica diseñada para emular el comportamiento de un bebé de una semana de nacido y cambia de ánimo según la atención que recibe.

Pero ¡cuidado!, el amor y el afecto no se pueden simular, sólo sentir, dice Ricardo Trujillo, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM. Entre los peligros de la relación emotiva entre humanos y robots, menciona la desvinculación y la generación de afectos deformes: "Los robots, por más emocionales que sean, no son seres vivos, y la interacción con ellos desde la perspectiva emotiva creará una desafectivización y una sociedad de violencia y vértigo a partir de la tecnología". Cualquier tipo de cariño que se pueda sentir por un objeto electrónico no es afecto, sino apego, aclara. "Cuando hay afecto hay una reacción por parte del otro, te conmueves y se conmueve, te enojas y se enoja, te duele y le dueles; cuando hay apego estás depositando una carencia en el otro que no responde". 

El apego a la máquina 

Si hay quien le pone nombre a su coche, ¿cómo no va a encariñarse con una máquina que va a cuidar de él, ser su compañero de trabajo y atender a sus hijos, padres o abuelos? De hecho, los soldados enviados a Afganistán e Irak que conviven con robots a diario, cuando estos se descomponen, pasan también un periodo de luto como el que pasarían por un compañero, y según un estudio del Instituto de Tecnología de Georgia (EU), muchos propietarios de Roomba, el robot aspiradora, le han puesto nombre y hasta se lo presentan a sus amigos. Quizá tú fuiste uno de los que se encariñaron con el Tamagotchi y sufrieron por su muerte... A esto se llama customización de la tecnología, es decir, tratar a objetos inanimados tecnológicos como si fueran personas o seres vivos.

Cary Cooper, profesor de psicología organizacional y salud de la Universidad de Lancaster (Reino Unido), acuñó un término para explicar esta forma íntima de relacionarse con los dispositivos electrónicos: cordón umbilical tecnológico. Él menciona que hay una tendencia a sentirnos más cercanos a las computadoras y las máquinas que a las personas. ¿Pero por qué creamos esta peculiar relación?

Levy señala que hemos reemplazado al oso de peluche o la muñeca, como objetos de seguridad que ayudan en la transición por etapas críticas de la vida (como de niño a adolescente), por la computadora. Simboliza proximidad, pertenencia, ayuda a superar la angustia de la separación o el cambio.

Los robopsicólogos -dedicados al estudio de la relación y compatibilidad entre personas y robots- Alexander y Elena Libin, fundadores del Instituto de Psicología Robótica y Roboterapia, en Maryland (EU), sostienen que la cultura, el género y la edad son determinantes en la forma de interactuar y crear afectos con la tecnología, y que una de las razones poderosas para hacerlo viene de un deseo natural de tener amigos más cercanos, más afecto y más amor.

La conjunción de la vida moderna y la introducción masiva de tecnología con la que se tiene más cercanía han planteado a la robótica diseñar máquinas con características cada vez más humanas. Esto ha abierto paso al antropomorfismo tecnológico o la atribución de cualidades humanas que puedan personificar a los robots. Hoy, la ingeniería mecatrónica mundial va más allá de crear brazos robóticos industriales y se aboca al diseño de humanoides que combinen inteligencia y emociones.

Hacer de cables corazón

¿Pero una emoción se puede fabricar, replicar o inducir? Cynthia Breazeal, directora del Grupo de Robótica Personal del Laboratorio de Medios del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), señala que uno de los objetivos de su especialidad es hacer que los robots entiendan a los humanos. Actualmente ya existen diversos prototipos. "El próximo paso es que sean capaces de aprender y ganen en grado de libertad", asegura.

Un requisito para crear un vínculo emocional entre humanos y robots es la empatía, esa capacidad de ponerse en los zapatos del otro. Para que esto suceda, los robots tendrían que sentir. A decir de Juan Manuel Ibarra, especialista en robótica del Instituto Politécnico Nacional (IPN), "una relación empática entre máquinas y humanos es casi imposible porque ésta requiere individuos de la misma especie, lograr que los robots sientan, respondan e interactúen emocionalmente, lo cual es muy difícil". Sin embargo, Levy sostiene que es posible crear empatía artificial haciendo que los robots aprendan a medir la respuesta psicofisiológica de sus usuarios. 

Debido a que las emociones humanas (alteraciones del estado de ánimo que resultan agradables o penosas) se pueden expresar mediante cambios fisiológicos como modulación de la voz, evasión o contacto visual, lagrimeo, sonrojo o movimiento de cejas, al lograr que los robots las identifiquen y las imiten, se podría crear una relación emocional entre ambos. "Los robots se ganarán a los humanos haciéndoles favores, dándoles apoyo psicológico, valorando sus opiniones (...) incluso habrá robots terapeutas que ayudarán a fomentar la autoestima de sus usuarios y podrán crear vínculos de afecto e intimidad con ellos", asegura Levy. Señala que muchos piensan que las emociones de los robots no son reales porque son diseñadas y programadas por software, pero él defiende que las emociones humanas no son distintas ya que son controladas (o programadas) por hormonas y neuronas, las cuales pueden influir o crear diversos estados emocionales.

El escritor Harbour Fraser Hodder incluso sugiere la posibilidad del matrimonio con robots en The Future of Marriage.

La mimetización que haga imperceptible la distinción entre humanos y humanoides se dará dentro de mil años, revira Savage. "Lo que puede pasar a corto plazo es que se hagan robots para satisfacer las necesidades sexuales", concede.

Su colega Juan Manuel Ibarra, del Centro de Investigación y Estudios Tecnológicos Avanzados del IPN, hace una propuesta casi indecorosa: "Con la tecnología actual, en este momento le puedo hacer un traje con el que sienta que está tocando a alguien, se lo hago a la medida y alguien más puede sentir cómo lo toca usted, y ya dejo a su imaginación lo que pueda pasar". ¿Será?

Jugar a Dios

Los especialistas coinciden en que el abaratamiento permitirá que la gente adquiera robots como si fueran un electrodoméstico más. El informe World Robotics 2008 pronostica que entre 2008 y 2011 se venderán 12.1 millones de unidades para uso personal. En Japón ya se comercializan los que hacen labores del hogar y en Italia se lanzó el modelo llamado DustBot, que recoge y tritura basura.

La tendencia en el corto plazo será crear robots que ayuden en labores domésticas, limpieza de oficinas, transporte y cuidado de personas. "Se desea que un robot pueda realizar tareas monótonas o peligrosas para evitar que un ser humano las haga", añade Emmanuel Dean, experto en robótica de la Unidad Profesional Interdisciplinaria en Ingeniería y Tecnologías Avanzadas del IPN.

"Queremos ayudar a los humanos con las máquinas, más que humanizarlas; por eso estamos generando unidades que hagan rondines como apoyo policíaco, que evalúen situaciones de riesgo, o bien, cuidar a niños, limpiar casas o transportar y ayudar a personas en situaciones de desastres", agrega Alejandro Aceves, director de la Escuela de Graduados en Ingeniería y Ciencias del ITESM (Estado de México).

¿Y en el largo plazo? En El cuerpo transformado, Naief Yehya se plantea: "Si el hombre perdiera el privilegio de ser la criatura más inteligente del planeta, ¿seguiría siendo el amo del Universo? ¿Aprendería a compartir el trono con las máquinas 'vivientes'? ¿Las consideraría como sus semejantes o sería reemplazado y posiblemente eliminado?"

El especialista en ética Wendel Wallach y el filósofo Colin Allen, autores de Moral Machines: Teaching Robots Right from Wrong (La moral de las máquinas: enseñar a los robots el bien y el mal), proponen dotarlos de una moral idéntica a la humana, aunque ellos mismos aseguran que todavía es difícil conseguir que reaccionen ante un dilema de esa índole.

De acuerdo con el Génesis, Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. En todo caso, lo creó imperfecto. ¿Cómo será la creación del hombre? ¿La ciencia ficción se convertirá en profecía? ¿Confiaremos a los robots una caricia o la vida de un bebé? 

El Repechaje del futuro

Es probable que a partir de 2050 los campeonatos de futbol no se disputen entre naciones, sino entre humanos y robots. La comunidad científica especializada en mecatrónica -disciplina que conjunta diversas ramas de la ingeniería como mecánica, electrónica, informática y control- se planteó hace años un claro objetivo: crear un robot capaz de vencer al equipo que resulte campeón mundial de futbol en esa fecha.

Aunque parezca de lo más sencillo hacer un robot que juegue soccer, para Juan Manuel Ibarra, del IPN, esto plantea retos impresionantes: "Hacer que un robot corra o camine en pasto es como ir a la Luna, así de complejo. Hay que resolver que corra y no se caiga, tenga suficiencia energética, se sepa ubicar en el espacio y dé pases".

Actualmente, diversas instituciones en México -como la Unidad Profesional Interdisciplinaria en Ingeniería y Tecnologías Avanzadas del IPN y la Escuela de Graduados en Ingeniería y Ciencias del ITESM, Estado de México, entre otras- ya cuentan con humanoides capaces de caminar, incorporarse después de caer, patear una pelota y ver dónde está la cancha. Miden aproximadamente 35 cm y pesan poco más de un kilo. Los Roboldinhos (IPN) y los Bogobots (ITESM), de hecho, jugarán contra futbolistas de otros países en la RoboCup 2009, que se realizará en Austria a principios de julio. Es precisamente esta iniciativa internacional la que se prepara para organizar en el 2050 el partido entre humanos y robots.

¿Quién vencerá? "Si se enfrenta humano contra robot, este último no va a poder ganar, pero si se enfrenta un equipo de robots contra humanos probablemente sí les ganen; hay que lograr que hagan un juego de estrategia, en el que se comuniquen entre sí", asegura Ibarra.


DAME CINCO

Por Miryam Audiffred


Creada por la compañía Shadow Robot (Londres), la mano mecánica Dextrous Robot Hand cuenta con una serie de músculos antagónicos para efectuar cada movimiento. Tiene un músculo para subir el meñique y otro para bajarlo; uno para doblar el pulgar y otro para estirarlo. Sólo la muñeca necesita dos pares para ir hacia delante y hacia atrás.

Se les llama "músculos de aire", explica el mexicano Armando de la Rosa Tames, uno de los ingenieros de la compañía. Se trata de 48 piezas alargadas de nylon y hule a las que se inyecta aire a presión. Esto hace que se hinchen y generen la fuerza suficiente para mover las distintas partes de la mano. En la versión más nueva se están sustituyendo estos músculos de aire por motores de electricidad, pero el principio de movimiento por elementos antagónicos sigue siendo la base.

La Defensa británica, que acaba de adquirir una, explora este método de teleoperación para desactivar minas. Otros clientes han sido la NASA y la Agencia Europea Espacial. La mano cuesta entre 100 mil y 164 mil dólares, dependiendo de las especificaciones del cliente; se requieren tres meses de trabajo para ensamblarla, pesa poco menos de 4 kg y mide 19 cm.

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