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El planeta está en peligro de extinción

Con tantas especies en riesgo, estudios sugieren que el mundo entra a un nuevo periodo de extinción; Edward Wilson, de la universidad de Harvard, señala que la Tierra pierde 30 mil especies por año.
dom 07 febrero 2010 06:00 AM
El acuerdo en Dinamarca busca evitar un incremento de 2 grados centígrados en la temperatura global. (Foto: Jupiter Images)
cambio climatico (Foto: Jupiter Images)

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En este preciso momento, tú y todo aquello que la ciencia considera vivo, representan tan sólo 1% de todas las especies que han existido sobre la faz de la Tierra. Eso nos hace miembros de una exclusiva elite superviviente que durante los últimos 30 millones de años evolucionó en la comodidad de una biosfera estable. En la opinión de muchos científicos, ha llegado la hora de que nuestro grupo ponga a prueba su resistencia, y los hechos revelan que no lo estamos haciendo muy bien. De acuerdo con las proyecciones, en los próximos 100 años 25% de estos sobrevivientes seguirán los pasos de sus antecesores y desaparecerán para siempre.

Por primera vez en la historia, la solución es parte del problema. Desde los años 50, la ciencia ficción siempre ha jugado con la posibilidad de que un día la tecnología se rebelará contra el ser humano y será la causa de su fin. Parece que esto ha sucedido finalmente, pero no de la forma que esperábamos. Las medidas que la raza humana tome para detener el deterioro de la biosfera terrestre no serán sólo en beneficio del planeta sino de nosotros mismos. La tarea es encontrar la forma en que la sexta extinción masiva en el planeta no marque el fin de la única especie sobreviviente del género Homo.

Las cinco grandes
Todas las especies se extinguen tarde o temprano, explica el doctor Rodrigo Medellín Legorreta, del Instituto de Ecología de la UNAM. “A este fenómeno se le llama extinción de fondo y está presente a lo largo de toda la historia de la Tierra como un proceso normal y natural de la evolución”. Esto significa que salvo muy pocas excepciones, todas las especies tienen un periodo determinado de existencia. 

Todo comenzó en las rocas de la campiña francesa, cerca del París del siglo XVIII. Allí, el científico George Cuvier analizaba los estratos buscando conocer cómo fue la Tierra primitiva. Junto con los fósiles, Cuvier desenterró más preguntas que respuestas. La cantidad y variedad de especies presentes en cada estrato le hicieron conjeturar que el desarrollo de la vida en el planeta había tenido dos eventos en los que tanto los actores como las reglas del juego de la vida cambiaron de forma abrupta. Uno de estos saltos estaba indicado por una delgada línea de arcilla rojiza, en el punto donde termina el periodo cretácico (K) y comienza terciario (T). Debajo de esta marca había fósiles que describían un mundo fértil lleno de vegetación y animales de monstruosas dimensiones.

Por encima de ella, el panorama era muy diferente: sólo aparecían 25% de las especies anteriores. Los fósiles animales descubiertos en este estrato no eran mayores que un cerdo y la vegetación asociada, escasa y pequeña. Cuvier no pudo definir cuáles eran las causas de tal desastre, pero entendía que no había en la naturaleza ningún mecanismo con la capacidad de generar un cambio así. El científico francés daba a Dios el crédito de crear las especies, pero veía en su destrucción algo más “terreno”.

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No fue sino 200 años después que un físico, un geólogo y un químico nuclear entraron en un congreso de ciencias y anunciaron que habían encontrado la respuesta que los paleontólogos habían estado buscando.  Luis Álvarez, su hijo Walter Álvarez y Frank Asaro sorprendieron a la comunidad científica proponiendo que la causa del evento de extinción encontrado por Cuvier, conocido como Límite K-T, era producto de los efectos ocasionados por el impacto de un enorme meteorito.

Sus conclusiones eran el resultado de analizar las altas concentraciones de iridio, un metal muy escaso en la Tierra pero abundante en meteoritos.Poco después, en 1982, un artículo publicado en la revista Science anunció el descubrimiento de otros tres eventos de extinción masiva.

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En cada uno de estos traumáticos eventos la vida fue llevada a una mínima expresión y la biodiversidad encontró la manera de recuperarse, aunque en cada ocasión el esfuerzo requirió millones de años. En un artículo publicado en 2008, Benton reportó que después de la extinción asociada al fin del periodo Pérmico, la más devastadora de las cinco conocidas, los sistemas ecológicos requirieron de 30 millones de años para recuperarse 100%. Es evidente, y nuestro mundo actual es una prueba, que las ruinas de estas “purgas” evolutivas abren espacio a la aparición de un nuevo mundo de posibilidades biológicas, pero todas muy diferentes de las que fueron exterminadas; una vez que una especie se extingue lo hace para siempre.

La sexta
“Estamos perdiendo especies a una velocidad mucho mayor de lo que debería ser el promedio en los procesos normales de evolución y además los números de especies extintas se acercan a los descritos para los grandes eventos de extinción masiva”, expresa preocupado el doctor Medellín, del Instituto de Ecología de la UNAM. Está convencido de que actualmente el planeta ha entrado en un sexto evento de extinción masiva.

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Las pruebas científicas de una grave crisis de extinción van en aumento y así lo señala el boletín que la organización publicó en noviembre de 2009 al presentar la actualización de la Lista Roja de Especies Amenazadas, que se considera la fuente de información más completa del mundo sobre el estado de conservación de las especies vegetales y animales del planeta. A pesar de su fama y utilidad, la lista sólo registra un total de siete mil 677 especies, mismas que anualmente son evaluadas para determinar su grado de deterioro.

En la última edición, los resultados señalan que 21% de los mamíferos conocidos, 12% de la aves, 70% de las plantas conocidas y 35% de los invertebrados están en peligro de desaparecer si las condiciones no se modifican. Para 869 especies ya es tarde; la lista las ha registrado como formalmente extintas o extintas en su estado salvaje.

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El meteorito humano
Esta vez no hubo luces en el cielo ni explosiones gigantescas o un cráter en el suelo; la amenaza llegó sin anunciarse. Simplemente, un día se puso de pie, comenzó a caminar y multiplicarse. “Yo creo que la extinción que estamos sufriendo es un efecto directo de la actividad  humana sobre la naturaleza”, dice convencido el doctor Raúl Pineda López, investigador de la Universidad Autónoma de Querétaro. La presencia del hombre y sus actividades no han respetado algunas de las leyes básicas de convivencia que la naturaleza impone a sus inquilinos; esto ha modificado los hábitats y causado la extinción de numerosas especies.

“Cada minuto que pasa desaparece una superficie de bosque tropical equivalente a varios campos de futbol, lo que significa que cada año se pierde una superficie algo mayor que la de toda Suiza”, documenta el físico Manuel Toharia en El clima. El calentamiento global y el futuro del planeta.

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¿Sin retorno?
Wolfgang Kiessling, paleontólogo de la Universidad Humboldt, en Berlín, explica: “Entre más grande el hábitat, más especies puede sostener; cuando un hábitat se encoje, se incrementa el riesgo de extinción”.

Las alteraciones causadas por el ser humano al ecosistema de la Tierra no sólo amenazan organismos con quienes compartimos esta isla planetaria, sino que representan un peligro para la forma de vida a la que estamos acostumbrados. Con la pérdida de especies animales y vegetales estamos perdiendo también los beneficios que estas especies nos proveen.

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El biólogo Christopher Thomas, de la Universidad de York, advierte que si la humanidad ha cambiado el sistema biológico al grado que una cuarta parte de las especies terrestres está en riesgo de extinguirse, entonces debe preocuparse de si los servicios que proveen los ecosistemas naturales continuarán.

Eldredge señala que las medidas de conservación y desarrollo sustentable, así como la estabilización de las cifras poblacionales y los patrones de consumo, ofrecerían cierta esperanza de que la sexta extinción no alcance el nivel de la tercera, en la que más de 90% de las especies se perdieron. “Aunque es cierto que la vida, increíblemente resiliente, siempre se ha recuperado después de espasmos de extinción masiva (después de largos lapsos, sin embargo), lo ha hecho después de que la causa de la extinción se ha disipado. Esa causa, en el caso de la sexta extinción, somos nosotros mismos, Homo sapiens. Esto significa que podemos seguir en el camino de nuestra propia extinción o, de preferencia, cambiar nuestro comportamiento en favor del ecosistema global del que somos parte. Esto deberá ocurrir antes de que la sexta extinción se declare terminada, y la vida pueda recuperarse nuevamente”, señala el paleontólogo.

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