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Hace dos semanas, Chile era visto como un ‘oasis’ de estabilidad política en América Latina. Ahora, las protestas no ceden en el país sudamericanos.
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Hasta el martes 22 de octubre, Chile había vivido cinco jornadas de intensas manifestaciones. El gobierno de Sebastián Piñera declaró un estado de emergencia y ordenó toques de queda en las noches del 19, 20 y 21 de octubre.
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Las manifestaciones iniciaron en Santiago, pero se han multiplicado en varias ciudades del interior de la nación sudamericana, la mayor productora mundial de cobre.
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Las protestas iniciaron después del anuncio, el 4 de octubre, del alza de 800 a 830 pesos chilenos (21.84 pesos mexicanos) de las tarifas en hora pico del Metro de Santiago, que ya era el más caro de AL.
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Estudiantes convocaron a evasiones masivas bajo el lema “Evadir, no pagar, otra forma de luchar”.
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Poco a poco, las manifestaciones, en su mayoría pacíficas, abandonaron el metro y tomaron las calles de la capital chilena.
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Políticos y analistas explican que el aumento del precio del metro es solo la punta del iceberg de un descontento social en Chile.
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Chile es uno de los 10 países más desiguales del mundo, según el Banco Mundial.
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El sistema de pensiones heredado de la dictadura de Augusto Pinochet y que fue pionero de la capitalización absolutamente individual de los trabajadores encabeza la larga lista de demandas.
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Las manifestaciones parecen obedecer a un estallido espontáneo más que a un movimiento organizado.
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