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La moneda de un país es un indicador de la confianza (o falta de ella) de los inversionistas.
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A mediados de 2018, el peso se acercaba a las 20.9 unidades por dólar, cerca de su peor nivel en la historia (21.93). La expectativa de un cambio en la presidencia tenía en vilo al mercado.
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Pero nada pasó, la moneda se recuperó y un año después de la transición, el peso se ha apreciado 4.4% al pasar de 20.45 a 19.55 unidades por dólar.
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Se trata del mejor desempeño para la moneda mexicana en un inicio de sexenio desde 1994, cuando comenzó a moverse bajo libre flotación (sin intervención del gobierno).
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El proceso de transición pacífico y la firma del tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) impulsaron la moneda.
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El peso está a la espera de la ratificación del tratado por cada uno de los países. México es el único de los tres que lo ha ratificado.
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También está bajo presión por las protestas de los países latinoamericanos -como Chile, Ecuador y Colombia-.
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La moneda podría depreciarse ya que es una de las más líquidas y opera las 24 horas, por lo que es empleada para cubrir riesgos en otros países latinoamericanos.