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El síndrome del impostor, la inseguridad que ataca a los líderes exitosos

A pesar de tener éxito, algunos líderes piensan que son un fraude. Motivarlos no es suficiente, las empresas deben fortalecer su salud psicológica.
dom 06 agosto 2017 06:00 AM
Impostor.
Inseguridad y desconfianza. Se calcula que 30% de los ejecutivos en el mundo cree que no cuenta con las habilidades necesarias para desempeñar su trabajo. (Foto: SIphotography/Getty Images/iStockphoto)

El éxito, el dinero y la fama a veces no son suficientes para sostener la autoestima. Lo saben Howard Schultz, presidente ejecutivo de Starbucks; Sheryl Sandberg, directora de Operaciones de Facebook, y Joyce Roche, que fue la primera vicepresidenta afroamericana de Avon. En algún momento de sus carreras, ellos pensaron que sus triunfos se los debían a la suerte y no a su capacidad, que eran un fraude, que serían descubiertos y todo acabaría por derrumbarse.

Esta inseguridad, que ataca particularmente a personas exitosas, es el síndrome del impostor. Las psicólogas estadounidenses Pauline Rose Clance y Suzanne Imes acuñaron ese nombre en 1978. A las investigaciones se sumó el trabajo de Joan C. Harvey, quien en 1985 escribió el libro If I’m So Successful, Why Do I Feel Like a Fake: The Impostor Phenomenon. Ahí asegura que al menos 70% de las personas con éxito ha experimentado en algún momento el sentimiento de ser un impostor o un fraude en su trabajo. Esto incluye a figuras del espectáculo, el cine, el deporte y, por supuesto, los negocios.

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Daniel Colombo, coach especializado en alta gerencia, calcula que 30% de los ejecutivos en el mundo padece este síndrome en distintos niveles. En México no hay un estudio que proyecte la dimensión de este padecimiento en las corporaciones. La razón: aquí no se le ha dado la importancia que merece, a pesar de sus efectos en el desempeño de los ejecutivos y su salud, dice Antonio González, coordinador de posgrados de Psicología de la Universidad de las Américas Puebla.

Desvalorización, agotamiento, angustia, estrés y caos en su desempeño laboral son algunas de las señales que Colombo ha detectado en los directivos con este síndrome. Sin embargo, como se trata de impostar, se las ingenian para remediar esas situaciones, disimular sus sentimientos y evitar exponer su vulnerabilidad.

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Anatomía al detalle

El síndrome no está tipificado como una enfermedad o un trastorno de la personalidad en los manuales de diagnóstico clínico. Más que un padecimiento, Mario Guerra, coach y psicoterapeuta, lo describe como un síntoma de baja autoestima y falta de confianza que deriva en ansiedad.

Entre los ejecutivos con el síndrome suele haber un miedo recurrente a fallar y no alcanzar los objetivos, no se creen sus éxitos y viven con el temor de ser descubiertos porque se consideran un fraude. Además, padecen una excesiva dependencia de la opinión de los demás, pero no se creen las felicitaciones y los reconocimientos. Incluso presentan una tendencia a la perfección, rigidez de carácter, hostilidad y hasta autoritarismo. De acuerdo con Colombo, la mayor parte del tiempo se debaten en polaridades de ultraexigencia y un derrumbe de su autoimagen.

Ángel Contreras, director del Instituto Mexicano de Mejores Prácticas Corporativas (IMMPC), afirma que eso ocurre en cualquier compañía, en los sectores público y privado, y aun en las empresas familiares, que son mayoría en México.

Eso no significa que todos puedan padecerlo o que este se manifieste de la nada, con el solo resorte de un ascenso, una promoción o la consecución de logros profesionales.

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Detector laboral

Aunque existan pistas suficientes, no es fácil identificar el síndrome en el entorno empresarial porque predomina un desconocimiento del tema en las áreas de recursos humanos. Especialistas en psicología o coaching pueden abordar mejor este desafío.

Pero si de lo que se trata es de detectarlo, la escala del síndrome del impostor de Clance –una de las investigadoras que acuñó el término– e instrumentos como los test proyectivos o de personalidad pueden revelar síntomas.

También hay alertas en el desempeño laboral. Por ejemplo, cuando de manera inconsciente el ejecutivo no progresa o aspira a un puesto superior, cuando le da miedo asumir un rol más regional o cuando el candidato a un puesto de más responsabilidad se muestra susceptible al cambio o prefiere permanecer en su zona de confort.

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Frente a las señales, los expertos recomiendan que las compañías abran sus puertas a especialistas de apoyo –como psicoterapeutas y expertos en coaching– que evalúen la personalidad y el perfil de liderazgo de sus miembros, su actitud y desempeño frente a ciertas situaciones y puedan identificar si se trata de síntomas transitorios o de una condición permanente.

En cualquier caso hay que atender el problema. A las empresas les compete fortalecer la atención a la salud psicológica y emocional de sus empleados. Ir más allá de la motivación, porque no importa cuánto se anime a una persona, si padece el síndrome del impostor, el aire se le escapará y, en poco tiempo, volverá a sentir que es un fraude.

Incredulidad

A la directora de Operaciones de Facebook nadie puede regatearle sus logros personales. Sólo ella, que en su libro Lean In: Women, Work and the Will to Lead confesó su “horror” al ver por primera vez su nombre en la lista de las mujeres más poderosas del mundo, en 2011. Lejos de considerarse poderosa, describió su sentimiento de inseguridad al sentirse expuesta.

No la confortaba su destacada carrera en el Banco Mundial y en el Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Tampoco sus logros en Google y como artífice del éxito financiero de Facebook. Siempre había días en que ella se sentía “un fraude”.

Hasta que decidió creer en ella misma y en sus capacidades, y tomar su lugar en la mesa, como escribió en su libro, que ha inspirado a las mujeres a avanzar en el mundo de los negocios, pese a sus miedos. Hoy, Sandberg sigue ocupando un lugar en todas las listas de las mujeres más ricas y poderosas del planeta.

Sheryl Sandberg.
Directora de operaciones de Facebook.

Desconfianza

Con un MBA de la Universidad de Columbia, Roché alcanzó la cima al convertirse en la primera mujer afroamericana que ocupó la vicepresidencia de Avon. Al asumir este cargo, albergó sentimientos de inferioridad, como ella misma lo relata en su libro The Empress Has No Clothes, de 2013.

De acuerdo con sus propias palabras, había tres cosas que la afectaban: ser negra, la duda permanente sobre su capacidad en relación con sus colegas blancos y su pasado de pobreza. Para comprender lo que ella enfrentó, habló con otros empresarios que compartieron sus experiencias de duda e inseguridad.

Sólo entonces descubrió que la sensación de ser un “impostor” se manifiesta en personas de todas las razas, sea hombre o mujer.

Joyce Roche.
Vicepresidente de Avon.

NOTA DEL EDITOR: Este artículo se publicó en la Revista Expansión 1215, el 15 de julio de 2017.
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