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¿Hacia una recesión de magnitud mundial?

La globalización es sin duda un fenómeno ventajoso para la economía norteamericana; pero también es responsable de la dramática desaceleración que golpea actualmente al mundo.
mar 22 enero 2008 04:40 PM
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Los problemas se esparcen por el mundo. (Dreamstime)

¿Estamos ante la primera recesión globalizada? Creo que sí, pero antes de explicar mis razones quiero dejar claros dos puntos:

Primero, la recesión aún no es un hecho irrefutable: El economista en jefe de Merrill Lynch afirma que ya estamos en recesión; su homólogo en Goldman Sachs dice que la recesión llegará el próximo trimestre; el economista en jefe de Lehman Brothers se mantiene optimista y no espera recesión alguna. No nos preocupemos ahora por ese problemático término, la realidad es que presenciamos una profunda desaceleración de la economía que afectará a millones de personas.

Segundo, sigo siendo un entusiasta de la globalización. Ayuda a más personas de las que perjudica, tanto en EU como en el resto del mundo. Pero no niego que traerá consigo muchos desafíos nuevos, y la situación económica actual parece ser uno de ellos.

La razón por la cual vivimos una grave desaceleración se centra en los consumidores estadounidenses, quienes realmente impulsan la economía. Durante los últimos seis años, ellos se convirtieron en máquinas frenéticas de gastar dinero. Aunque la Bolsa de valores se tambaleara, las tasas de interés aumentaran, las deudas personales crecieran, a pesar de la guerra, las inundaciones y los huracanes… ellos seguían comprando. Sucedía así principalmente porque el valor de su activo más importante, la vivienda, seguía subiendo; y porque los consumidores sentían sus trabajos como algo seguro. Mientras su patrimonio inmobiliario fuera un capital creciente y sus sueldos llegaran cada quincena, ellos seguían comprando y comprando, y la maquinaria económica de EU seguía funcionando.

Y ya sabemos lo que pasó: el valor de las viviendas ha disminuido desde hace tiempo y el escenario laboral se ha deteriorado considerablemente. Lo que realmente eclipsó las expectativas de muchos economistas fue el reporte del Departamento del Trabajo presentado en diciembre, la tasa de desempleo ascendió a un 5% y pocos trabajos fueron creados (sólo 18,000 plazas). Hoy, con un patrimonio inmobiliario y un salario dudosos, los consumidores por fin se han visto obligados a guardar sus tarjetas de crédito. El resultado: tras la temporada navideña multitud de minoristas reportaron caídas en las ventas.

¿Qué tiene que ver todo esto con la globalización? Mucho. Consideremos primero la burbuja inmobiliaria, provocada por el dinero extraordinariamente barato que los prestamistas le entregaban a los prestatarios. Como consecuencia, no había conexión entre los precios de las casas y las rentas o los ingresos.

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La sobreabundancia de dinero barato no venía del bolsillo de los americanos, pues nuestra tasa de ahorro es bajísima. Ese dinero provenía del resto del mundo, provenía de eso que Bernanke llama “un exceso de ahorro global”. Mientras los estadounidenses gastábamos, el resto del mundo ahorraba a tasas altísimas, y esos miles de millones de dólares llegaron al país. Nadie nos obligó a pedir prestado tanto dinero ni a usarlo para pagar nuestras viviendas a precios ridículos; no podemos culpar a nadie más que a nosotros mismos. Pero el hecho es que, sin ese “exceso de ahorro”, no se hubiera presentado la burbuja inmobiliaria ni la consiguiente crisis hipotecaria.

El escenario laboral también tiene una dimensión global. Para una gran parte de los norteamericanos, la globalización significa el advenimiento de un mercado laboral global de gran escala. Millones de personas alrededor del globo pueden competir hoy por los trabajos de EU. Lo que importa destacar es la presencia de esos millones de trabajadores a bajo precio. Esta mano de obra barata atrae a los empleadores para que abran nuevas plazas allá en lugar de crear trabajos aquí. El problema no es, entonces, que se contraten empleados en el extranjero, sino que no se ofrecen plazas laborales aquí.

La globalización favorece a Estados Unidos y al mundo. Pero ello significa que los estadounidenses tenemos que repensar nuestro papel en la economía mundial. Solíamos ser la locomotora que tiraba del tren, y seguimos siéndolo hasta cierto punto. Pero aunque aún influimos sobre la economía global, la nueva realidad nos dice que es la economía global la que influye cada vez más en nosotros.

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