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Private equity, el socio silencioso

Los operadores de fondos son objeto de glamour y buen gusto en EU, pero en México apenas se con la importancia de los fondos de capital privado para el país es mayor de la que se cree.
dom 04 mayo 2008 06:00 AM
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Soros pide que el gobierno de EU estimule la demanda. (Archi

A casi 20 años de la primera inversión de capital privado o private equity en México, esa industria sigue siendo un tema periférico. Fuera de algunos artículos dedicados al tema por esta publicación y algunas otras, private equity todavía es un término que pocos conocen. Aun en las universidades, los estudiantes de posgrado, por ejemplo de maestrías en negocios, generalmente no lo han escuchado.

No es casual que los nombres de los operadores de fondos sean igualmente desconocidos. En cambio, en EU revistas no especializadas, como Vanity Fair, han dedicado portadas y artículos a operadores de fondos, lo que hace accesible el tema para estudiantes, empresarios y hasta quinceañeras que buscan consejos de moda.

La industria del capital privado ha alcanzado a la cultura pop estadounidense, por ejemplo, a través de las comedias románticas del cine. En ‘Pretty Woman’, Richard Gere hace el rol de exitoso millonario que maneja un fondo de private equity. Otro caso es el de Owen Wilson, quien en la película ‘Wedding Crashers’ se hace pasar por inversionista de private equity para impresionar a las encandiladas solteras.

En México, los operadores actuales son un tanto desconocidos y tampoco se sabe quiénes han sido los protagonistas de la industria. Muy pocos miembros de la industria saben que fondos de la talla de Blackstone o Bedminster Capital Management (el brazo de private equity del inversionista George Soros) han participado activamente en el país.

Pocos recuerdan a Hicks, Muse, Tate & Furst que con un solo fondo invirtió cerca de 500 millones de dólares, de 1996 a 1999.  La industria y los jugadores son poco conocidos, y casi nadie sabe cuáles son las compañías con inversiones de private equity aun cuando se trata de marcas o compañías comunes. Quizá la empresa más citada como una firma exitosa que contó con private equity es Cinemex, pero claramente no es la única.

Es posible que la falta de atención que recibe el private equity tenga que ver con la escasez de historias de éxito en las cuales una empresa de reciente creación o un emprendedor alcancen, en pocos años, valuaciones significativas que los lleven a listarse en la Bolsa Mexicana de Valores. Hay más casos de éxito de los que usualmente se conocen. Aun con una Bolsa de Valores deprimida en cuanto al número de ofertas públicas iniciales de acciones, al private equity se le pueden atribuir varias, tales como los lanzamientos de Homex, Promotora Ambiental, Famsa y Axtel, entre otras.

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Quizá la industria está recibiendo la atención que se merece basada en su tamaño y no en el impacto que puede tener en la creación de empresas y el crecimiento económico.


Perfil bajo

La industria de private equity siempre ha tratado de mantener un perfil bajo (a excepción de eventos desafortunados, como la fiesta de 60 años de Steve Schwarzman, fundador de Blackstone, en la biblioteca de Nueva York, en la que Rod Stewart le cantó Happy Birthday). Parte de esto tiene que ver con el hecho de que los fondos no hacen mucha publicidad de las inversiones sino hasta que las liquidan, para no poner en riesgo los resultados. Debido a que no tienen que hacer públicas sus inversiones, la información es elusiva y casi siempre escasa. En países emergentes puede ser aún peor.

Durante muchos años, diferentes expositores en conferencias de private equity sobre México han manejado dos cifras que, de repetirse tanto, se han convertido casi en verdad aunque el argumento realmente es débil. Las dos cifras son: América Latina atrae sólo 1% de las inversiones de private equity y México sólo recibe 10% de todas las inversiones en la región. Hasta hace poco tiempo, esta información –que pasó de presentación de PowerPoint a presentación de PowerPoint con cambio de logos corporativos– dejó de tener validez gracias a un trabajo académico publicado en una revista especializada en el tema, que trata sobre la industria del private equity en México de 1990 a 2006 (Charvel R., A Comprehensive Look at the Private Equity Industry in Mexico 1990-2006, publicado en The Journal of Private Equity de la Universidad de Chicago, otoño 2007).

Este artículo demuestra que México recibió 70% más private equity de 1990 a 2006 de lo que anteriormente se había pensado. El primer resultado cambia la participación regional (América Latina) del private equity en México de 10 a 16%. Pero esto no es solamente una cuestión de cifras ya que encontrar más inversiones trae dos posibles resultados positivos.

El primero es que más inversiones y más transacciones hacen que exista un mejor soporte de prestadores de servicios enfocados en esta industria (desde abogados y fiscalistas especializados, hasta empresarios que entienden sobre el tema), situación que reduce los costos de transacción y, potencialmente, aumenta las posibilidades de éxito. El segundo resultado se basa en un supuesto de signaling. Debido a que ha habido más inversiones de lo que anteriormente se pensaba, es posible asegurar que el resultado de las inversiones de private equity ha sido mejor de lo que anteriormente se pensaba, por lo que los fondos han decidido hacer inversiones adicionales.

Otro hallazgo importante es que estas transacciones fueron generadas por 96 fondos que, probablemente, son un número que sorprendería a los operadores de fondos activos actualmente y también a la Asociación Mexicana de Capital Privado (Amexcap). El giro de estos fondos demuestra una cierta profundidad no sospechada hasta hace poco, ya que hay fondos enfocados en etapas tardías o fondos de private equity, etapas tempranas o fondos de venture capital, bienes raíces (se incluyen sólo fondos que hacen inversiones corporativas en empresas de bienes raíces y no en activos inmobiliarios) conocidos como opportunity funds, Sincas y fondos de financiamiento mezzanine. Hasta ahí las buenas noticias.

De 1990 a 2006, México generó 32% del PIB en Latinoamérica y sólo recibió 16% de las inversiones de private equity. Los grandes ganadores fueron Brasil y, especialmente, Argentina, que atrajeron 29 y 25% de los flujos de capital privado, respectivamente. En el periodo de estudio, Brasil generó 34% del PIB regional y Argentina, sólo 14%. México recibió la mitad del private equity mientras que Argentina, casi el doble de lo que su economía representa en la región.

Quizá la comparación entre el porcentaje del PIB que un país representa dentro de una región y los flujos de private equity que captó no es necesariamente la mejor forma de medir la profundidad de la industria. Una mejor sería medir los montos de fondos de capital privado como porcentaje del PIB.

Según el estudio, los flujos de private equity en el periodo fueron 0.05% del PIB en México, mientras que este porcentaje fue 0.06% y 0.13% para Brasil y Argentina, respectivamente. Este resultado confirma que México ha recibido menos flujos de private equity que otros países similares dentro de la región, aun cuando en el periodo del estudio México firmó el TLCAN, obtuvo el grado de inversión y potencializó el ahorro interno a través de las afore.

Pero ¿cómo está México con respecto a otras economías emergentes fuera de América Latina? La respuesta sigue generando decepción. Israel y Sudáfrica, dos economías emergentes, son el segundo y tercer país que reciben mas private equity como porcentaje del PIB sólo después de Estados Unidos. En Israel, el índice es de 3.20% y en Sudáfrica, de 1.90%. En Estados Unidos asciende a 3.96%.

Lo mejor, por venir

Aunque esto parecería un callejón sin salida (ni entrada) podría esperarse que la industria del private equity en México está en su etapa de formación y que lo mejor está por venir. La razón podría ser que muchos de los fondos que han entrado al país sólo recientemente están alcanzando salidas o están por hacerlo. Si éste es el caso, el buen comportamiento de la industria podría atraer nuevos fondos y nuevas inversiones. El 60% de las inversiones (en monto) se ha realizado en los últimos siete años, por lo que es posible que muchas de estas transacciones todavía no hayan alcanzado salida.

De los 96 fondos de private equity, sólo 17 han sido manejados por un operador que se podría considerar exitoso porque ha podido levantar más de un fondo. Esta idea se basa en este argumento: si un operador quiere levantar capital para el fondo siguiente, los inversionistas pedirán evidencia de los resultados anteriores y sólo invertirán si éstos son buenos. Los restantes 79 fondos no han sido exitosos o no han alcanzado a liquidar sus activos, por lo que no pueden mostrar resultados para levantar un fondo adicional.

Atrás de los 17 fondos exitosos, hay siete operadores que siguen estrategias particulares que quizá tengan un impacto en el resultado positivo de sus operaciones. Los fondos considerados exitosos, según el estudio, han invertido casi 27% del private equity en México. Los fondos que han invertido exitosamente en el país, generalmente han sido manejados por equipos locales (no desde Nueva York), han hecho mas inversiones por fondo y de menor monto (diversificación de riesgo), se han enfocado en empresas en etapas tardías por lo que también han podido tener acceso a deuda de forma más común, situación que normalmente mejora la rentabilidad de las inversiones. La transacción promedio de estos fondos parece ser de 13 millones de dólares (MDD) por inversión; los fondos invierten en 5.4 empresas un monto total de 69.7 MDD.

En la industria en general, la inversión promedio es de 13.8 MDD, los fondos invierten en promedio en 3.4 empresas, un monto total de 46.7 MDD y parecen no enfocarse en empresas en etapas tardías.

A estas alturas del partido, el economista que todos llevamos dentro probablemente ya tenga unas 14 o 15 recomendaciones de política económica para mejorar la rentabilidad de la industria del private equity en México. De forma categórica casi todas las razones se podrían agregar bajo dos definiciones: factores externos al flujo de private equity y factores internos. En los primeros hay elementos como el crecimiento económico, la actividad de la Bolsa de Valores y las tasas de interés. Entre los internos podrían estar temas como la actividad emprendedora, la cultura de negocios y hasta regulaciones enfocadas en limitar o no en dónde se invierte el dinero de los fondos de pensiones.  

Parecería que el private equity en México ha recibido la atención merecida al sólo representar 0.05% del PIB. Sin embargo, la atención a esta industria podría y debería de ser mucho más seria. Para muchos economistas, la actividad emprendedora de un país es realmente el medidor más importante de la salud de una economía. El private equity es considerado, a nivel mundial, como un catalizador de crecimiento de las empresas y, por ende, de las economías, ya que su enfoque es financiar a los emprendedores en las diferentes etapas de la empresa.

Otro aspecto relevante del private equity es que podría ser un medio para que las afore mejoren su rentabilidad, siempre y cuando pudieran invertir en instrumentos que se destinarían no a deuda gubernamental o a índices accionarios extranjeros, sino a financiar el crecimiento de las empresas mexicanas a través de capital.

De todo el private equity que ha entrado a México se estima que sólo 10% viene de fuentes nacionales (principalmente Nafin). Las pensiones de los mexicanos se están usando para financiar el crecimiento del gobierno mexicano, el de las empresas mexicanas grandes que se pueden listar en la Bolsa o, en algunos casos, de empresas extranjeras a través de índices accionarios que se comercian en la Bolsa Mexicana de Valores. Por otro lado, los fondos de pensiones extranjeros que están detrás de los fondos de private equity son los que realmente creen en el crecimiento y financiamiento de las compañías mexicanas y de los emprendedores en las etapas jóvenes de las empresas.

La rentabilidad de las afore, hasta hace un año, oscilaba entre 6 y 7% nominal, mientras el private equity busca alcanzar retornos nominales brutos de 25%.

La inversión en fondos de private equity por parte de las afore no debería de ser solamente una decisión centralizada ya que necesitaría soportarse en una industria de consultores, representantes de mercadeo y otros técnicos que actualmente no existen en México, para evitar los mismo errores que las administradoras de fondos de pensiones  enfrentaron en Chile en los años 90.

Parece que todavía faltan algunos años antes de que Gael García haga en una película mexicana el rol de inversionista de private equity

Pero, sin duda, cada vez estamos más cerca de que varios de los 100 empresarios más importantes de México tengan vínculos más estrechos con la industria del private equity.

Tomado de: Charvel R., A Comprehensive Look at the Private Equity Industry in Mexico (1990-2006), The Journal of Private Equity (Fall 2007) p. 42-53.
* El autor es profesor de asignatura de la materia Private Equity & Ventura Capital en el MBA del ITAM, clase patrocinada por el Fideicomiso Emprendedores de Nafin.

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