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Obama une a Wall Street y la Casa Blanca

El nuevo presidente de EU ganó la presidencia gracias a la crisis financiera; ahora le toca al demócrata sacar a Wall Street del aprieto.
jue 06 noviembre 2008 06:00 AM
Sin Pie de Foto
La Casa Blanca y Wall Street se unen tras la victoria de Oba

Al final, fueron las tribulaciones de Wall Street las que sellaron el acuerdo entre los votantes estadounidenses y Barack Obama.

A lo largo del verano Obama y su oponente republicano John McCain estaban a la par en las encuestas. Pero el 17 de septiembre, luego de que el índice Dow Jones se desplomara 300 puntos tras la noticia de la quiebra de Lehman Brothers y las dificultades de AIG, el senador demócrata repuntó en los sondeos. Y mientras más se agravaba la crisis financiera, más marcada era su ventaja en las preferencias electorales.

Obama se benefició del ambiente político, adverso para cualquier republicano, incluso para John McCain.  Pero también ayudó la reacción que Obama tuvo ante la crisis, convenciendo a muchos de que estaba listo para la presidencia. Las dudas sobre la experiencia del demócrata fueron sustituidas por las dudas sobre el temperamento de McCain.

Después, McCain eligió como compañera de fórmula a la gobernadora de Alaska, Sarah Palin, una figura carismática pero con poco conocimiento sobre temas nacionales e internacionales que finalmente contribuyó al vuelco en las tendencias electorales.

El tiro de gracia provino del propio candidato republicano, que reaccionó de manera cambiante ante la crisis financiera: primero descalificando la intervención de las hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac por el Departamento del Tesoro como “el más reciente trato de favor que se daba en Washington” para posteriormente respaldar la toma de control estatal; suspender su campaña para organizar el plan de rescate; apoyar el salvataje de 700,000 millones de dólares propuesto por Bush y proponer que el gobierno comprara las hipotecas a los propietarios en dificultades. Esas inconsistencias provocaron que, desde la campaña de Obama, se etiquetara a McCain como “impredecible.” 

Por el contrario, el entonces candidato Obama apoyó con cautela las medidas del Tesoro y evitó la tentación de aprovechar la situación para ganar puntos u ofrecer soluciones. Su cuidada imagen de conciliador cauto ganó el favor del público, a la vez más votantes comenzaron a responder a los encuestadores que confiaban en él para gobernar el país.

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Esa fue la imagen que la audiencia comprobó en los tres debates presidenciales: un Obama tranquilo, sereno, incluso ante el panorama desolador de la economía. Así, el candidato demócrata -rodeado de un equipo de asesores- pudo demostrar sus credenciales como potencial presidente cuando los mercados se sumergían en una espiral descendente; mientras que McCain ofrecía otra cara, confiando más en sus instintos que en expertos externos. 

Los consejeros de Obama provenían de muchos frentes: el ex presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker; el multimillonario inversionista Warren Buffet; dos ex secretarios del Tesoro, Lawrence Summers y Robert Rubin; dos ex asesores económicos de la Casa Blanca, Laura Tyson y Gene Sperling; CEOs como Jamie Dimon (JP Morgan), Eric Schmidt (Google), Indra Nooyi (Pepsico); académicos de la talla de Austan Goolsbee de la Universidad de Chicago y Jeffrey Liebman de Harvard. Y coordinando todos este equipo un joven pero brillante economista: Jason Furman.

Los presidentes pueden juzgarse por las personas que los acompañan, es decir, por el viejo dicho “dime con quién andas y te diré quién eres.”  Sarah Palin así lo entendió cuando acusó a Obama de “relacionarse con terroristas”, refiriéndose a William Ayers, quien alguna vez fuera miembro del violento grupo Weather Underground. Y así lo entendieron los republicanos cuando emitieron un anuncio donde Jeremiah Wright -pastor de la iglesia a la que acudía Obama- exclamaba “que Dios no bendiga a Estados Unidos, que lo maldiga.”

Pero si vamos a juzgar a Obama por las personas que lo rodearon durante su campaña, se nos revela un modo de gobernar diferente. Su equipo de consejeros es sagaz y experimentado, y sugiere una sensibilidad más centrista que la de su propia retórica de campaña. “Estoy muy impresionado por la calidad de las personas que rodean a Obama, hay mucha esperanza en que no caerán en un camino partidista” admite el asesor económico de McCain, Kevin Hassett.

Esperemos que así sea, a pesar de la victoria que el partido demócrata cosechó también en el poder legislativo. Obama lo dijo en su primer discurso como presidente, él no quería gobernar “una colección de estados rojos y estados azules… sino a los Estados Unidos de América.” Y prometió hacerlo “con mesura y humildad” y determinación para escuchar a sus oponentes.

Wall Street y la Casa Blanca, un matrimonio difícil
Hace casi dos años, cuando Obama anunció en el Capitolio de Illinois sus intenciones de competir por la presidencia, el joven senador mencionó solamente una vez a los líderes empresariales, al referirse a la planta fundidora cerrada por “distantes ejecutivos” que trajo desempleo al barrio de Chicago donde organizaba programas comunitarios.

A lo largo de su larga campaña presidencial, sus discursos estuvieron salpicados con referencias a la “codicia” de Wall Street y a los elevados sueldos de los altos ejecutivos. Pero hoy, los vientos de la historia están a punto de traer un maridaje entre el presidente electo Barack Obama y el mundo corporativo, mientras éste intenta salvar al país de una crisis crediticia y una recesión que será la más larga y profunda desde 1930.

“El futuro de ustedes está inextricablemente unido al futuro de Estados Unidos” le dijo Obama a la comunidad financiera de Wall Street hace un año.

Bien, pues ese futuro también está inextricablemente unido al futuro de la Casa Blanca de Barack Obama.

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