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Dólar y peso: una historia inconclusa

El peso ha registrado una recuperación frente a la moneda estadounidense en las últimas jornadas; pero la volatilidad del tipo de cambio seguirá debido a los malos resultados de la economía de EU.
jue 19 marzo 2009 06:00 AM
La depreciación del peso y las altas tasas de interés dificultan a las firmas pagar sus deudas. (Foto: Archivo)
Peso (Foto: Archivo)

La reciente recuperación del peso mexicano frente al dólar norteamericano ha despertado expectativas positivas tanto para algunos analistas económicos y financieros como para un grupo amplio de inversionistas. La reacción es entendible ya que desde un nivel mínimo de 9.88 pesos por dólar alcanzado en agosto 2008, el peso había sido abatido de manera sistemática hasta ubicarse en una cotización promedio de 15.5 pesos por dólar para principios del presente mes.

La ganancia de la paridad cambiaria en la última semana no ha sido cualquier cosa, el peso reconquistó más de un peso en su valoración frente al dólar, situación que revirtió la tendencia negativa del último semestre. No obstante debe mencionarse que la reciente depreciación del peso reflejó un problema de fondo para la economía mexicana, y es que su pérdida de valor fue prácticamente universal respecto a las monedas más importantes de la economía global, reflejando con ello una pérdida de competitividad que no es únicamente coyuntural, sino que también tiene sus raíces en las estructuras productivas y financieras de la nación.

En principio, se piensa que el tipo de cambio peso-dólar se encuentra condicionado por la libre oferta y demanda de la moneda, teniendo como resultado una paridad que refleja la interacción de las fuerzas del mercado. En contra sentido con lo anterior, los recientes acontecimientos han mostrado que en realidad se observa una flotación "sucia", o en otras palabras que la autoridad monetaria nacional (Banco de México) interviene para evitar que el peso de deprecie más allá de lo que el banco central estima adecuado, y lo cual no es algo claramente visible.

En este sentido las tres medidas recientemente anunciadas por la institución no hacen sino reflejar la preocupación que el Banco de México tiene sobre las presiones que el peso ha sufrido en los últimos meses. La primera medida se refiere a que el sector público está dispuesto a enviar al mercado los 19,000 millones de dólares que por ingresos petroleros y contratación de deuda estima recibir en 2009.  La segunda es una inyección mañanera de 100 millones de dólares diarios al tipo de cambio del mercado mediante un mecanismo de subasta. Finalmente ofrecerá  otros 300 millones de dólares a un tipo de cambio 2% superior al cierre del día previo. Debe adicionarse que las medidas citadas anteriormente no descartan la posibilidad de que el Banco de México pudiese intervenir discrecionalmente en caso de juzgarse necesario para evitar una depreciación del peso mayor.

Sin duda lo descrito refleja dos cosas: la preocupación del banco central por la evolución de la moneda y el hecho de que la cotización del tipo de cambio no es libre. Los argumentos para justificar la intervención son varios, particularmente evidentes son la  inflación y la especulación, en donde se ha dicho que lo último es el motor de la pérdida de valor del peso mexicano. Por el lado de la inflación los efectos de la depreciación ya se están sintiendo y de continuar la depreciación del peso podrían mantenerse durante todo el año. En el caso de la especulación curiosamente es precisamente el Banco de México quien se ha negado a informar sobre las empresas o personas que se han beneficiado con la inyección de los dólares que ha realizado, en donde cifras preliminares ya ubican en cerca de 20,000 millones de dólares dicha intervención. Si bien la última cifra no es menor ¿puede considerársele como la causa de que el peso detuviera su abrupta caída?

Lamentablemente los indicadores financieros y económicos parecen no dar pie para pensar que es la actuación del Banco de México a lo que debe atribuirse la reciente apreciación del peso. Inquietante es el hecho de que parte de la explicación radica en eventos acontecidos en Estados Unidos. Primeramente, el anuncio de los resultados bimestrales positivos de Citigroup detuvo, al menos temporalmente, el cisma que se ha suscitado tanto para la entidad como para el resto del sistema bancario internacional. Después de rondar el valor mínimo de un dólar por acción, el rescate del gobierno estadounidense y un reporte bimestral inusual de ganancias estimadas por 19 mil millones de dólares han llevado el valor de la acción del Citigroup hasta los 3 dólares, situación que ha contribuido a mejorar la expectativa que se tiene en los mercados financieros.

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De igual manera, los mercados han visto con optimismo los resultados de algunas variables macroeconómicas en Estados Unidos, tales como los permisos e inicios de construcción de casas nuevas o las ventas al menudeo. En el primer caso, porque existió un aumento en los inicios de construcción por más de 100,000 (medidas anualmente) y en el segundo debido a que la disminución en las ventas fue marginal (-0.1%).  La recepción de los resultados económicos por parte de los mercados bursátiles en Estados Unidos fue ampliamente positiva, llevando el índice del Dow  Jones de 6,547 puntos observados para el 9 de marzo a 7,395  para el 17 del mismo mes.  La evolución del Nasdaq y del S&P 500 también se vio favorecida por esta racha de expectativas positivas. En el caso de la Bolsa Mexicana de Valores, el 9 de marzo también se tradujo en el inicio de esta incipiente recuperación: de los 16,964 puntos en los que se encontraba, elevó su valor hasta los 19,325 observados el pasado día 17. Sin duda los flujos financieros asociados a la recuperación bursátil han permitido una disminución en la presión que el peso enfrentó en los últimos meses, no obstante ¿es el fin de esta historia?

Lamentablemente la respuesta a la interrogante anterior es negativa, y las razones netamente económicas y financieras se encuentran en el hecho de que la volatilidad  permanecerá por algunos meses más, fundamentalmente porque la especulación positiva se ha presenciado volteará su dirección cuando los resultados negativos de la economía estadounidense continúen fluyendo. En la semana corriente se conoció el resultado de su producción industrial para el mes de febrero y en la cual se ha profundizando el ciclo negativo. Los reportes por venir de empleo no serán positivos, principalmente porque las solicitudes de seguro de desempleo mantienen un promedio semanal elevado (650,000). De igual manera, deberá tenerse atención en la producción automotriz, la venta de casas nuevas y usadas, y los reportes trimestrales de las empresas para la primera parte del año, ya que de ellas se desprenderán los datos duros que indicaran el futuro de la economía estadounidense y con ello del resto del mundo, particularmente de México.

No se debe olvidar que parte del problema se encuentra en la especulación que algunos grupos propiciaron, y que les llevaron a invertir en una ingeniería altamente desregulada como son los derivados financieros que hoy cimbran la estabilidad global. Cuando se toma en cuenta que su magnitud representó cerca de 1.4 trillones de dólares mientras que el PIB mundial era de solamente 54 billones de dólares, queda en evidencia que en los siguientes meses deberá atenderse la cuestión de si el sistema bancario y las empresas involucradas podrán resolver este problema con el menor daño posible.

Las decisiones que tomen los inversionistas se desprenderán de la configuración del escenario previo y los flujos de capital que se generen serán una consecuencia de lo mismo, por lo que la evolución del tipo de cambio peso-dólar también estará condicionada por los resultados citados y en donde la actuación de las autoridades económicas y financieras mexicanas podría ser un paliativo ante un escenario negativo, pero no sería una solución de fondo principalmente debido a que las fuerzas que se encuentran alrededor de esquemas como los derivados financieros rebasan con mucho las capacidades de la política económica nacional.

* El autor es profesor del Departamento de Finanzas y Economía del Tecnológico de Monterrey, campus Estado de México. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores y se ha desempeñado laboralmente en los sectores privado, académico y público, en este último como Subdirector de Análisis Macroeconómico en la Secretaria de Hacienda y Crédito Público.

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