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El euro-daño: llegó la hora de pagar

¿Las naciones europeas estarían mejor sin la divisa común? ¿El uso del euro es una utopía? te presentamos los puntos clave que han llevado a naciones como Grecia al derrumbe de sus finanzas.
lun 07 junio 2010 06:01 AM
“Y la volatilidad es mala para el crecimiento. Este no es un juego de suma cero, este es un juego de suma negativa”, dijo Stiglitz. (Foto: AP)
BCE banco central europeo alemania grecia crisis (Foto: AP)

A finales de la década de los noventa, mientras la Unión Europea completaba su gran plan para tener una moneda única, llamé a Milton Friedman en el Instituto Hoover para preguntarle sobre los monetaristas más influyentes del siglo XX, y para que me dijera cómo creía que el euro transformaría a Europa. Sin duda respondió mi llamada y mis dudas, como siempre lo ha hecho.

Pero me impresionó cuando su respuesta parecía negar lo inevitable; me dijo entre risas: "¿aceptarías los cargos de Milton?", y después, con tono serio, agregó que no habría una moneda única en Europa. "Estados Unidos es una zona de apropiación para una moneda única, y Europa no lo es, porque sus países son muy distintos en cuanto a productividad e inflación. El euro será un desastre tal que esto nunca ocurrirá".

Claro que la predicción de Milton, de que el euro expiraría como un sueño utópico, estuvo muy equivocada. El 31 de diciembre de 1998, el euro remplazó al marco alemán, al franco y a la lira, y ahora domina 16 países desde Austria, Irlanda y Portugal.

Pero Friedman tenía razón sobre la economía. Hoy en día , Grecia está al borde del fracaso, los rendimientos de los bonos en toda Europa están volando y los inversionistas globales están abandonando la moneda que alguna vez retó la supremacía del dólar. Es poco probable que el paquete de rescate de un billón de dólares del FMI y de la Comunidad Económica Europea evite que Grecia incumpla una gran porción de sus deudas extranjeras . Incluso es posible que Grecia, Portugal y otros países en problemas abandonen el euro , un panorama que era impensable hace sólo unos meses.

Por ahora es imposible decir si la zona del euro caerá, y si regresarán las antiguas divisas como el dracma (griego), el escudo (portugués) y a la peseta (española). El futuro del euro es incierto, pero el legado de once años de la unión monetaria de las economías más débiles de Europa cada vez lo vuelve más crudamente real.

Aumento en los costos y crédito fácil

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Esas naciones, los líderes del Mediterráneo como Grecia, España e Italia, no están en mejores condiciones, y talvez están peor hoy que si hubieran conservado sus monedas hace 10 años. "La introducción de euro creó señales equivocadas y distorsionadas", dijo Uri Dadush, economista de Carnegie Endowment en Washington, DC, y autor del excelente estudio El paradigma perdido: el euro en crisis. "El euro generó beneficios como la reducción de los costos de transacción, pero también causó varios problemas importantes que ahora enfrentan estos países".

La unión monetaria ha dañado sus economías en dos formas principales: primero, los préstamos de bajo costo que hicieron que el euro se viera atractivo ocasionaron un boom en sus consumos nacionales, lo que elevó tremendamente los costos, sobre todo, los laborales . Esto bajó la competitividad en comparación con los miembros más fuertes de la eurozona, como Alemania y Francia, y en comparación con los países que no se unieron al euro, sobre todo Gran Bretaña y Suecia.

Además, este crédito fácil permitió que los gobiernos tomaran dinero prestado y lo gastaran de forma fastuosa , por lo que ahora lidian con niveles de deuda potencialmente destructivos. Friedman predijo ambos problemas, y, como me dijo, una política monetaria única y tasas de interés para todos no pueden funcionar en economías tan distintas como la de la poderosa Alemania y la de las tambaleantes Grecia y España.

Las cifras de antes y después cuentan la historia, pero nosotros nos concentraremos en cuatro países que eran débiles antes del euro y están en peligro hoy: Italia, España, Grecia y Portugal. También veremos problemas en Irlanda, una economía más fuerte que ha sufrido por las mismas malas señales que afectaron a sus vecinos más débiles. Estos países generan cerca de una tercera parte del Producto Interno Bruto (PIB) de toda la eurozona.

Para determinar si el euro ha fortalecido o debilitado a estos países, analizaremos las métricas cruciales: la deuda pública y el gasto gubernamental, ambas medidas como una proporción del PIB, y la competitividad, calculada por los costos de producción en comparación con sus socios comerciales.

Ya pasaron los buenos tiempos

Bajo los tres criterios, estos países lucen peor hoy que antes de entrar al euro, sobre todo, en la medida crítica de la competitividad. En cuanto al aumento de la deuda gubernamental, Grecia está plagada de ese problema. En 1998, la proporción de deuda al PIB de Grecia era grande pero manejable: 96%. Para 2010, el FMI predice que alcanzará 133%. La cifra ha crecido de 52% a más de 87% en Portugal y de 54% a 79% en Irlanda. En Italia, el nivel de la deuda bajo el euro ha crecido de 115% a incluso más, 119%. España está alrededor de 67%, pero la carga se ha casi duplicado en dos años , y sufre de niveles extremadamente altos de préstamos privados.

Bajo el euro, estos países también han visto un aumento significativo en el gasto gubernamental; a menos que esto cambie, la carga podría afectar su crecimiento futuro.

En 1998, los gastos públicos representaron el 38% del ingreso nacional de Grecia y 40% en Portugal. En 2010, las cifras fueron 50.4% y 49%. En España y en Italia, el gasto ha aumentado de 6.7% y 2.5% respectivamente, a 44% y 51%. Irlanda, que alguna vez tuvo un modelo de prudencia, ha entrado a la liga del sur, con el Gobierno absorbiendo 46.6% del PIB en comparación del 31% en 1998.

La recesión está aumentando estas proporciones por las pronunciadas caídas del PIB, pero para estos países está siendo muy difícil bajar los gastos fastuosos que comenzaron con el boom de las recepciones fiscales durante las épocas de bonanza.

Las economías del Mediterráneo también han perdido terreno en la competitividad con sus socios comerciales más fuertes. Sus costos de manufactura, sobre todo en las exportaciones (desde computadoras hasta piezas de aislamiento) han aumentado en comparación con sus socios más fuertes, sobre todo Alemania y Gran Bretaña. La mejor medida es el Tasa de Intercambio Efectiva Real (REER) calculada por la Comunidad Económica Europea. Su principal componente es el costo laboral, medido en la moneda del país, en este caso, el euro. El REER compara los costos en 35 economías principales.

Desde 1989, las calificaciones de efectividad han caído 9% en Grecia, 16% en España e Italia, y 26% en Irlanda, quien era conocido por ser un exportador fuerte. Ahora, todos luchan contra costos entre 16% y 31% por encima de la norma de 35 naciones. Según el índice, la mano de obra y otros gastos en España e Italia son un tercio mayores que en el Reino Unido. 

De mal a peor

Es importante entender que las economías al sur de Europa eran débiles antes de la llegada del euro; todas padecían estrictas leyes laborales, regulaciones costosas y burocráticas en los negocios e industrias grandes controladas por el Gobierno.

"Constantemente devaluaban su moneda para mantener su competitividad", dijo Steve Hanke, economista en Johns Hopkins. Estas naciones necesitaban mercados laborales más flexibles para elevar sus niveles de productividad y menor gasto gubernamental para detener su crónica inflación alta, pues los gobiernos solían absorber todo el abasto de dinero para pagar deudas extranjeras en pesetas o liras menos costosas.

¿Cómo es que este concepto tan noble y aclamado salió mal? Antes de que estos países se unieran al euro, las tasas de interés eran de cifras en las decenas , y en promedio eran de el doble en Alemania. Estas tasas reflejaban sus altos niveles de inflación, y los riesgos para prestar a negocios en estas inestables economías erráticas y a los gobiernos vulnerables al gasto excesivo.

Pero cuando el euro debutó en 1999, el panorama cambió, o al menos así lo pareció: las tasas de interés de la mayoría de los países bajaron cerca de los niveles de las de Alemania. En promedio, la reducción era de entre 3% y 5%, y de pronto fue menos costoso obtener una hipoteca, pedir préstamos en tarjetas de crédito u obtener un préstamo para un auto. El crédito no sólo era más barato sino también más abundante. 

"En España, las tasas de inflación eran tal altas que era muy difícil obtener una hipoteca, sobre todo un préstamos a largo plazo, pero con el euro, los préstamos a largo plazo fueron más fáciles de obtener", dijo Hanke.

Los inversionistas en Europa y en todo el mundo se vieron optimistas por el futuro de países como Italia España y Portugal. En teoría, como esos países podrían pedir prestado con las tasas de Alemania (ahora que su costo de capital había bajado), se acercaron más a los estándares de vida de Alemania y Francia muy rápido, y lograron tasas de crecimiento mayores a las de sus vecinos del norte durante varios años. 

El concepto se llamó "convergencia", "Había una creencia ingenua de que las tasas alemanas podrían traer los estándares de vida de Alemania", dijo Barry Eichengreen, economista en la Universidad de California en Berkeley.

Ganancias a corto plazo, dolor a largo plazo

Por algún tiempo pareció que la convergencia era un milagro. De 2002 a 2007, algunos de esos países presenciaron un crecimiento impresionante: Grecia y España crecieron entre 4.3% y 3.5%, e Irlanda 6.5%, encogiendo el promedio de la UE de cerca de 2%.

El problema fue el tipo de crecimiento que trajo el euro: el boom no surgió de la producción de exportaciones de bajo precio, sino del festín en el consumo nacional. Los negocios explotaron por los restaurantes, paisajistas, peinadores, niñeras y hoteles, y el boom más sonoro se dio en los bienes raíces. España e Irlanda multiplicaron la producción de hogares en las zonas suburbanas de Dublín y Costa del Sol.

El aumento en la demanda nacional aumentó los precios; el principal problema fue un déficit de mano de otra. Una debilidad de Europa es la falta de movilidad de mano de obra. Cuando España necesitaba trabajadores, no llegaban de Francia o Bélgica, donde hay menos trabajo, como lo hacen los trabajadores de Nueva York que van a Texas. Por lo tanto, los costos laborales aumentaron, encabezados por el sector gubernamental, pero incluso con el aumento de los precios, el festín no paró. La nueva inflación no logró elevar las tasas y ahogó el boom, el curso natural de cualquier país con su propia moneda.

Dadush lo resume a que "hubo un crecimiento chueco de los servicios y los bienes raíces, y las exportaciones se volvieron cada vez menos competitivas por el aumento de los costos laborales".

Pero esa fue la mitad del problema: los ingresos fiscales llegaban de las transacciones de bienes raíces y del aumento de los sueldos, y los gobiernos gastaban todo el dinero como si los ingresos hubieran cambiado permanentemente a un plano mayor. El Banco Central Europeo (BCE) alimentó esta locura, pues puede ajustar las políticas monetarias y las tasas de interés según las necesidades los países individuales, así que mantuvo los costos de préstamos demasiado bajos para aumentar el crecimiento en Alemania y en Francia. Esto ayudó a esos países, pero infló las burbujas en los países del sur y en Irlanda. 

Todo terminó cuando el Banco Central Europeo temió por una inflación y optó por una postura más restrictiva. El aumento de las tasas de interés destruyó la burbuja de los bienes raíces y los ingresos fiscales colapsaron.

Pero, en vez de bajar el gasto, Grecia, Irlanda y otros países siguieron pidiendo préstamos para compensar la diferencia, y con tasas más altas pero a un costo menor al que eran forzados a pagar con su propia moneda. Como resultado, los gobiernos se esforzaron poco por revertir los enormes aumentos en los gastos que ocurrieron durante el boom

Financiando el futuro

Las burbujas domésticas dejaron una carga que será difícil de quitar: los altos costos que soportan su capacidad de exportaciones, y los devastadores niveles de la deuda gubernamental (excepto en España, donde la deuda federal aún es controlable pero la deuda del consumidor y corporativa es atroz). Eichengreen dice que estos países importaron las tasas de Alemania pero no su productividad ni flexibilidad.

Pero no digamos que una España, un Portugal o una Grecia podrían ser prósperos ahora de no haber entrado al euro. Es más probable que aún estuvieran sufriendo por mercados laborales rígidos y devaluaciones en serie. El punto es que sus costos, la deuda y el gasto gubernamental, probablemente serían más bajos. 

Ahora deben enfrentar los problemas inducidos por el euro y al mismo tiempo intentar lo que nunca han logrado hacer: aumentar la productividad quitando regulaciones en sus economías. Si esos países tuvieran su propia moneda hoy, podrían devaluarse entre 20% y 30% y alinear rápidamente los costos de sus exportaciones con productos de los países contra los que compiten, pero el euro no les da esa opción.

Por lo tanto, su única opción es bajar los salarios con años de deflación y alto desempleo. La pregunta es si lograrán hacerlo. Los trabajadores están demostrando en las calles de Atenas que se oponen a la reducción de los salarios; en España y otros países, los sindicatos fuertes y el sistema de indexación que eleva los salarios en automático dificultará enormemente reducir los costos laborales.

Quienes apoyan al euro esperan que Grecia y otros países impongan una disciplina en el gasto y en los salarios, bajo presión de la Comunidad Económica Europea y del FMI. De hecho, varios países asiáticos se volvieron más responsables en materia fiscal después de su crisis crediticia de 1999. Por ahora, las ruinas están haciendo que los participantes hablen sobre volverse más serios y responsables; es improbable que se repitan los excesos del pasado.

Pero no es imposible: cuando Europa se recupere, los incentivos perversos que ofrece el euro serán una amenaza. Mientras los gobiernos puedan seguir tomando préstamos de bajo costo, y las compañías y los consumidores puedan obtener hipotecas o préstamos corporativos por debajo de su tasa de inflación, Europa siempre será vulnerable a otro boom sintético que se asemeja a la prosperidad real, después de otra explosión.

Milton diría: ¡se los dije! Y estaría en lo cierto.

 

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*La gráfica muestra la deuda en relación al Producto Interno Bruto (GDP por sus siglas en inglés) mostrado en porcentaje.

Fuente: Datos de Fortune.

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