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Recordando a Copenhague y su Acuerdo

La conferencia de Cambio Climático de 2009 fue un buen esfuerzo político, dice Jesús González; los países hicieron por un acuerdo viculatorio y pragmático, sin intenciones de un conceso total.
jue 10 junio 2010 06:05 AM
Hay quienes afirman que el cambio climático y el calentamiento global no tienen su origen en la actividad humana. (Foto: Archivo Reuters)
Copenhague (Foto: Archivo Reuters)

La Conferencia del Cambio Climático de las Naciones Unidas que tuvo lugar en Copenhague en diciembre de 2009, (COP 15, por sus siglas en inglés), marcó un punto crucial en la historia del debate sobre el cambio climático.

La conferencia y las negociaciones previas sobre el cambio climático eran críticas, y tal vez ésta era la última oportunidad para desarrollar e implementar tanto una respuesta global al cambio climático como una serie de acuerdos obligatorios cuyo alcance iría más allá del año 2012, cuando vence el periodo del primer compromiso del Protocolo de Kyoto.

Se preveía que estas negociaciones serían difíciles y, de hecho, así fueron. Para mediados de la segunda semana de la conferencia, las negociaciones prácticamente se estancaron. Doce días de frustración culminaron en dos días de negociaciones directas entre líderes que insistieron en no irse sin haber llegado a algún tipo de acuerdo.

Finalmente se llegó a un compromiso en el último momento y se redactó el Acuerdo de Copenhague . A pesar de que no es un acuerdo vinculatorio, refleja el consenso político internacional de que debe existir una respuesta mundial a largo plazo frente al cambio climático. El Acuerdo de Copenhague difiere del Protocolo de Kyoto de forma importante. Es de gran significado el hecho de que tiene un enfoque más pragmático y menos democrático. En vez de tratar que más de 192 países se pongan de acuerdo en todo, el Acuerdo reconoce que el cambio climático deberán resolverlo las naciones e instituciones que tengan la mayor capacidad para enfrentar tanto el asunto de adaptación como el de mitigación.

¿Por qué este enfoque? Resulta claro en el debate político sobre el cambio climático que las naciones que históricamente han sido los que mayormente emiten CO2 son las mismas que cuentan con la mayor cantidad de recursos y la capacidad para reducir sus emisiones y promover soluciones novedosas. Estas realidades económicas y políticas posiblemente hayan desviado el enfoque hacia uno más meritocrático; además de los conceptos de "responsabilidad diferenciada" y de capacidades respectivas, las características clave del Protocolo de Kyoto, permanecen.

Muchos consideran al Acuerdo de Copenhague como un reconocimiento realista de la naturaleza global del cambio climático y del papel que las finanzas a nivel internacional juegan para resolverlo.

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El proceso mediante el cual se creó el Acuerdo es importante debido a que marcó un importante cambio en el equilibrio de poder en las negociaciones del cambio climático global. Por primera vez, las principales naciones en desarrollo como son Brasil, China, India y Sudáfrica tuvieron igual peso que las naciones desarrolladas. Otro aspecto que fue innovador es el programa de acciones a tomar: el texto indica que los acuerdos entran en operación de manera inmediata, debiendo las naciones presentar sus planes de acción a más tardar el 31 de enero de 2010 e iniciar trabajos para establecer el Fondo Mundial para el Cambio Climático (Fondo Verde).

A pesar de que no se llegó a un acuerdo formal, el Acuerdo de Copenhague representa un giro político en el esfuerzo mundial para abordar el cambio climático. Se ha formulado una meta clara a largo plazo, provocó objetivos y planes de acción de los países que representan más del 80% del consumo mundial relacionado con las emisiones de CO2, y ofreció la posibilidad de un apoyo muy importante a los países en desarrollo. En conjunto, representa una llamada de atención en términos de cómo el mundo hace negocios.

El reto para avanzar será la creación de un marco jurídico e institucional eficaz que estimule la innovación y ayude a empresas y gobiernos a lograr los objetivos colectivos de sustentabilidad.

* El autor es socio de Asesoría a Cargo de la Práctica de Desarrollo Sustentable de KPMG en México.

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