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¿Inevitable otro estímulo para EU?

En medio de las negociaciones para evitar el precipicio fiscal se avecina un nuevo estímulo; la expiración de impuestos y seguro de desempleo puede generar una presión fiscal sin un estímulo.
sáb 01 diciembre 2012 06:01 AM
El equipo de campaña de Obama dijo que decidió devolver las donaciones hechas por los hermanos Cardona. (Foto: AP)
Obama (Foto: AP)

La Casa Blanca debería estar complacida. Hasta el momento, las negociaciones en torno al precipicio fiscal progresan casi exactamente como los funcionarios de la administración anticiparon que lo harían cuando planificaron el periodo post-electoral. 

El muro de la oposición republicana a cualquier nueva recaudación fiscal se está desmoronando; los líderes empresariales -con los que  Obama antagonizó en su primer mandato- están ayudando a cimentar su argumento a favor de un enfoque equilibrado para reducir el déficit; y la Casa Blanca está movilizando el músculo de los grupos progresistas para montar su estrategia a fin de venderle un acuerdo al Congreso.

Este parecería ser el momento ideal para que la Casa Blanca introduzca la que ha sido su otra gran prioridad en estas conversaciones: nuevas e importantes inversiones en infraestructura y otros estímulos al gasto diseñados para apuntalar la recuperación, a la vez que se satisfacen con dinero barato algunas de las necesidades aplazadas desde hace tiempo.

Entre las cosas que podrían hacerse con esas propuestas de gasto está el ‘American Jobs Act', un proyecto de ley de 447,000 millones de dólares que debutó el pasado otoño y desde entonces se ha mantenido como la columna vertebral del plan de Obama para el empleo. Pero Obama no le obsequió mucha atención durante la campaña electoral y apenas ha pronunciado una palabra al respecto tras su reelección.

¿Por qué?

Es posible que el equipo de Obama haya decidido que la partida que actualmente disputan contra los republicanos en el Congreso sobre las características de un acuerdo presupuestal es lo suficientemente compleja sin añadirle otro polémico tema. Insistir en el gasto en el contexto de un debate sobre el déficit enturbiaría ciertamente el mensaje de la administración sobre la necesidad de subir los impuestos a los ricos a fin de repartir equitativamente la carga de austeridad.

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La Casa Blanca ha dejado claro que su prioridad en el pulso sobre el precipicio fiscal es llegar a un gran acuerdo sobre el déficit, en sus propios términos.

Además, la urgencia de darle a la economía estadounidense una nueva y costosa inyección puede estar disminuyendo a medida que la recuperación muestra síntomas de ganar tracción .

La tasa de desempleo se encuentra en una trayectoria incuestionablemente descendente. El mercado de la vivienda, por mucho tiempo una rémora para la economía, ahora está ayudando a impulsar la recuperación. La confianza del consumidor recién alcanzó un nivel máximo post-recesión. Y la economía creció a una tasa mayor de la esperada de 2.7% en el tercer trimestre.

"En este momento, el mejor estímulo sería conseguir un acuerdo bipartidista que no imponga demasiada austeridad demasiado rápido", opina Mark Hopkins, economista senior de Moody's Analytics.

Su equipo de analistas asume una previsión más rosa que la del consenso: suponiendo que ese acuerdo se produzca, ven un crecimiento persistente del 2% para el próximo año, seguido por un aumento significativo en 2014 de 3.9%, y luego 4.2% en 2015.

Otros no son tan optimistas. Jared Bernstein, quien se desempeñó como el principal asesor económico del vicepresidente Joe Biden hasta el año pasado, sostiene que el lento crecimiento se debe a factores estructurales y que las nuevas inversiones en bienes públicos son tan necesarias como siempre.

"Un gran acuerdo presupuestario sería genial, pero no hay que perder de vista lo que tenemos justo frente a nosotros: una economía que por fin ha ganado un poco de momentum pero la bicicleta sigue siendo inestable", dice Bernstein.

Además, ahora que la exención temporal en los impuestos sobre nómina y el seguro de desempleo expiran a finales de año, no añadir ningún estímulo nuevo para 2013 resultaría en una presión fiscal.

Bernstein dice que cree que el "impulso keynesiano" está vivito y coleando entre los cerebros económicos de la Casa Blanca, sólo compite con la política del momento, que resulta estar orientada a la austeridad. "Eso lo hace mucho más difícil, pero este es un momento pésimo para soltar el acelerador", dice.

Obama ya ha dado señales de apostarle a nuevas inversiones. Este lunes, Alan Krueger, quien preside el Consejo de Asesores Económicos de Obama, dijo a periodistas que "la mejor manera de fortalecer la economía es a través de una combinación de políticas que apoyen la economía en el corto plazo -como las propuestas por el presidente encaminadas a invertir más en infraestructura- y que a la vez nos sitúen en una senda fiscal sostenible".

La Casa Blanca, en esa misma línea, reiteró este martes un llamado para establecer nuevas exenciones fiscales por 30,000 millones de dólares, destinadas a alentar a las empresas a contratar e invertir.

Tal vez esa sea sólo una jugada para abrir el debate. Como referencia, sin embargo, consideremos lo siguiente: Hace casi cinco años, cuando la economía comenzó a mostrar signos de deterioro, los mismos congresistas que legislan hoy negociaron un paquete de estímulo de 168,000 millones de dólares, que atravesó las dos cámaras con amplias mayorías y fue firmado por un presidente republicano.

Hay que mencionar que la dinámica política era entonces muy diferente. Ese proyecto de ley se presentó antes de que el gasto gubernamental de emergencia disparara la ratio de deuda-PIB, generando en el proceso un movimiento anti-gasto.

Pero el panorama económico también era diferente, pues aunque la economía se contraía por primera vez desde que estalló la burbuja de las puntocom, el desempleo se mantenía en torno al 5%. Hubiera sido muy difícil imaginar los colapsos de Bear Stearns y Lehman en los meses posteriores.

Aparte del nivel de nuevos estímulos que la economía podría necesitar ahora, nuestras deficientes carreteras, puentes, escuelas y similares no se van a reparar por sí solas.

"Un plan que le permitiera al Gobierno federal tomar ventaja del hecho de que puede pedir prestado sin ningún costo es casi una obviedad", dice Hopkins. "Es un matrimonio del estilo keynesiano de estímulo de la demanda combinado con una comprensión práctica de que necesitamos inversión y la hora para invertir es ahora".

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