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México, el nuevo ‘tigre’ económico

Observadores internos y externos prevén una revitalización económica bajo el gobierno de Peña Nieto; la aprobación de reformas estructurales mejoraría la imagen del país ante la mirada mundial.
mar 05 febrero 2013 06:01 AM
La administración de Enrique Peña Nieto tendrá que combatir las finanzas del crimen organizado. (Foto: Reuters)
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No hay ninguna gran tienda que sea más mexicana que Sanborns. Con su colección bastante inconexa de chocolates, joyas y revistas, y sus cafeterías atendidas por meseras vestidas con faldas folclóricas, la cadena minorista ha sido durante mucho tiempo un símbolo de la tradición casera.

Pero a pesar de su caótico encanto y su aspecto sobrio, Sanborns, propiedad de Carlos Slim, el hombre más rico del mundo, ahora también está convirtiéndose en un símbolo del recién descubierto dinamismo económico de México.

Este mes, Slim confirmó que enlistaría a Sanborns en el mercado bursátil para recaudar unos 800 millones de dólares. La idea, dijo, era tomar ventaja de las altas valoraciones de las acciones y usar el dinero para servir a la creciente prosperidad de la clase media del país.

Los planes de Sanborns de entrar a la Bolsa llegan en momentos en que el país se está convirtiendo en el nuevo favorito de los inversores internacionales, emergiendo de la sombra de Brasil, cuya economía ha perdido su brillo. La economía de México creció casi un 4% el año pasado, casi el doble de la tasa promedio de crecimiento anual de este siglo.

Este mes, Larry Fink, quien dirige BlackRock, la mayor firma de gestión de activos del mundo, llamó a México una "increíble historia de crecimiento". Lisa Schineller de Standard & Poors, la agencia de calificación, dice que la calificación de deuda soberana BBB del país podría recibir una mejora si México aprueba reformas estructurales decisivas.

Los inversionistas extranjeros han invertido dinero a raudales. Durante los primeros nueve meses de 2012, canalizaron 57,000 millones de dólares hacia acciones y bonos mexicanos - más de cinco veces la cantidad que invirtieron en Brasil durante el mismo período. No es de extrañar que el índice bursátil IPC del país alcanzara un récord este año.

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Esto no tiene nada que ver con la oscuridad que se cernía sobre el país hace unos años, cuando algunos comentaristas estadounidenses, decepcionados por un bajo crecimiento y alarmados por la violencia relacionada con las drogas, comenzaron a sugerir que México podría convertirse en un Estado fallido. Entonces, ¿qué es lo que ha transformado las perspectivas de México? ¿Y es justificado el optimismo del centrista Partido Revolucionario Institucional (PRI)? Después de todo, la última vez que hubo tanta emoción acerca de las perspectivas económicas de México, durante el gobierno de 1988-1994 de Carlos Salinas, el país terminó en medio de la agonía de la crisis llamada Efecto Tequila, con una fuerte devaluación y una severa recesión.

La respuesta más reciente a la primera pregunta es Enrique Peña Nieto . Desde que el ex gobernador estatal de 46 años de edad ganó las elecciones presidenciales del mes de julio por el PRI, los inversores lo han visto como la mejor oportunidad para liberar el estancamiento legislativo que ha bloqueado las reformas estructurales que muchos analistas creen que podrían transformar la economía a menudo lenta de México en un tigre azteca.

El interés internacional en México se ha enfocado hasta ahora en la destreza del país como una base de producción desde donde las empresas pueden exportar a Estados Unidos. Pero las reformas de Peña Nieto están destinadas a cultivar un ambiente más sano para una inversión mucho más amplia en toda la economía nacional. Está tratando de introducir más competencia en las telecomunicaciones y la energía, mientras que adopta medidas para revolucionar los notoriamente ineficientes sistemas educativo y fiscal.

Gran parte de la esperanza de que él pueda ser capaz de sacar adelante sus reformas está basada en el propio PRI, que gobernó México durante 71 años consecutivos bajo una cuasi-democracia hasta perder la presidencia en 2000. Durante ese período, muchos mexicanos asociaron al PRI con la corrupción y el fraude electoral a medida que el partido utilizaba su múltiple alcance para ahogar el proceso democrático y conservar el poder. Sin embargo, al mismo tiempo, muchos veían al partido como la única fuerza política con la profundidad suficiente de capital humano y experiencia para gobernar efectivamente.

Es mucho más difícil decir eso del izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD), que nunca ha ocupado la presidencia, o del conservador Partido Acción Nacional (PAN), que, durante los últimos dos gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón, promovió reformas estructurales, pero que en última instancia carecía de inteligencia política para trabajar con un Congreso dividido. Como Luis Rubio del Centro de Investigación para el Desarrollo, un centro de estudios, dice: "El verdadero problema de México es que durante años no hemos tenido un presidente que pudiera hacer las cosas".

En la campaña electoral y ahora como presidente, Peña Nieto, presentable y amistoso con los empresarios, ha trabajado duro para distanciarse de la pobre relación histórica del PRI con la democracia y la transparencia, en particular en el marco de Salinas, a pesar de que las ideas de Salinas son escuchadas por el nuevo gobierno. Peña Nieto ha tratado de asociarse con la reputación de su partido de eficiencia y gobernabilidad efectiva.

Parte de eso es sólo una cuestión de forma. En un reciente desayuno de bienvenida compuesto de papaya y omelettes de flor de calabaza, José Antonio Meade, secretario de Relaciones Exteriores de México, informó a los periodistas extranjeros sobre los planes comerciales del país. Sin embargo, ofreció un mensaje más sutil. Flanqueado por los elegantemente vestidos secretarios auxiliares, y con un portavoz presidencial cerca para asegurarse de que todo el mundo permaneciera ‘en la misma línea', la reunión rezumó el profesionalismo y la destreza de la vieja escuela del PRI, muy lejos de la improvisación que caracterizó a los últimos dos gobiernos panistas.

La imagen de eficiencia ha viajado rápidamente. Cuando Peña Nieto conoció a Barack Obama en noviembre, el presidente estadounidense expresó su confianza en que iba a desarrollar una relación más estrecha con el líder mexicano, quien "tiene una excelente reputación por querer hacer las cosas".

Políticamente, Peña Nieto ha promovido la idea de un gobierno inclusivo. Un ejemplo obvio es el propio Meade, quien fue secretario de Finanzas bajo el anterior gobierno de centro-derecha. Otro es el nombramiento de Rosario Robles, ex dirigente del izquierdista PRD , como secretaria de Desarrollo Social, un puesto importante en un país donde casi la mitad de la población vive en la pobreza. Eso contrasta con el gabinete de Calderón, que carecía de figuras provenientes de todo el espectro político.

Poco después de que Peña Nieto extendió estas ramas de olivo a la oposición, y después de apenas 24 horas de su toma de posesión el 1 de diciembre, produjo el Pacto por México, un documento de 95 propuestas de reforma firmadas por los líderes de los principales partidos políticos. Algunos observadores opinaron que el pacto es sólo otro pedazo de papel. "Ha habido docenas de estas cosas en los últimos años", argumenta Carlos Elizondo, profesor del CIDE de la Ciudad de México, una institución de educación superior. "Y ninguno de ellos ha llegado a nada".

Pero Duncan Wood, director del Instituto México en el Wilson Center, cree que el pacto, a pesar de su redacción imprecisa en algunos temas, muestra la determinación de Peña Nieto por superar el punto muerto político que ha impedido que se lleven a cabo las reformas. "Es una declaración política", dice Wood. "Y encaja con la tradición del PRI de tratar de construir consensos".

Bajo ese mismo espíritu, este mes Peña Nieto se convirtió en el primer presidente de México en dos décadas en ir al Senado de la nación y almorzar con un grupo de legisladores.

Por supuesto, los factores económicos también han ayudado. La hábil gestión económica ha producido una inflación y tasas de interés en mínimos históricos. El resultado ha sido un récord en reservas internacionales y modestos niveles de deuda pública. Y México está compitiendo efectivamente contra China por la participación de mercado de las importaciones estadounidenses, mientras los altos costos de transporte y los salarios cada vez mayores en Asia hacen que México sea una base de fabricación y exportación más atractiva.

Pero lo que está haciendo latir los corazones de los inversores es la aparente determinación de Peña Nieto de acelerar el crecimiento resultante enfrentándose a intereses particulares en México. Esto lo enfrenta a poderosos jefes sindicales como Elba Esther Gordillo, la formidable jefa del influyente sindicato de maestros. Los críticos afirman que ella tiene una impresionante colección de propiedades, incluyendo una villa de lujo cerca de San Diego. En diciembre, Peña Nieto propuso cambiar radicalmente el sistema, reduciendo significativamente el poder sindical. El Congreso la aprobó.

Los intereses particulares también se extienden a empresas poderosas, como las de Slim, que dominan sectores importantes, dificultando las cosas para los competidores. Entre otras cosas, el pacto de Peña Nieto propone introducir más competencia en las telecomunicaciones al tiempo que debilita el dominio de Televisa y Azteca, las radiodifusores del sector privado, mediante la creación de dos nuevas cadenas de televisión.

Pese todo el éxito inicial, el señor Peña Nieto tiene trabajo que hacer. Incluso con el pacto, el nuevo presidente de México tiene que sacar adelante las reformas fiscal y energética, tal vez tan pronto como este año. No es una tarea simple. Los legisladores han pasado años debatiendo la necesidad de una reforma fiscal, pero con poco éxito.

Más recientemente, han comenzado a observar el altamente protegido sector energético , que es controlado por Pemex, la empresa petrolera estatal y un icono de orgullo histórico. Desde hace mucho tiempo, México ha sido uno de los principales diez productores petroleros y alrededor de un tercio de los ingresos del gobierno provienen del petróleo. Pero la ausencia de nuevos descubrimientos y los pozos envejecidos han provocado una caída de 24% en la producción desde 2004. Incluso se ha previsto que México pueda convertirse en un importador neto de petróleo si el gobierno no permite que el sector privado desempeñe un papel más importante pronto.

En una reciente entrevista con el Financial Times, Peña Nieto reconoció las dificultades que estas cuestiones podrían arrojar. "Claramente, hay posiciones ideológicas y partidistas sobre ciertos temas... no se trata de alcanzar la unanimidad, sino de lograr una mayoría".

Críticamente, está además la guerra contra las drogas, que ha cobrado unas 70,000 vidas en los últimos seis años. El nuevo presidente quiere dar prioridad a la seguridad de los mexicanos por encima de la captura o muerte de capos de alto perfil. En un movimiento que cree que va a conseguir este resultado, Peña ha colocado a la Seguridad Pública -hasta hace poco una secretaría independiente- bajo la Secretaría de Gobernación.

Sin embargo, el gobierno también está tratando de desalentar la cobertura mediática de la violencia, deshaciéndose de la práctica, común durante el gobierno de Calderón, de celebrar conferencias de prensa para presentar a los traficantes capturados. Como un asesor del gobierno dijo al Financial Times hace poco: "¿Por qué habríamos de llamar la atención sobre nada de esto? No está en nuestros intereses".

Pero cualquier enfoque estético como ése podría servir de poco si los asesinatos siguen siendo tan extendidos. Los expertos admiten que no hay soluciones rápidas. En cuanto a Wood del Wilson Center dice: "Si los niveles de violencia no bajan, será un gran problema para el gobierno".

Los retos son inmensos. Pero el progreso en el Congreso y los signos de mayor cooperación entre los partidos sugieren que Peña Nieto y su equipo podrían poseer la habilidad política necesaria para destrabar la cerradura política. Como Rubio dice: "Los profesionales están de vuelta. Ahora tenemos que ver si hacen las cosas".

La nueva cara de un partido revitalizado

Hace doce años, cuando la alta y rudamente apuesta figura de Vicente Fox llevó a su conservador Partido Acción Nacional al poder por primera vez, mucha gente pensaba que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se marchitaría y moriría.

El argumento rezaba que el partido de centro que había dominado la política en el México del siglo 20 a través de una mezcla de paternalismo y en ocasiones un duro fraude electoral sería incapaz de adaptarse a la nueva etapa democrática del país. Su estrecha relación con la corrupción ante los ojos de muchos votantes se aseguraría de que nunca volviera al poder.

Hoy en día, el PRI está de vuelta. En parte, afirma Roy Campos, un encuestador de la Ciudad de México, se debe a que las acusaciones de corrupción han tocado ahora a todos los partidos importantes del país, de una forma u otra. "Los votantes solían pensar que el PRI tenía el monopolio de los problemas de corrupción", dice Campos. "Ahora no lo creen así".

Pero también es cierto que el partido fundado en 1929 en medio del caos del México posrevolucionario nunca perdió completamente el poder. A pesar de que fue obligado a salir por Fox, siguió ocupando la mayoría de las 32 gubernaturas estatales del país. Ahora posee 21 de ellas y, en su momento más débil, todavía tenía unas respetables 17.

En el antiguo sistema centralizado y jerárquico, este tipo de sillas locales eran relativamente poco importantes, tripuladas por políticos cuyo principal deber era ejecutar las órdenes presidenciales fielmente y sin quejarse. Los presidentes del PRI típicamente elegían a sus sucesores entre sus secretarios asentados en la Ciudad de México, y casi nunca de entre los gobernadores estatales.

Pero con la transición a la verdadera democracia en el cambio de milenio, gran parte del poder que alguna vez recayó sobre el presidente se ha filtrado en el Congreso y hacia los gobernadores, haciéndolos más poderosos ahora que en ningún otro momento de la historia reciente.

Los analistas políticos dicen que mientras estaba en la oposición, el PRI utilizó ese poder regional con gran efecto, reconstruyendo lentamente el partido y utilizando a los estados como una base desde la cual montó su desafío presidencial.

No debería ser ninguna sorpresa, entonces, que Enrique Peña Nieto, el nuevo líder del país, sea el primer presidente del PRI en medio siglo que ha desempeñado el cargo de gobernador estatal.

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