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Techo de deuda en EU, una ruleta rusa

Un incumplimiento de pagos de EU traería consecuencias graves a la economía, dice Mohamed El-Erian; este escenario derivaría en una crisis mundial como la de 2008 y una nueva etapa de recesión.
vie 04 octubre 2013 06:02 AM

Ante la más bien muda respuesta del mercado al cierre parcial de Estados Unidos, algunos legisladores republicanos podrían sentir la tentación de tomar al techo de la deuda como su siguiente rehén. Eso sería una tragedia para el país. El daño sería un múltiplo de cualquier cosa que pudiera materializarse a partir del cierre del Gobierno. Sería mucho más duradero, y las consecuencias negativas serían resentidas en todo el mundo.

Aunque mucho depende de la longitud de la parálisis, es probablemente que la mayor parte del daño económico directo sea temporal y reversible. Los servicios públicos se reanudarán, los empleados en licencia laboral sin goce de sueldo volverán al trabajo, los contratistas recibirán sus pagos y los sitios turísticos serán reabiertos.

Los efectos económicos duraderos se relacionan con los gastos no recurrentes y no transferibles. Implican un golpe permanente sobre la demanda agregada, al reducir el crecimiento y crear menos empleos. Afortunadamente este tipo de gasto constituye una parte relativamente pequeña de lo que ha sido suspendido.

Debido a esto, los mercados esencialmente han decidido "ignorar" los efectos directos sobre la demanda. Al mismo tiempo han estado inclinados a minimizar el impacto indirecto que se genera a través de una menor confianza empresarial y del consumidor.

Todo esto podría cambiar si, en lugar de días, el cierre durara semanas o meses . Mientras tanto, algunos miembros republicanos del Congreso podrían sentir que han tropezado con una estrategia aparentemente genial: la de conseguir la máxima exposición en medios y la máxima influencia, con limitados daños permanentes. De hecho, incluso podrían tener la tentación de tomar como su siguiente rehén al techo de la deuda.

Según el Departamento del Tesoro, Estados Unidos se acercará mucho al límite de la deuda en aproximadamente dos semanas. Si lo hace, y el Congreso no logra actuar, el país se enfrentaría inmediatamente a dos opciones desagradables: incumplir con sus obligaciones de deuda o ejecutar un presupuesto equilibrado (y con una flexibilidad de efectivo muy limitada); con el paso del tiempo, esta segunda opción convergería con la primera.

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Los costos exactos de un impago de la deuda son difíciles de determinar. Sin embargo, hay razones válidas para creer que serían grandes, duraderos y con consecuencias para las generaciones actuales y futuras de estadounidenses.

Ni los sistemas financieros nacionales ni los internacionales están programados para la posibilidad de que la economía más poderosa del mundo se torne irracional en la forma en que administra sus finanzas. En vez de ello están programados para el supuesto razonable de que, siendo el emisor de la moneda de reserva mundial, Estados Unidos evita la irresponsabilidad extrema.

Las resultantes interrelaciones y los efectos en cadena significan que un incumplimiento soberano de Estados Unidos daría lugar a una serie de factores jurídicos desencadenantes que transmitirían las alteraciones a muchos otros mercados financieros. Ocurrirían múltiples rebajas de calificación de crédito. Los flujos se dislocarían. Las empresas y personas sufrirían, destruyendo el crecimiento, empleo y los medios de vida.

Los efectos globales

Un impago de Estados Unidos repercutiría inmediatamente en todo el mundo , al igual que el colapso desordenado de Lehman Brothers lo hizo en 2008-2009. De repente, el mundo se volvería a inclinar hacia la recesión, enfrentando además la amenaza de una Gran Depresión.

A nadie en su sano juicio se le ocurriría jugar a la ruleta rusa con la plena fe y crédito del Gobierno de la economía más poderosa del mundo.

Esperemos que la razón vuelva a las facciones extremas del Partido Republicano. La alternativa realmente es demasiado horrible de contemplar.

*El autor es el presidente ejecutivo y codirector de inversiones de PIMCO.

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