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Los CEO en EU, lejos de la realidad

Los comentarios insensibles y desatinados de varios ejecutivos reflejan la desigualdad en el país; los actuales directivos más ricos ganan 273 veces el salario del trabajador promedio, según el EPI.
mar 18 febrero 2014 06:02 AM
El CEO de JPMorgan, Jamie Dimon, respondió a un reportero: Yo soy más rico que tú. (Foto: Getty Images)
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Desde hace mucho, los políticos han sido criticados por estar fuera de contacto con la realidad ( véase el galón de leche de George H.W. Bush ), pero en estos días, los ejecutivos de negocios son los que parecen estar realmente desconectados de los estadounidenses promedio.

La última metida de pata se produjo el miércoles y provino del presidente ejecutivo y cofundador de la marca de moda de lujo Nicole Miller, Bud Konheim, quien en Squawk Box de CNBC dijo que el llamado "99%" debe dejar de quejarse y darse cuenta de lo afortunado que es.

“Tenemos un país en el que el nivel de pobreza significa riqueza en el 99% del resto del mundo”, dijo. “Así que, estamos diciendo pobre de mí, pobres de nosotros, pobres de ellos”. Y agregó: “El tipo que gana o que está ganando 35,000 dólares al año, ¿por qué no probamos eso en India o en algunos países que ni siquiera podemos nombrar... En China, o en cualquier lugar, el tipo es rico”.

No pierdas tiempo tratando de hallarle el sentido a su sugerencia. Simplemente considéralo como el más reciente ejemplo de una actual tendencia de la incapacidad de los ejecutivos para relacionarse con cualquier persona fuera del 1%.

Un capitalista de riesgo y cofundador de Kleiner Perkins Caufield & Byers, Tom Perkins, entró en esta creciente categoría después de comparar la “guerra progresiva contra el 1%” con el antisemitismo nazi. Lo mismo sucede con el multimillonario presidente de Equity Group Investments, Sam Zellm, que defendió a Perkins diciendo que “el 1% trabaja más duro”.

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Hay que mencionar también al fundador de Lululemon, Chip Wilson. Él pensó que era totalmente aceptable culpar de los defectuosos pantalones de yoga de Lululemon a la figura femenina: “Los cuerpos de algunas mujeres simplemente no funcionan”. Y el presidente ejecutivo de AOL, Tim Armstrong, califica por numerosas razones, la más reciente fue vincular la decisión de su empresa de modificar su plan de contribuciones para el retiro 401 (k) a los recién nacidos enfermos.

Bases psicológicas

Los presidentes ejecutivos ahora ganan 273 veces el salario del trabajador promedio, según el Economic Policy Institute (EPI), por lo que es fácil pensar que todos esos billetes de dólar finalmente se les han subido a la cabeza. Y ese bien puede ser el caso.

En un conocido estudio de un juego de Monopoly manipulado, un psicólogo social, Paul Piff, descubrió que el jugador a quien se le había dado públicamente -y por casualidad- más dinero y ventaja al comienzo del juego se volvía más rudo y menos sensible a la difícil situación de sus contrapartes más pobres, y más expresivo de su éxito a medida que el juego avanzaba y amasaba una fortuna de Monopoly.

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Otro estudio realizado por Piff encontró que las personas que ganaban menos de 25,000 dólares al año daban 44% más dinero a la caridad que la gente que ganaba entre 150,000 y 200,000 dólares al año.

El incidente de Konheim “expone a gritos la insensibilidad y la grandiosidad”, dice un profesor de la Escuela de Administración de Yale, Jeffrey Sonnenfeld. “Te hace reflexionar sobre las otras decisiones que está tomando. Su estilo frívolo hace que parezca que nunca será capaz de oír malas noticias”, dice el académico.

Con los pies en la tierra

La capacidad de los CEO para entender ese sentido del privilegio depende mucho de a quién tengan en su compañía. “Es mejor que tengas a un par de personas -un cónyuge, un mejor amigo o un hermano- que no te dejen olvidar quién eres realmente y de dónde vienes”, dice un profesor clínico de la Escuela de Administración Kellogg de la Universidad Northwestern y expresidente ejecutivo de Baxter International, Inc., Harry Kraemer.

Los ejecutivos reciben mucha prensa positiva y muchas palmaditas en la espalda”. Si no tienen cuidado, comienzan a creérselo”, dice el profesor.

Eso es lo que pasó en el estudio de Piff. Cuando se les pedía que explicaran por qué creían que habían ganado el juego de Monopoly amañado, los ganadores hablaron de cómo habían comprado sabiamente las propiedades y habían ganado a pulso su victoria, perdiendo de vista el hecho de que se les había asignado dinero y privilegios extra en un primer momento.

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“Hay mucho de casualidad en el éxito de un presidente ejecutivo”, dice Sonnenfeld. “Hay que tener la humildad de reconocer eso”.

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