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¿Qué buscan los inversores en Grecia?

El entusiasmo que rodeó la oferta de deuda griega demuestra la burbuja mundial de bonos basura; el país no es una inversión segura y los inversores sólo buscan rendimiento antes de un colapso.
mar 15 abril 2014 06:02 AM
Las bajas tasas de interés del BCE han evitado una tercera caída de la economía griega. (Foto: Reuters)
grecia

La venta exitosa de esta semana de miles de millones de euros en bonos griegos recién emitidos ha llevado a los políticos y a los expertos a proclamar el final de la prolongada crisis de deuda soberana europea. El hecho de que los inversores privados peleen a gritos comprar notas griegas a mediano plazo con un rendimiento mísero de 4.75% debe significar que tanto Grecia como Europa están de vuelta en condiciones de luchar y que la mayoría de sus principales problemas económicos han quedado atrás.

Nada más lejos de la realidad.

La oferta de deuda del jueves sólo ilustra la gravedad del crecimiento de la burbuja mundial de deuda basura y cuán desesperados están los inversores en su inútil búsqueda de rendimiento. Los inversores no confían en Grecia o Europa. O bien han perdido la razón o ven a Grecia como una especie de jugada de impulso que tratarán de cobrar justo antes de que el mercado toque fondo. Europa es aún un caso perdido económico, y Grecia es el eslabón más débil de una frágil cadena.

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La economía griega está en ruinas, y la única razón por la que no ha caído en impago de su deuda por tercera vez es la política de tasas de interés bajas del Banco Central Europeo (BCE) y los 240,000 millones de euros en ayuda que han fluido hacia las arcas del país desde el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Unión Europea (UE) durante los últimos cuatro años.

Así que no, la crisis de la deuda soberana europea no ha terminado. Solamente se toma un tiempo libre en su agitada semana laboral de 30 horas impuesta por el gobierno para salir de vacaciones.

El jueves por la mañana, Atenas inició el día con una verdadera explosión en el Banco Central griego; literalmente, una bomba explotó. Afortunadamente, nadie resultó herido (los terroristas dieron aviso previo y la zona fue evacuada por la policía), pero la explosión sí causó daños a la fachada de columnas y al adornado edificio, donde, hasta hace pocos años, la política monetaria era definida por los funcionarios griegos. Desde entonces, ese papel se trasladó a Frankfurt después de que Grecia se unió al euro. Ahora, un italiano, Mario Draghi, el jefe del BCE, toma esas decisiones por ellos.

La bomba fue supuestamente colocada por “anarquistas” griegos, quienes protestaban en contra de la primera gran oferta de bonos del país desde que la crisis de deuda soberana estalló hace cuatro años. Los grupos en oposición al gobierno han sido etiquetados como tal por creer que Grecia debe dejar el euro y tratar de reconstruir la maltrecha economía de la nación sin acumular deuda adicional. Pueden compararse con el Tea Party estadounidense, pero con explosivos.

Pero ninguna pequeña bomba ahuyentaría a los inversores de arrojar dinero a Grecia, por la oportunidad de ganar alrededor de 5% al año en intereses. Muchos habían estado esperando durante meses para que el Banco Central Griego diera el paso y ofreciera algunas notas a largo plazo.

Hasta el jueves, el banco central sólo ofrecía a los inversores notas a muy corto plazo de 13 semanas y 26 semanas. Las tasas sobre esos títulos a corto plazo ofrecían a los inversores, en su mayoría fondos de cobertura adictos al riesgo y a las bebidas energizantes, la oportunidad de conseguir un grueso rendimiento de dos dígitos sobre su dinero.

Pero a medida que se ha extendido la burbuja de deuda mundial, los rendimientos de todo, desde los préstamos apalancados de alto riesgo, hasta los bonos basura han caído a medida que los inversores de renta fija aumentan el riesgo en una carrera colectiva hacia el fondo. Han sido alentados por la caída masiva de los impagos y las quiebras a lo largo de los mercados de deuda pública y privada para justificar como sensatas sus nuevas inversiones.

Por supuesto, las quiebras están en su mínimo histórico: cualquier persona que necesite financiamiento puede conseguirlo a una tasa baja. Es la misma justificación ridícula que los inversores usaron para explicar por qué compraron las hipotecas de alto riesgo antes de 2008: las ejecuciones hipotecarias estaban cerca de un mínimo así que, por tanto, el mercado era seguro. Pero, como sabemos ahora, la ausencia de impagos y ejecuciones no significaba eso en absoluto; sólo significaba que el mercado aún no había tocado fondo.

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En 2010, a medida que Estados Unidos se recuperaba del colapso del mercado inmobiliario, Europa enfrentaba su mayor desafío económico desde las Guerras Mundiales. Los inversores habían prestado miles de millones a naciones que utilizaban el euro sobre la base de que su dinero estaba sano y salvo. Rápidamente se dieron cuenta de que ése no era el caso.

Grecia se convirtió en la zona cero de este conflicto. Cuando el país tenía su propia moneda, el dracma, el mercado de deuda griego era pequeño, de alto riesgo, sin liquidez, y subdesarrollado; casi un reflejo de la economía de Grecia. Como tal, había pocos inversores internacionales dispuestos a comprar bonos griegos. Aquellos que lo hacían exigían un alto rendimiento sobre su inversión, con tasas de interés de dos dígitos. Por lo tanto, el gobierno griego no pedía prestado tanto efectivo, mantenía el gasto al mínimo, y financiaba la mayoría del presupuesto a través de impuestos.

Pero cuando se unió al euro, los mercados elevaron a Grecia a la categoría de primer mundo, a la par de naciones como Alemania y Países Bajos, que también eran usuarios de la moneda única. Con el acceso a financiamiento barato, los griegos tomaron prestado como locos.

Aunque parte del dinero fue utilizado para construir infraestructura muy necesaria, la mayor parte fue destinada a subsidiar la economía griega. Eso es porque, como parte del euro, las exportaciones y los servicios griegos de repente se volvieron muy caros, especialmente para los países que no estaban en el euro, que eran básicamente todos los vecinos de Grecia.

Al ceder el control monetario al BCE, los griegos ya no podían controlar el valor de su moneda o de su política de tasas de interés. Esto eliminó algunos de los puntos fuertes de Grecia; específicamente, su mano de obra y sus productos agrícolas baratos. De repente, Grecia ya no era un lugar barato para ir de vacaciones; Turquía y Túnez eran igual de bonitos, tenían tanta historia y cultura, pero representaban un cuarto del costo.

El gobierno griego usó la deuda barata para apuntalar su economía. Contrató a tantos griegos como pudo y los metió en empleos burocráticos sin salida. Construyó “puentes a ninguna parte” y elefantes blancos. Fue capaz de pagar el bajo interés de la deuda fácilmente, pero nunca pagó la deuda principal. Simplemente la “reinveríia” cuando se acercaba la fecha de pago; lo cual significa que le emitía a otro tonto la misma cantidad de deuda. Sí, era un esquema Ponzi.

Para 2010, la relación deuda-PIB de Grecia había alcanzado el 120%, y los inversores no estaban dispuestos a jugar más. La pérdida de la máquina de deuda equivalió al desastre.

Grecia ha pasado por una depresión económica en los cuatro últimos años. Sin acceso a los mercados internacionales de deuda, el país se vio obligado a caer en impago de su deuda (dos veces), a recortar el gasto público, y a vender activos. El FMI y la UE bombearon 240,000 millones de euros al país para evitar que cayera en un caos total, pero no fue suficiente. El gobierno tuvo que despedir a miles de personas, creando una reacción en cadena que deprimió a la economía entera.

Hoy, Grecia es un desastre económico. A pesar de que eliminó 100,000 millones de euros de su deuda principal a través de su reestructuración de deuda pendiente, todavía tiene demasiada deuda en sus libros.

La deuda no sería un problema tan grande si el país tuviera la capacidad de destinar fondos a pagarla, pero ni siquiera puede hacer eso. Aunque el gobierno ha reducido considerablemente el gasto, todavía funciona con un déficit cuando se calculan los pagos de la deuda heredada, lo cual significa que aún debe pedir dinero para mantenerse a flote.

El PIB de Grecia se contrajo un alarmante 25% en los últimos cuatro años, 2.3% en el cuarto trimestre de 2013. Se prevé que “crezca” 0.5% este año, pero no será suficiente para sacar al país de su agujero de deuda. El desempleo se ubica en 27%, con un desempleo juvenil del 58%.

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Ante este escenario, ¿invertirías en Grecia? Por supuesto que no.

En pocas palabras, Grecia no tiene ninguna oportunidad si permanece en el euro y sin el control sobre su política monetaria. Grecia necesita una moneda más barata para ayudarla a competir con sus vecinos para que pueda crecer orgánicamente, de igual manera en que lo hizo cuando estaba en el dracma.

No puede hacer eso si su política monetaria es dirigida en Frankfurt y su moneda sigue siendo tan cara en relación con el dólar estadounidense y en especial ante la lira turca, su mayor rival económico en casi todo, desde el turismo hasta la producción de aceitunas.

Algunos inversores creen que el riesgo moral los tiene cubiertos, lo cual significa que la UE intervendrá si Grecia no paga, pero ésa es una gran apuesta. Es cierto que Mario Draghi, el jefe del BCE, echó agua fría sobre la crisis de la deuda soberana europea global en 2012, cuando dijo que haría “lo que fuera necesario” para respaldar el euro, pero eso no significa que esté dispuesto a financiar al Estado griego indefinidamente. El hecho de que la UE permitiera a Grecia caer en impago muestra que no está interesada en pagar a los inversionistas privados con dinero público.

Grecia, cuya deuda está clasificada en nueve escalones por debajo de chatarra, claramente no es una inversión segura. Necesitan ocurrir cambios estructurales verdaderos, no sólo en el interior de Atenas, sino en Bruselas, donde tiene su sede la Unión Europea, para que Grecia se recupere de este fiasco económico.

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