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China-Rusia, matrimonio por conveniencia

El acuerdo energético entre ambos países se sostiene en su enemistad con EU, dice Minxin Pei; la falta de verdadera confianza entre estas naciones hacen improbable un posible eje Moscú-Beijing.
lun 26 mayo 2014 06:02 AM
Los mandatarios de Rusia y China podrían carecer de la confianza suficiente para ser aliados estratégicos. (Foto: Getty Images)
putinxijing

Para aquellos que recuerdan los días en que los líderes chinos eran suplicantes hacia Moscú, que buscaban ayuda económica y favores diplomáticos, la visita de esta semana del presidente ruso, Vladimir Putin, a Beijing fue impactante, incluso surrealista.

En la superficie, Putin sigue tan confiado como siempre. Pero todos los que observaban al arrogante presidente ruso saben que vino a Beijing con la mano extendida. Internacionalmente aislado después de su apropiación de tierras en Crimea, Putin está desesperado por encontrar apoyo en el extranjero, en particular por parte de China, que ahora es uno de los países más poderosos del mundo.

Aunque la inversión de roles habría encantado al fallecido Mao Zedong y enfurecido al fallecido Josef Stalin, el mundo aún no ha digerido lo que el viaje de Putin a Beijing en realidad consiguió, y si una nueva alianza estratégica entre China y Rusia es una posibilidad geopolítica.

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Por el momento, la lógica de una alianza parece convincente, al menos en la superficie. Tanto China como Rusia se necesitan mutuamente para hacer frente a Occidente. Económicamente, Rusia espera convertir a China en un enorme mercado para sus productos energéticos, al reducir la dependencia de Europa hacia las exportaciones energéticas. Geopolíticamente, Moscú busca una coordinación más estrecha con Beijing para que conjuntamente puedan frustrar los esfuerzos de Occidente para promover el liberalismo económico y la democracia en todo el mundo.

En cuanto a China, tener el abundante gas y petróleo natural de Rusia aumentaría su seguridad energética. En particular, necesita urgentemente reducir su consumo de carbón para aliviar sus problemas de contaminación del aire. Su única solución a corto plazo es aumentar el uso del gas natural.

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En el frente geopolítico, la nación asiática enfrenta una renovada presión estadounidense en respuesta a su creciente poder en Asia. Las actuales disputas territoriales marítimas de China con Japón, Filipinas y Vietnam han ganado la atención de Estados Unidos. Así que, si Putin puede crear problemas en Europa del Este, China se beneficiaría. Del mismo modo, si China eleva las tensiones en el este de Asia, sería una ganancia para Putin.

¿Habrá alianza real y completa?

Pero incluso la convincente lógica geopolítica no conducirá necesariamente a una alianza estratégica real. La fragilidad de la alianza entre China y Rusia quedó exhibida completamente durante la visita de Putin, la pieza central de lo que se suponía que sería la firma de un acuerdo a largo plazo para que China compre gas natural ruso.

En un primer momento, las negociaciones se estancaron, ya que ninguna de las partes estaba dispuesta a ceder acerca de los precios. Los rusos insistían en fijar un precio alto, mientras que los chinos, percibiendo la debilidad de Rusia, estaban tratando de regatear significativamente la tasa. El desastre se evitó en el último minuto cuando ambas partes llegaron a un turbio acuerdo que permitirá a Rusia exportar 400,000 millones de dólares en gas a China durante 30 años, comenzando en 2018.

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Aunque el precio no fue revelado, los medios de comunicación rusos reportaron que será de alrededor de 350 dólares por cada 1,000 metros cúbicos, aproximadamente el promedio de las exportaciones de gas ruso a Europa pero más bajo que el precio del gas exportado a Alemania y a otros países europeos occidentales ricos (que tendrán que pagar más de 400 dólares por 1,000 cúbicos).

En todo caso, el acuerdo de gas entre China y Rusia encarna la naturaleza de los lazos entre Moscú y Beijing. Su relación es puramente utilitaria y carece de fundamentos duraderos de interés mutuo y valores compartidos.

El enemigo común

Las naciones se convierten en aliados estratégicos no simplemente porque comparten los mismos opositores potenciales. Necesitan tener una profunda confianza entre sí. Como mínimo, la confianza es más fácil de construir cuando los potenciales aliados no se temen entre sí. Y tal confianza se vuelve inquebrantable si comparten los mismos valores.

Desafortunadamente, ninguno de estos términos aplica a la relación entre China y Rusia. Rusia teme a China, la cual hace frontera con la lejana y escasamente poblada zona oriental de Rusia, parte de la cual fue, según la opinión de los chinos, robada a China en el siglo XIX. Muchos rusos se preocupan de que China se apropie de esa tierra, ya sea a través de la migración o de medios más siniestros. A diferencia de Occidente, que ha facilitado el ascenso de China y lo ha llegado a reconocer como una realidad, la élite rusa tiene problemas para aceptar a China -que era pobre e impotente hace solo una generación- como una gran potencia.

Del mismo modo, los líderes chinos son intensamente conscientes del silencioso balance estratégico de Rusia dirigido a contrarrestar el poder chino. Por ejemplo, Rusia ha sido el principal proveedor de armas de India, rival de China desde hace mucho tiempo. El equipo militar ruso exportado a India es superior a lo que ha vendido a China. Rusia también ha sido proveedor de Vietnam, que ahora está envuelto en una peligrosa confrontación con China en el Mar de la China Meridional, con submarinos avanzados y reactores de caza que podrían partirle la nariz a los militares chinos si se desata una pelea.

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En términos de beneficios políticos, Putin y el Partido Comunista de China están unidos en su hostilidad hacia la democracia occidental. Pero el odio, a diferencia del amor, no forma lazos duraderos. En el mundo contemporáneo, las democracias forjan lazos duraderos porque sus valores están basados en el amor a la libertad. Las dictaduras, por el contrario, no tienen valores positivos tales como la base de la confianza; de lo contrario, Hitler no habría invadido la Unión Soviética de Stalin.

Así que, aunque Occidente debe permanecer vigilante tanto hacia Rusia como hacia China, no debería perder el sueño preocupándose por un nuevo eje Moscú-Beijing. Rusia y China son socios tácticos, simple y llanamente.

*Minxin Pei ocupa la cátedra Tom y Margot Pritzker en el Claremont McKenna College, y es investigador no residente de la institución German Marshall Fund of the United States.

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