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Dilma Rousseff, la exguerrillera presidenta en combate

La mandataria brasileña se enfrenta a un pedido de ‘impeachment’ de la oposición; sin embargo, la presidenta asegura en sus discursos que será combativa ante este proceso.
sáb 05 diciembre 2015 09:05 AM
La crisis económica obligó a Rousseff a impulsar un plan de austeridad -nunca anunciado en la campaña- que ha chocado con una impresionante resistencia en el Congreso, incluso de su propio partido. (Foto: AFP)
El mandato de Rousseff 'se tambalea' La presidenta está señalada en un caso de malversación de fondos públicos, lo que le ha restado popularidad en el país sudamericano azotado por la crisis.

Dilma Rousseff sabe dar batallas. Mientras era torturada en prisión durante la dictadura militar en Brasil, nunca imaginó que se convertiría en la primera mujer presidenta de su país.

Pero cuatro décadas después de esos oscuros días de 1970, cuando formó parte de una guerrilla de extrema izquierda, Rousseff llegó al poder. Once meses después de iniciar su segundo mandato, el fantasma de un juicio político no para de acosarla y la obliga a luchar por su supervivencia.

Eduardo Cunha, presidente de la Cámara de Diputados y su principal enemigo político, autorizó este miércoles un pedido de impeachment (destitución) de la oposición y la mandataria de 67 años enfrenta un largo y escabroso camino que podría colocarla en la misma lista de Fernando Collor de Mello, que renunció a la presidencia brasileña en 1992, poco antes de la destitución en su contra por corrupción.

Pero el proceso es largo y la decisión de Cunha está lejos de significar el fin de Rousseff.

La Dama de hierro brasileña, que superó la tortura y un cáncer después, ha dicho que dará la batalla.

"La sociedad brasileña conoce los moralistas sin moral. Yo me rebelo en contra del golpismo", lanzó recientemente en un discurso digno de sus días de guerrillera.

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Accidente presidencial

Rousseff fue electa para su primer mandato en 2010, catapultada por el izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) y escogida a dedo por su padrino político, Luiz Inácio Lula da Silva, de quien heredó además una abrumadora popularidad.

Un año después de asumir la jefatura de Estado de la primera potencia de Sudamérica, Dilma, como popularmente es llamada en Brasil, era la tercera mujer más poderosa del mundo según la revista Forbes, detrás de la canciller alemana Angela Merkel y la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton.

Después de ser reelecta en 2014 por un estrecho margen, la crisis económica la obligó a impulsar un plan de austeridad  —nunca anunciado en la campaña— que ha chocado con una impresionante resistencia en el Congreso, incluso de su propio partido.

Su aprobación cayó al 10%, de la mano de la profundización de la recesión económica y el gigantesco escándalo de fraude en la estatal de hidrocarburos Petrobras,  por el cual han sido arrestados varios políticos de su partido, incluido el líder en el Senado.

En Forbes, cayó a la séptima posición en la lista de 2014, mientras Merkel y Clinton se mantuvieron en el tope.

Como jefa del gabinete de Lula o antes como ministra de Energía, se ganó una reputación de tecnócrata sin carisma, firme y severa al corregir a sus ministros en público.

Los críticos la consideran un clásico "accidente presidencial",  ya que nunca antes fue electa para ningún otro cargo. Rousseff manda, no negocia. Una falta de flexibilidad que le puede costar caro a la hora de negociar su salvación con el Congreso.

Mandataria solidaria

Rousseff raramente muestra su cara más íntima y personal, pero quien la conoce asegura que tiene un lado muy cálido.

Dos veces casada, Rousseff tiene una hija, Paula, de su matrimonio de 30 años con su segundo esposo, el también exguerrillero izquierdista Carlos de Araujo. Dos por tres aparece bajando o subiendo a su helicóptero con su nieto de cuatro años, y en Brasilia vive con su madre en la casa presidencial.

Ha contado que es supersticiosa, amante de la serie de televisión Game of Thrones y amiga de escapadas nocturnas en motocicleta por Brasilia.

"Dilma es una persona con un gran sentido del humor, divertida, extremadamente solidaria y generosa", dijo Ieda Akselrud de Seixas, que fue compañera de cárcel de Rousseff durante la dictadura, el año pasado a AFP.

Rousseff tampoco escapó a la obsesión nacional por las cirugías plásticas para suavizar su imagen: se blanqueó los dientes, se cambió el peinado, se trató las arrugas, y más recientemente hizo una dieta con la que perdió más de 15 kilos y que complementa con paseos matinales en bicicleta.

Esta imagen dista de la de 2009, cuando enfrentó con éxito un cáncer que la obligó incluso a llevar una peluca.

"Papisa de la subversión"

Nació el 14 de diciembre de 1947 en Belo Horizonte, en una familia de clase media formada por un inmigrante búlgaro y una maestra de escuela.

Marxista, entró en la resistencia contra la dictadura militar  de 1964 a 1985 y en 1970, con 22 años, fue condenada a prisión por pertenecer a un grupo armado clandestino, responsable de asesinatos en robos bancarios.

Su participación en esta lucha armada está envuelta en una gran especulación, pero la mayoría de los informes sobre el tema coinciden en que tuvo una labor de apoyo y no estuvo involucrada directamente con la violencia.

Con todo, el juez que la condenó la llamó "papisa de la subversión" y en esos casi tres años que pasó en prisión fue torturada, según reveló el periodista Ricardo Amaral en una biografía de la mandataria.

El libro develó una fotografía inédita: una muy joven y desafiante Rousseff frente a sus jueces militares, que se tapan el rostro.

Al salir de prisión, tomó el camino político contribuyendo a la fundación del Partido Democrático Laborista (PDL) en el que permaneció hasta 2010, cuando se convirtió en la candidata presidencial del PT.

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