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10 años después de la crisis financiera, ¿hemos aprendido algo?

A una década de la Gran Recesión, las autoridades de EU comienzan a flexibilizar reglas impuestas para prevenir un colapso similar.
mar 20 marzo 2018 06:49 AM
Sin aprendizaje
Sin aprendizaje A diferencia de lo que dicen varios bancos, la crisis de 2008 pudo predecir y prevenir. (Foto: iStock by Getty Image/bedo)

Cuando John Taylor comienza a recordar los años previos a la crisis financiera, su furia aflora otra vez.

Como presidente de la National Community Reinvestment Coalition sin fines de lucro, advirtió al Congreso en 2000 sobre los préstamos predadores y fraudulentos que alimentaban una burbuja inmobiliaria. Los legisladores le pidieron a la Reserva Federal que redactara normas que pusieran un alto a las peores prácticas. Pero el colapso ocurrió primero.

“Pensando en ello ahora, puedo sentir como me enojé por ello”, dice Taylor, con un suave acento que mantiene de su crianza en los suburbios de Boston. “Debido a que luchamos cuando vimos que sucedían estas cosas. Llamamos la atención tanto de los demócratas como de los republicanos. Al final, la economía de EU tuvo que colapsar antes de que ellos sintieran la necesidad de hacer algo”.

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La crisis comenzó extraoficialmente hace una década, con el sorprendente acuerdo de JPMorgan para rescatar a Bear Stearns por 2 dólares por acción luego de que el banco de inversión sufriera profundas pérdidas vinculadas a sus inversiones hipotecarias. Bear fue el primer banco de inversión importante en quebrar, pero no sería el último.

Ahora, con una economía boyante que finalmente comienza a impulsar algunos de los bolsillos más deprimidos de Estados Unidos, CNNMoney da un vistazo retrospectivo a los 10 años que siguieron al colapso financiero que se extendió por todo el mundo, y a signos de que algo similar pueda estar en el horizonte, a medida que el Congreso y los reguladores de Estados Unidos comienzan a flexibilizar algunas de las reglas impuestas para solucionar y prevenir los problemas.

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“Estamos sentados aquí, 10 años después, con una memoria a corto plazo que no parece recordar cómo nos metimos en ese lío”, dice Taylor. “Nos metimos en ese lío por la falta de regulación, y ahora estamos hablando de hacer que los bancos tengan menos rendimiento de cuentas. No tiene sentido alguno”.

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Las cicatrices que quedan

Por supuesto, Estados Unidos ha recorrido un largo camino desde que el gobierno tuvo que intervenir para evitar que el sistema bancario se hundiera. Las ganancias corporativas están en niveles récord, la tasa de desempleo está en un mínimo de 17 años y el mercado de valores se ha cuadruplicado en valor desde su nadir de la era de la recesión en 2009.

Pero sigue siendo un país que ha cambiado. Según muchos indicadores, y para millones de estadounidenses, la recuperación aún no ha llegado.

Tomemos como ejemplo la tasa de propiedad de vivienda, por ejemplo: solo en 2017 detuvo su larga caída, luego de que inversionistas de capital privado compraron cientos de miles de casas embargadas y las alquilaron a sus antiguos dueños, muchos de los cuales vieron su crédito tan gravemente dañado que nunca pudieron volver a comprar.

La participación masculina en la fuerza laboral sigue estando casi en sus mínimos debido a que las profesiones obreras se vieron especialmente afectadas y no se recuperaron por completo.

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La recuperación ha profundizado la brecha de otras maneras: geográficamente, con grandes centros tecnológicos y ciudades ricas en recursos naturales en pleno auge y el cinturón industrial y las capitales de la ejecución hipotecaria quedando rezagadas. Y por ingresos, la mayoría de ellos llegan a hogares en el 10% superior de la escala salarial.

El patrimonio neto medio de los hogares permanece por debajo de su nivel en 1998, según la Reserva Federal, incluso a medida los hogares contraen más deuda que nunca. También hay una escasez de viviendas asequibles, un legado de la sequía en los préstamos hipotecarios y de construcción que se prolongó mucho después de que pasaron los peores días de la recesión.

Los recuerdos de esos días difíciles parecen haberse desvanecido de la conciencia pública, al igual que las lecciones que aprendimos sobre cómo llegamos a ese punto en primer lugar.

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El Congreso trató de responder a esta cuestión cuando estableció la Comisión de Investigación de la Crisis Financiera, y su autopsia de 2011 del colapso sigue siendo excelente para la lectura de hoy. Su conclusión fundamental: la crisis financiera no fue como un fenómeno meteorológico extraño, como algunos banqueros y reguladores habían afirmado. Más bien, fue creado por el hombre, y era predecible y completamente evitable.

Si solo los legisladores no hubieran eliminado los barandales legales en la década de 1990 que habían mantenido hasta entonces a los bancos pequeños y relativamente sin complicaciones. Si solo los CEO de los bancos hubieran pensado más críticamente sobre los valores complejos que habían creado y negociado con desenfreno. Si solo la Reserva Federal hubiera actuado para detener el flujo de hipotecas tóxicas que se pudrirían en el núcleo de las instituciones financieras más grandes del país, podrían haber salvado la economía mundial del desastre, halló la comisión.

Una oportunidad perdida de cambiar el sistema

Sin embargo, incluso mientras se redactaba el informe de la comisión, el siguiente capítulo de la recesión se estaba desarrollando.

En 2009, el entonces presidente Barack Obama impulsó un paquete de estímulo por valor de 787,000 millones de dólares en un esfuerzo por salvar empleos, y lanzó programas de modificación de las hipotecas de vivienda para ayudar a aquellos en riesgo de ejecución hipotecaria.

Un año después, la Ley Dodd-Frank de Reforma de Wall Street y Ley de Protección al Consumidor de 2010 estableció nuevos organismos de supervisión para coordinar la confusa mezcla de reguladores que habían evitado la responsabilidad actuando en silos. También creó el Buró de Protección Financiera del Consumidor (CFPB, por sus siglas en inglés), que fue explícitamente encargado de supervisar el mal proceder de los prestamistas. Instruyó a los reguladores financieros a redactar nuevas reglas para derivados, burós de crédito, valoraciones hipotecarias, compensaciones ejecutivas, gobierno el corporativo y otros factores que jugaron un papel en la implosión de la economía.

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Aunque la mayoría está de acuerdo en que el sistema financiero es más seguro ahora de lo que era antes de la crisis, ha habido abundantes críticas sobre la suficiencia de la respuesta.

Muchos argumentan que los rescates para los propietarios deberían haber sido mucho más generosos, para evitar más ejecuciones hipotecarias y estabilizar mejor los vecindarios, y que los bancos deberían haber sido presionados más para otorgar créditos a prestatarios calificados una vez que fueron establecidas las nuevas salvaguardas.

Otros criticaron a Obama por no castigar a los ejecutivos culpables de los préstamos imprudentes. Aunque sus empresas —y por lo tanto los accionistas— han pagado cientos de miles de millones de dólares en multas, ninguna de las personas que dirigían estos bancos de inversión y firmas prestamistas de hipotecas fue a la cárcel. La propia Comisión de Investigación de la Crisis Financiera hizo once referencias criminales al Departamento de Justicia, y ninguna fue procesada. El presidente de la comisión, Phil Angelides, dice que la falta de acción envió un mensaje a Wall Street de que las consecuencias para las personas serían mínimas.

“Creo que fue una falla fundamental del gobierno de Obama no responsabilizar a las personas culpables de los delitos”, dice Angelides. “Si alguien roba un 7-Eleven con 1,000 dólares y logra llegar un acuerdo haciendo que alguien más pague 50 dólares, ¿lo volvería a hacer? Por supuesto que sí”.

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Los bancos han gastado miles de millones de dólares cumpliendo con la Ley Dodd-Frank, incluso mientras luchan contra las reglas tal como fueron escritas, lo que contribuye a largas demoras en la implementación. A mediados de 2016, el 20% de las reglas obligatorias no habían sido propuestas en absoluto.

La Oficina de Investigación Financiera independiente del Departamento Tesoro, que Dodd-Frank estableció para servir como un sistema de alerta temprana para crisis inminentes, ha reducido su tamaño drásticamente.

En términos más generales, Anat Admati, profesor de Derecho de Stanford, argumenta que los reformadores perdieron la oportunidad de aumentar la transparencia en el sistema financiero y disminuir la dependencia de la industria a la deuda, lo cual podría representar un riesgo a medida que las tasas de interés comiencen a subir.

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“No hemos tenido una gran crisis o un rescate”, dice Admati. “Pero en términos de ser propensos a uno, me decepciona que eso haya cambiado relativamente poco o nada”.

La desregulación comienza otra vez

Ahora, después de años de intentos, los republicanos están listos para aprobar el retroceso más significativo en las regulaciones Dodd-Frank desde la promulgación del proyecto de ley, con la ayuda de 16 senadores demócratas que la semana pasada votaron para eximir a los bancos con activos de menos de 250,000 millones de dólares de una mayor supervisión. El proyecto de ley también libera a la mayoría de los bancos de tener que informar datos de préstamos utilizados para vigilar la discriminación y debilita los estándares de suscripción de hipotecas, entre otras muchas disposiciones.

Mientras tanto, las selecciones del presidente Trump para encabezar las agencias federales que supervisan a los bancos han tenido empleos para la industria, como el presidente de la Comisión de Bolsa y Valores, Jay Clayton, o han criticado duramente a la agencia de la que ahora se encargan, como el director interino del CFPB. Mick Mulvaney. Han ralentizado o detenido las acciones de cumplimiento y creación de normas, y han impuesto congelaciones de contratación, lo que limita su capacidad para perseguir el fraude.

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Suma todo esto a un mercado exuberante y eso nuevamente trae grandes riesgos, desde el aumento de la deuda corporativa hasta amenazas cibernéticas que pueden paralizar empresas enteras en un instante. La profesora de Derecho de Columbia Kathryn Judge teme que, en combinación con herramientas más débiles para abordar las fallas financieras cuando ocurren, estos reguladores amigables con la industria otra vez no tomen medidas cuando se necesite.

“Ha habido un cambio desde la seguridad hacia el crecimiento”, dice Judge. “Pero si quieres tener un sistema orientado al crecimiento, entonces debes aceptar que habrá fragilidad. ¿Cómo vamos a lidiar con esa fragilidad cuando se manifieste?”.

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