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Para el arquitecto Mendes da Rocha, "lo que no es necesario se vuelve grotesco"

El rigor creativo tiene sus raíces en la niñez del arquitecto estrella; su padre era ingeniero y le inculcó la metodología, la técnica y la coherencia estructural.
dom 05 marzo 2017 06:10 AM

"Sabrás si la casa es un éxito —dijo el arquitecto brasileño Paulo Mendes da Rocha— si te levantas una mañana y te descubres bailando descalzo por todas partes".

Pero ¿cuál sería la música de acompañamiento en el caso de estas casas de concreto incorregiblemente modernas, en donde los muros de vidrio se abren para dar paso a plantas tropicales de aroma dulce, al aire tibio y húmedo y a los melosos trinos de las aves?

Es probable que pienses en Miles Davis, que consideres a Thelonius Monk o que te conformes con la samba.

"No", dice sonriendo el elegante y encantadoramente jovial Mendes da Rocha, de 88 años. "Yo bailaría al ritmo de la música exterior, de los sonidos naturales… esos que escuchas cuando compones música, cuando escribes una obra de teatro o diseñas un edificio".

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Paulo Mendes da Rocha viajó a Londres para recibir la Medalla Real de Oro de Arquitectura de 2017 , reconocimiento que la reina concede a través del Real Instituto de Arquitectos Británicos (RIBA, por sus siglas en inglés).

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Su obra, cuyos orígenes se remontan a finales de la década de 1950, cuando se hizo de un nombre con el visualmente atrevido Club Atlético Paulistano en São Paulo, es un diálogo o, según sus palabras, "una relación dialéctica" con la naturaleza.

"Claro que en parte se trata del clima", opina Sheila O'Donnell, una de las juezas de la Medalla de Oro del RIBA 2017, cuya alianza en Dublín con John Tuomey le valió el prestigioso premio en 2015.

"Es muy difícil construir como lo hace Paulo en Europa, en donde el clima está en nuestra contra y en donde las regulaciones crecientes y la burocracia limita ciertas libertades arquitectónicas. En Brasil hay libertad para construir estructuras más allá del límite de lo que consideramos un edificio y luego para habitarlo. Es una forma mucho más abierta, y mucho más pública, de diseñar un edificio".

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Mendes da Rocha ha sido socialista toda su vida y dice que "no hay espacio privado, solo grados de espacio público. El único espacio privado que puedes imaginar es la mente".

Pero aún en ese caso, agrega que "se puede decir que incluso un ser humano que aparentemente está solo, sentado a las tres de la mañana en una habitacioncita, en una celda, ante la luz de una sola vela encendida, escribiendo un poema con una pluma de ganso (como Shakespeare), básicamente es un ser humano público, porque su poema tal vez se lea en los siglos por venir".

Entonces ¿qué piensa de Londres (ciudad que rara vez ha visitado) y de su cultura de casas privadas, en las que se dice que los ingleses se ocultan de la gente y el ruido?

"Ves una casa privada, pero luego otra y otra", dice. "Juntas, se suman y hacen una ciudad".

La arquitectura de Mendes da Rocha, sin importar lo grandioso (como el Museo de Escultura Brasileña de principios de la década de 1990) o lo modesto (como la capilla de São Pedro, consagrada en 1997) que sea el proyecto, es elemental y, cuando es complejo, es de una sola pieza.

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Una sola columna ancla la capilla de San Pedro, un edificio de concreto que se terminó de construir en 1987. Tiene fachadas de vidrio de doble altura y una vista hacia el paisaje montañoso más allá de São Paulo. El diseño es audaz, pero no se puede decir que haya algo en él que sea redundante.

"A diferencia de muchas personas que le temen a la pobreza, a mí siempre me han atraído las cosas sencillas, sin saber por qué. No las dificultades, sino la humildad de las cosas sencillas", escribió en 2003.

"Creo que todo lo superfluo es irritante. Todo lo que no es necesario se vuelve grotesco, especialmente en nuestra época", agregó.

El rigor creativo tiene sus raíces en la niñez del arquitecto. Su padre era ingeniero, cuenta Mendes da Rocha, y le inculcó la metodología, la técnica y la coherencia estructural.

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Para John McAslan, arquitecto británico y autor de la mención de la Medalla Real de Oro de 2017, la "inteligencia ingenieril (de Mendes da Rocha) siempre ha igualado a su originalidad formal".

"Su Pabellón Brasileño en la Expo '70 en Japón estaba efectivamente balanceado en un solo punto", dice McAslan, como un bailarín en pointe.

El pabellón de Mendes da Rocha en la Expo '70 se llevó a cabo en una época en la que el arquitecto tenía prohibido dar clases, así que solo pudo construir en Brasil a través de colaboraciones tras bambalinas con sus colegas.

Esto fue durante el gobierno de la junta militar brasileña. Los socialistas autoproclamados, como Mendes da Rocha, eran personas no gratas. Sus compatriotas, entre ellos Oscar Niemeyer, ganador de la Medalla de Oro del RIBA en 1998, dejaron el país hasta que regresó el gobierno democrático en 1985.

El pabellón de la Expo '70 se demolió luego de que el gobierno militar brasileño le negara a Mendes da Rocha el permiso para reconfigurarlo como escuela de danza para niños, como esperaban los japoneses.

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Sin embargo, a lo largo de los pasados 30 años, Mendes da Rocha ha bailado a su propio ritmo arquitectónico y ha dado forma a los edificios audaces y esculturales de concreto que tienen sentido visual y práctico en Brasil, pero que dejaron de estar de moda a mediados de la década de 1970 en países más fríos del otro lado del Atlántico.

Para McAslan, Mendes da Rocha sigue siendo, "dentro de los mundos de la arquitectura, el consumismo y el corporativismo cada vez más entrelazados, un arquitecto (y específicamente no un "arquitecto estrella") de nuestro tiempo".

"Su carrera tiene cierta fuerza y continuidad reales", dice Sheila O'Donnell. "Ha sido heroico".
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