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Diversificar y crecer

Paul Kennedy cree que el bienestar nacional debe estar sustentado por varias fuentes de ingreso; el director de Estudios de Seguridad Internacional en Yale alerta del colapso en las commodities.
jue 12 marzo 2009 06:00 AM

Con cuatro puntos de apoyo se garantiza que las cosas sean mucho más estables, equilibradas, que estén más seguras; es difícil tirar abajo un objeto que se sostiene en cuatro patas, sea éste una mesa o un carro tirado por caballos.

Las criaturas bípedas son mucho menos macizas y confiables. (Por supuesto que cuando los cerdos logran el control absoluto y aprenden a caminar apoyados en sus patas traseras, cambian el eslogan, como lo haría cualquier buen leninista. Pero ésa es otra historia.)

Aun así, se puede extraer una lección de esta historia que sirve para aplicarla a esta economía mundial maltrecha, en la cual ningún país está a salvo de la crisis del crédito internacional y de la dramática caída en la demanda de productos y servicios; pero algunas naciones parecen estar mejor que otras.

Si, como está sucediendo, ciertos sectores económicos están en una situación más complicada que otros, seguramente en este momento es mejor que el bienestar nacional esté sustentado por varias fuentes de ingreso en vez de apenas dos o simplemente una.

La duda me surgió cuando estaba desempolvando antiguos datos estadísticos y recordando cómo surgió mi interés, hace unos 20 años, por entender qué hace que una economía sea saludable. Fue por casualidad, cuando di con una tabla del Banco Mundial que describía el PIB per cápita. Allí se mostraba que Suiza y Kuwait, los dos en los primeros puestos de la lista, tenían casi el mismo ingreso por habitante.

Por supuesto que el ingreso per cápita de Kuwait derivaba de una sola fuente: el petróleo. En contraste, las abundantes riquezas de Suiza provenían de al menos cuatro fuentes de ganancias: la fortaleza de su sistema bancario, servicios de seguros e inversión; su espectro de fabricaciones de alta calidad (esto es, de alto valor agregado), especialmente en los productos de ingeniería y farmacéuticos; sus ingresos derivados del turismo; y su sector agrícola muy protegido y de altos ingresos. Ciertamente cuatro patas robustas.

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Ahora, hay otros 175 países o más en el mundo a los que les hubiera encantando tener los ingresos provenientes del petróleo que tuvo Kuwait en las últimas décadas. Sin embargo, es justo decir que semejante confianza abrumadora en un solo producto de valor conlleva dos grandes riesgos:

El primero, y quizás el menos notorio, es el modo en el cual una nueva fuente que emana grandes riquezas debilita o deja de lado a otras fuentes de ingreso nacional.

Los hombres ya no desean trabajar para las industrias tradicionales (pesca, agricultura, silvicultura), sino para la industria del petróleo. El vasto flujo de ingresos del petróleo afecta los precios, pero bueno, se pueden pagar, por altos que sean. Brotan por todos lados productos de fabricación extranjera -automóviles, electrónicos, hoteles, aeropuertos-, pero no hay problema, todo esto se paga con el petróleo.

No hay impuestos a la gasolina, y los precios en las gasolineras son artificialmente bajos. A menos que el gobierno nacional sea fuerte y responsable, reina la corrupción y se trastoca la economía; si no, miren a Nigeria y a Venezuela. Hasta Noruega, con su tradición de servicio público y prudencia fiscal, lucha por manejar la maldición de Midas de una única fuente de riquezas.

El segundo riesgo lo conocemos mejor: el peligro de un colapso abrupto en el precio de comercialización mundial de nuestra preciada commodity. Esto fue lo que pasó este año no sólo con los precios del petróleo, sino también con el valor de casi todas las materias primas como la bauxita, el cobre, la madera y el caucho, entre otras.

La historia de las commodities

Muchas países en desarrollo, cuyas esperanzas se acrecentaron con el alza en los precios de las commodities, ahora están dando señales de retroceso económico. Quizás nos podría alegrar que ciertas naciones incómodas, como Rusia, Venezuela e Irán, estén padeciendo el colapso en los precios del petróleo, pero no podemos regocijarnos con las profunda crisis de flujo de dinero que afecta a numerosos países del Tercer Mundo.

¡Tenga mucho cuidado con lo que desea cuando reza por la caída de los precios de las materias primas!

Las naciones cuya economía se sostiene en cuatro patas o más, y son inherentemente más estables, deberían también prestar mucha atención al eslogan de Rebelión en la granja, pero por una razón un tanto diferente.

Suiza, la economía equilibrada modelo que se menciona anteriormente, está padeciendo las consecuencias de haber permitido que su pata del sistema bancario/inversiones, específicamente las acciones de inversión masivas e imprudentes de unos pocos bancos líderes, haya adquirido una importancia desproporcionada con efectos negativos para la reputación del país bastión de las finanzas sólidas y respetables.

Es aún más sombrío el revés en el destino de la República de Irlanda durante los últimos dos años. El Tigre Celta gozó de muchos privilegios en la pasada década: ser miembro de la Unión Europea y de la Eurozona, una base creciente de empresas de fabricación/ensamblaje, una industria de servicios floreciente, una sólida agricultura y su turismo de primera clase.

Pero ha derrochado gran parte de sus ingresos gracias a su tendencia a una temeraria inversión en el sector bancario y a una grotesca expansión de hipotecas insostenibles. En otras palabras, una de las patas de la mesa de la economía irlandesa creció tanto que en realidad hizo tambalear la mesa misma: en este momento, la vajilla se está deslizando a los extremos de la mesa, provocando dolorosos colapsos y caídas.

Ni George Orwell ni los cerdos rapaces de Rebelión en la granja eran avezados economistas, pero considero que su observación de que cuatro patas son buenas era bastante acertada.

Lo que ha estado sucediendo en esta época de épicas turbulencias financieras debería retraernos a unas pocas reflexiones elementales sobre la vida y el dinero: no ponga todos los huevos en una sola canasta; hay que cubrir las apuestas; si usted es un líder político de su país, eche un vistazo al conjunto de fortalezas y debilidades de su nación; y evite, en la medida de lo posible, el dinero rápido que trae consigo la maldición de Midas.

¿Y esto qué nos dice de la economía más poderosa del mundo, la estadounidense? Estados Unidos ha ingresado al siglo XXI en un momento en el que los equilibrios globales están pasando del llamado sistema unipolar al orden multipolar; en ese sentido, la debacle económica de EU es parte de los cambios constantes en el equilibrio de las potencias.

EU y sus otras ‘patas’

Es verdad que se ha acelerado innecesariamente el ritmo de ese cambio con años de excesivas acciones militares en otros países, una flagrante ignorancia de las políticas fiscales sensatas y una estupidez increíble en el manejo de los mercados de bienes raíces e hipotecas, todo lo cual deja al presidente Barack Obama con una increíble cantidad de vajilla rota que ha caído estrepitosamente de la enredada mesa de Estados Unidos.

Pero Obama también hereda una nación con muchas fortalezas residuales, siempre y cuando sea capaz de activarlas. Estados Unidos no es un país con una dependencia exclusiva como Kuwait, ni tampoco está tan distorsionado por los excesos financieros como (Dios nos ayude) Irlanda. Tiene enormes recursos naturales, desde la agricultura al abastecimiento energético de varios tipos; una demografía increíblemente favorable si se le compara con cualquiera del resto de las grandes potencias; vastas fortalezas en el terreno del desarrollo y la investigación y en universidades dedicadas a la investigación, y una notable flexibilidad laboral.

Por supuesto, tiene muchos problemas internos: la doble maldición de la pobreza y la escasa educación; ciudades con cinturones de pobreza y una infraestructura débil; una política esclerótica, influida por ciertos intereses; y actualmente un paisaje atiborrado de ‘McMansions’ a medio construir y condominios con hipotecas ejecutadas -no precisamente un paisaje agradable-. La perspectiva no es grandiosa. Pero tampoco es desalentadora.

La manera en que cada país, sus líderes y su pueblo respondan a los desafíos de hoy dependerá de ellos mismos, de su comprensión de la situación, de su resolución y determinación para tomar decisiones difíciles.

Hagan lo que hagan, deberían tener siempre en mente a los cerdos de los que habla George Orwell: para una economía nacional es mejor contar con cuatro (o más) pilares de soporte que apoyarse solamente en dos patas, o, peor aún, en una sola.

©2009, Tribune Media Services, Inc. Paul Kennedy es profesor de Historia en J. Richardson y director de Estudios de Seguridad Internacional en Yale. Actualmente está escribiendo una historia sobre la Segunda Guerra Mundial.

  

 

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