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¿Es feliz con su trabajo?

Aunque la pregunta parezca ociosa no carece de sentido, reflexiona Luis Miguel González; el trabajo es uno de los grandes detonadores de felicidad hoy y es a lo que dedicamos más tiempo.
dom 27 septiembre 2009 06:00 AM
“Al trabajo le entregamos más que a la novia o la esposa”: Luis Miguel González. (Foto: Archivo)
trabajo (Foto: Archivo)

¿Usted es feliz con su trabajo? La pregunta suena rara, pero no carece de sentido. La relación entre trabajo y felicidad es uno de los grandes temas contemporáneos, aunque no aparece en el cine con frecuencia y es raro verla en las novelas. Para compensarlo tenemos los blogs y ese epistolario invertebrado que pulula en Twitter y Facebook.

Nuestra ocupación es tan importante que la mayoría de nosotros nos definimos a través de ella. Cuenta más lo que hacemos que de dónde venimos, quienes son nuestros padres o qué religión practicamos. Tenemos más categorías para definir nuestro estatus laboral que nuestro estado civil. Decir casado, soltero o divorciado es una paleta de colores muy limitada en comparación con el diccionario de situaciones laborales. Trabajador de tiempo completo, empleado a tiempo parcial, por honorarios, colaborador honorífico, freelance, etcétera.

¿Qué significa el trabajo ahora? La pregunta parece ociosa en un contexto en el que la mayor preocupación para millones de personas es conseguir trabajo. Estamos en un año en el que se han perdido 563,657 empleos formales, según datos del IMSS. ¿Usted es feliz con su trabajo? Esta inquisición parece menor en un momento en el que el nombre del juego es ‘conserva tu chamba’. Las estadísticas nos cuentan sutilezas, pero no estamos para ver matices. Los mayores problemas son el desempleo, el subempleo y la caballería de sus primos indeseables: el trabajo no remunerado y las tareas sin prestaciones. Hay 12,105,168 personas laborando en la economía informal, 6,850,000 paisanos en EU.

El 46% de los mexicanos tiene miedo de perder su empleo, decía el Latinobarómetro 2008 y desde entonces ha llovido. El peso de los números no nos puede llevar a menospreciar los aspectos finos del trabajo. Es uno de los grandes detonadores de la felicidad contemporánea, junto con el amor… aunque no hay comparación cuando se trata de tiempo invertido. El trabajo es la actividad a la que dedicamos más tiempo, si descontamos las horas de sueño. Al trabajo le entregamos más que a la novia o la esposa. Le exigimos más que a los amigos o la familia extensa. De él esperamos dinero, reconocimiento y sentido existencial.

No siempre fue así. Aristóteles se refería al trabajo asalariado como incompatible con la satisfacción y lo emparentaba con la esclavitud. Los primeros cristianos pensaban que las miserias del trabajo eran el pago que la humanidad debía cubrir para expiar el pecado de Adán. La idea del placer asociada al trabajo es relativamente nueva, asegura el filósofo inglés Alain de Botton. Nace en el Renacimiento y toma forma en la Ilustración. En el siglo XVIII se establece, por primera vez, una “curiosa correlación: puede haber pasión en el matrimonio y placer en el trabajo”. El placer en el trabajo es un lujo que no todos disfrutan. Menos de la mitad de los mexicanos se definen como satisfechos con su trabajo, señalan diferentes encuestas realizadas desde los 80 a la fecha. Eso quiere decir que no tiene que ver con la crisis actual. Algún cínico podría decir lo mismo de la pasión en el matrimonio, pero eso es otra cosa.

En el trabajo buscamos la supervivencia, la felicidad y algo más. A veces encontramos el ‘workaholismo’. Ese padecimiento agrupa a aquellos que son adictos al trabajo. No quiere decir que disfruten su trabajo, sino que tienen la compulsión por realizarlo. El primer libro sobre el tema se escribió en 1971: Confesiones de un workaholic, de Wayne Oates. En Japón se le relaciona con la muerte de varios ejecutivos y le han puesto un nombre: karoshi. En EU hay una asociación parecida a la AA que se llama Workaholics Anónimos. Tienen bibliografía, línea de contacto y hasta una guía de 14 pasos para dejar el abuso del trabajo y volver a la vida. No propugnan el ideal aristotélico del ocio, pero promueven un nuevo equilibrio. Advierten de los riesgos del exceso del trabajo. Mencionan varios, pero no encontré el de pobreza.

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¿Es usted workahólico? ¿Le entusiasma más el trabajo que cualquier otra cosa?, ¿se lleva el trabajo a la casa o a las vacaciones?, ¿trabaja mientras come?, ¿se enoja cuando le piden que deje de trabajar para hacer alguna cosa normal? Busque ayuda en workaholics-anonymous.org

El autor es director editorial del diario El Economista.
Comentarios: opinion@expansion.com.mx

 

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