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¿De qué sirve la Cumbre de Copenhague?

Gabriel Quadri de la Torre asegura que la Cumbre de Copenhague revolucionará el mercado energético; para el director de Ecosecurities, los resultados de la Cumbre cambiarán nuestra forma de vida.
dom 06 diciembre 2009 06:00 AM
Una seguridad estricta impera en el Bella Center de Copenhague, sede de la conferencia de cambio climático. (Foto: Reuters)
Copenhague

Un mundo nuevo se incuba trabajosamente en la Convención de Naciones Unidas para el Cambio Climático. La reunión cumbre de Copenhague este diciembre atisbará nuevas reglas, valores, tecnologías, precios relativos, flujos de financiamiento e inversión, y esquemas de relaciones entre países. Ahí se configurará la lucha contra el calentamiento global a partir de 2012, cuando expire el actual Protocolo de Kyoto.

El objetivo es evitar que la temperatura promedio de la Tierra se eleve más de 2-3° C, que los científicos consideran un riesgo manejable en el planeta. Esto se corresponde con una concentración máxima de 450 partes por millón (PPM) de CO2 equivalente en la atmósfera hacia 2050 (aunque hay posiciones con una meta más ambiciosa: 350 PPM). Las concentraciones previas a la era industrial eran de 280 PPM, y ahora están en 385 PPM. En un escenario inercial, esta cifra superaría las 650 PPM en 2050. Éstos son los trazos del nuevo régimen que son observables ya en las instancias de negociación de la ONU:

1. La reducción promedio de emisiones de los países desarrollados hasta en 30% para 2020 y 90% a 2050 con respecto a 1990. Europa ha tomado la iniciativa desde el inicio, sin embargo, su oferta está condicionada a que Estados Unidos responda con la misma especie. El compromiso real de EU dependerá de cómo llegue a Copenhague: con o sin el respaldo legislativo que pueden darle a Obama las iniciativas Waxman–Markey (ya aprobada por la Cámara de Representantes), y la Kerry–Boxer, que está en el Senado y que conllevan una reducción de emisiones hasta en 20% para 2020 con respecto a 2005, y de 85% hacia 2050, por medio de una regulación sectorial. Con todo, la Suprema Corte de EU estableció que la Agencia de Protección Ambiental (EPA) tiene facultades para regular las emisiones, por lo que Obama contará con cierto respaldo en Copenhague.

2. Dado que las emisiones de grandes naciones emergentes (China, India, Brasil, México y otros) pronto superarán a las de los países industrializados, es prioridad comprometerlos a reducir al menos 30% de las emisiones proyectadas a 2020.

Los compromisos muy probablemente van a forjarse a partir de negociaciones directas entre EU y China. India y Brasil, que aspiran a ser potencia global, impondrán condiciones. La idea más socorrida se refiere a fijar compromisos sectoriales, sobre todo en generación de electricidad, deforestación, transporte, eficiencia energética en la industria, hogares y servicios, y la mitigación de emisiones de metano en la industria petrolera, rellenos sanitarios, plantas de tratamiento de aguas y en granjas. Se esperara que los gobiernos planteen regulaciones, impuestos y subsidios y presupuesto.

3. Es una prioridad la eliminación de la deforestación en regiones tropicales, pues representa cerca de la quinta parte de las emisiones totales. La Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación encierra complejidades técnicas y políticas inéditas. ¿Cómo definir líneas base de emisiones por deforestación para cada país relevante, sin premiar perversamente a los más conspicuos depredadores (como Brasil, Indonesia, Honduras, Malasia), y sin castigar a gobiernos ejemplares (Costa Rica, Panamá)?, ¿cómo establecer reglas claras de monitoreo?, ¿cómo evitar que estos bonos de carbono inunden el mercado e inhiban el cambio tecnológico en la generación y el uso de la energía?

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La definición de estos trazos serán la columna vertebral del régimen posKyoto. Es muy probable que en Copenhague no se llegue a un acuerdo total, pero que se den pasos sólidos, para asegurar la conclusión de las negociaciones entre 2010 y 2012. Una vez en vigor en 2013, un cambio profundo será inevitable. Los monopolios energéticos perderán su razón de ser, los subsidios a los combustibles y a la electricidad serán removidos, y los impuestos serán rediseñados a partir de una visión hacia la eficiencia y la energía renovable.

La reducción de emisiones significará cambios profundos en nuestra forma de producir y de consumir, de ubicar nuestros lugares de residencia y trabajo, y de movilizarnos. Será una verdadera revolución energética.

*El autor es director de la compañía Ecosecurities en México.

 

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