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Azoteas verdes colectan agua de lluvia

eConstrucción es una empresa que intenta impulsar la recuperación de líquido fluvial; buscan expandir la idea de crear espacios verdes para combatir la escasez de agua.
dom 22 noviembre 2009 06:00 AM
En Tlaxcala, Alejandro Tazzer y Diego Tona, de eConstrucción, tienen proyectos para captar agua de lluvia en los techos.  (Foto: César S. Manjarrez )
econstruccion (Foto: César S. Manjarrez)

Justo detrás del Hospital Español, en la colonia Polanco de la Ciudad de México, se observa, en lo alto de un penthouse, una palmera en la azotea. Como éste, en un edificio en la capitalina colonia del Valle se ha creado en la parte superior un área común con espacios verdes, al igual que otro en la colonia Patriotismo y un par de casas en Bosques de las Lomas y Lomas de Chapultepec.

Son azoteas verdes, un concepto impulsado por la empresa mexicana eConstrucción, que intenta impulsar la recuperación de agua fluvial para el uso doméstico o industrial, a través de un espacio verde.

“Este sistema se ha usado desde los años 70 en Alemania. Ya es algo probado”, dice Alejandro Tazzer, cofundador y director general de eConstrucción. “Aquí en la ciudad hemos logrado que una casa recupere hasta 65% del agua que (le) cae de la lluvia para sus tareas cotidianas: lavar trastes, usar el WC y hasta bañarse”.

Esta firma nació hace un año, cuando Tazzer y Diego Tona, su amigo desde la infancia, decidieron crear un proyecto ‘verde’.

Su inspiración fueron ciudades de California, como Los Ángeles y San Francisco, en donde detectaron un auténtico uso eficiente de recursos: aguas pluviales, tratamiento de aguas, electricidad solar por celdas fotovoltaicas, energía eólica… “Estamos en pañales”, dice Tazzer.

Fue así que el 1 de octubre de 2008, con una pequeña inversión de 250,000 pesos, crearon una constructora que incorpora soluciones ecológicas con el uso de materiales 100% mexicanos. La idea ha funcionado. A un año, han vendido 25 millones de pesos, no sólo con azoteas verdes, sino con todo tipo de proyectos sustentables.

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Está el caso de una nave industrial en Tlaxcala. “El cliente no estaba muy convencido de estas innovaciones”, confiesa Tazzer. “Pero cuando terminamos la primera fase de la planta, que fue la captación de agua de lluvia en 1,000 metros cuadrados, quedó asombrado al comprobar que tan sólo en cuatro días había captado 300 metros cúbicos de agua de lluvia”.

Hoy, esta nave industrial tiene la capacidad de captar agua en una superficie de 5,000 metros cuadrados, por lo que ya planea la construcción de un lago artificial para almacenar todo el vital líquido que obtiene para sus procesos de manufactura.

Tazzer asegura que no se trata de soluciones complicadas: se usa lo que ya tienen los inmuebles con una inversión que va desde 1,200 a 1,600 pesos por metro cuadrado de jardín, dependiendo de su tamaño y la dificultad de acceso.

“Recibimos mucha lluvia y sólo nos preocupamos por sacarla de nuestras vidas. ¿Por qué no preocuparnos ahora para que ninguna gota que nos llega, se nos vaya por el caño”, se pregunta Tazzer.

“México en una laguna”
Pero ¿es realmente viable utilizar el agua de lluvia?, ¿existe una veta de negocios en este concepto? La metáfora del canto popular que reza “Guadalajara en un llano, México en una laguna”, parece tener la respuesta.

Según explica Jorge Legorreta, arquitecto y urbanista, especialista en la transformación de la Ciudad de México, la llamada crisis del agua de la Zona Metropolitana no es por falta de líquido, sino por exceso de ésta.

“Estamos frente a un gran paradigma. Tenemos hasta 72,000 litros de agua por segundo fluyendo, 24 horas al día, y no aprovechamos ni la tercera parte porque no sabemos cómo. Crear sistemas de depósito mejores, fomentar la captación de agua de lluvia, la creación de drenajes especiales y hasta la desalinización del agua de mar son opciones que no sólo son viables sino que son necesarias”, dice Legorreta.

Como coordinador del Centro de Información del Agua de la Universidad Autónoma Metropolitana, explica el gran dilema hidráulico al que nos enfrentamos los 22 millones de habitantes de la Zona Metropiltana. “¡Tenemos agua por todas partes y lo único que hacemos es verlo como un problema!”, se lamenta.

¿Son entonces erróneos los mensajes que aseguran que los habitantes de esta gran urbe estamos por vivir la mayor escasez histórica de este líquido?

En lo absoluto. El problema, dicen los expertos, no sólo atañe a la escasez reciente que padecen los sectores medios: se suma a la carencia permanente de los sectores de bajos ingresos, provocada por una mala distribución de este líquido.

A Legorreta le resulta apasionante explicar el dilema. Muestra un gran mapa, que ocupa toda una pared de su centro de trabajo y señala:

“Estamos rodeados de 60 montañas y tenemos 45 ríos circulando alrededor. Eso provoca que seamos una zona que genera lluvia de forma abundante. Toda esa agua, proveniente de las montañas, ríos y la lluvia, baja de forma permanentemente a la ciudad, razón que explica las constantes inundaciones, incluso históricas, que no hemos podido resolver. Al ser una cuenca cerrada (como una ‘cazuela’), la ciudad se ha desgastado desde el siglo XVII en sacar todo este líquido y, a su vez, en buscar de forma desesperada agua para abastecer a sus habitantes”, dice.

Se estima que 70% de ésta se obtiene del subsuelo, y el resto, del abastecimiento externo, como el Sistema Cutzamala, que cada vez es más escaso. Y aunque tenemos un gran ‘tinaco’ de agua debajo, una laguna de 1,100 km2, no se puede apostar a su extracción.

“Nos hemos hundido 10 metros en los últimos 100 años por la extracción de este manto acuífero, ya no podemos arriesgarnos”, asegura Legorreta.

La ciudad de Tláloc
Que los aztecas tuvieran como dios a Tláloc para adorar a la lluvia, no es sólo poesía antropológica. Según afirma Legorreta, la Zona Metropolitana es una de las regiones del mundo con mayor captación de lluvia por estar rodeada de montañas. Calcula que quizás nos caen 600 metros cúbicos de agua de lluvia por segundo. En el sur, desde el Ajusco hasta el volcán Iztaccíhuatl, llueve 1,100 milímetros promedio anual. En otras regiones, llueve 400 milímetros promedio anual.

“La mayor parte de esa agua se evapora. Y muy poca, muy poca, es la que se puede aprovechar. Pero, aun así, es 15 veces más del agua que extraemos”, asegura.

En términos medibles, esto corresponde a la aproxima-ción que hace Alejandro Tazzer, de eConstrucción, quien calcula que en la Ciudad de México caen 743 litros de agua de lluvia por metro cuadrado, cifra que es equivalente a lo que una familia de clase media, de cuatro personas, utiliza en un día.

“Los arquitectos hemos hecho algo absurdo: mandar por un tubo toda el agua que cae en nuestros techos. Por fortuna, hay un sector de profesionistas dedicados a la construcción, que de manera más consciente ha dicho: almacenemos agua de lluvia”, dice Legorreta.

Está el caso del arquitecto Néstor de Buen, que en 1996 patentó el eConcreto, un material permeable al agua que ya se vende en Estados Unidos, Corea, Colombia y Europa, y que ha recibido infinidad de reconocimientos, pero que no genera grandes ventas en México.

Así como los proyectos sociales del Centro Internacional de Demostración y Captación en Aprovechamiento del Agua de Lluvia (Cidecalli), del Instituto Internacional de Recursos Renovables México (IRRI-México) y del Centro de Investigación para el Desarrollo (CIDAC).

Camino difícil de labrar
Sin embargo, pese al impacto social, ecológico y hasta económico que la captación de agua de lluvia representa, aún es una idea poco explorada.

“La captación de lluvia es un negocio que apenas empieza a ganar terreno en el mundo. Está más enfocado a proyectos sociales que a iniciativas redituables”, explica Heather Landis, analista de la consultora londinense Lux Research, especializada en negocios innovadores y sustentables.

En casi todos los casos existentes, principalmente en Europa, Landis reconoce que se trata de un esfuerzo conjunto entre los gobiernos y la iniciativa privada. Sin esta mancuerna, asegura, los proyectos que se generan corren el riesgo de quedar como meras anécdotas innovadoras.

El directivo de eConstrucción lo confirma. “Hay mucho interés por parte de la gente. Pero, desgraciadamente, en casi todas las nuevas construcciones no se está planteando un sistema de captación fluvial. Porque no se exige, no se hace”, dice Tazzer.

Además, de acuerdo con Cidecalli, no todas las azoteas de la Ciudad de México son candidatas a convertirse en captadoras de lluvia. Considera que el potencial está más en las zonas industriales o en los espacios abandonados de la ciudad.

“La captación de agua pluvial sólo es una pieza más del rompecabezas. No resuelve el problema de escasez de agua en su totalidad. Hace falta más información tecnológica que logre detectar los problemas fluviales y empresas que desarrollen equipo y software que ayuden a identificar con precisión las oportunidades de lluvia que tiene cada ciudad”, dice Landis, de Lux Research.

Como dijera Legorreta, estamos ante un nuevo paradigma, más allá de la reingeniería y los negocios.

“Hay que aprender a almacenar el agua dentro de la propia ‘cazuela’ (Zona Metropolitana), a usar el agua de lluvia y la que baja de los ríos. Escasez, distribución y evitar catástrofes. Ésos son ahora los retos”, dice el urbanista.

 

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