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&#34El PAN, clave en la transición&#34

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Apenas tres días después del 6 de julio, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, presidente del Partido Acción Nacional (PAN), hizo retumbar su voz en el cuadrante capitalino. Enfrentado en el programa radiofónico “Monitor” con Andrés Manuel López Obrador, su homólogo del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Calderón dejó entrever la tesitura que podría tener el diálogo en la novedosa primavera democrática.

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Político joven pero experimentado –nació el 18 de agosto de 1962 y ya ha sido diputado federal, secretario general del CEN de su partido y candidato a la gubernatura de Michoacán–, Calderón reclamó al perredista su falta de precisión al criticar el apoyo del blanquiazul a las reformas constitucionales durante el salinismo. “Las que apoyamos eran buenas –le dijo–, tan buenas que en estos momentos no eres capaz de señalar una que tengan que echar para abajo.” López Obrador trastabilló.

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El dirigente panista conversó con Expansión apenas un día después de su álgido encuentro con el perredista. Reiteró su impulso a un Acuerdo de Gobernabilidad (“aún estamos a tiempo de llegar a algo concreto”), hizo el balance postelectoral de su partido (“cometimos errores que tienen que -corregirse”), habló de la derrota de Carlos Castillo Peraza (“estuvimos frente a un adversario que se preparó muy bien”), deshilvanó sus propuestas en materia fiscal (“puede haber una reingeniería del gobierno que permita ahorros fiscales”), subrayó la necesidad de reabrir el Caso Conasupo (“la única manera de curar esa herida es abrirla y limpiar su enorme supuración”) y, al fin y al cabo amante de la música popular, se refirió al autodestape de Vicente Fox con miras al 2000 citando a otro insigne guanajuatense: “No hay que llegar primero, sino hay que saber llegar.”

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Días antes del 6 de julio, le preguntaron sobre el papel que debería jugar el presidente Zedillo en la transición que vivimos y respondió que debía “asumirse como lo que no ha querido asumirse en todo este año: como Presidente de todos los mexicanos, y olvidar-se de que es el primer priísta del país”. ¿Cómo lo ha sentido en los días siguientes a la jornada -electoral?
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La campaña como primer priísta la hizo hasta el último día. El mismo día de las elecciones todos vimos anuncios del Pronafide por doquier, con discursos de él mismo, de Beatriz Paredes, etcétera. Sin embargo, creo que a juzgar por los resultados a escala federal, la calidad de la elección es aceptable y eso, innegable-mente, tiene que ver también con la actitud del Presidente. Es un mérito que hay que reconocerle y desde esa perspectiva se condujo institucionalmente.

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Al vislumbrar una composición plural, dividida, en la Cámara, usted hablaba de que eso obligaría “a terminar con la impunidad del Ejecutivo”, “impunidad porque el Presidente no responde a nadie más que a sí mismo”. ¿Cree que esa actitud pasará a la historia tras los resultados del 6 de julio?
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Yo fui muy enfático en que el elemento clave de la elección era la mayoría absoluta, el control de la Cámara de Diputados, y finalmente ese elemento se dio. Es el elemento cualitativo más importante, desde mi perspectiva, de la elección en lo que toca a sus resultados. Creo que hay una vía abierta que tiene que aprovecharse –no se dará mecánicamente, desde luego–, para acabar con lo que literalmente señalo como impunidad o irresponsabilidad. Ante la carencia de controles reales sobre el Ejecutivo, esto hacía a quienes trabajan en él y lo representan literalmente irresponsables: no le respondían a nadie. Ahora queda la posibilidad, primero, de que la Comisión de Contaduría Mayor de Hacienda de la Cámara sea presidida no sólo por un diputado de la oposición, como ha sido hasta ahora, sino que además cuente con los elementos que le permitan ser eficaz. Segundo: la Cámara podrá nombrar al contralor mayor de Hacienda, que por ley debe renovarse cada ocho años y este año precisamente es el último del actual. De manera que la Cámara tiene la oportunidad inigualable de elegir al auditor que debe tener bajo su mando los recursos necesarios para poder auditar verdaderamente al Ejecutivo, a las dependencias públicas, poder requerir cuentas e información. Al mismo tiempo, la Cámara tendrá que hacer un esfuerzo por reducir los plazos de rendición de cuentas y ampliar las facultades de verificación de la propia contaduría. En fin, una serie de pasos que nos pueden llevar a ese punto en el cual cada peso que se paga de impuestos, que se obtiene de deuda, que se financia desde el Banco de México, pueda ser seguido por los representantes de los contribuyentes, en este caso los diputados, hasta el momento en que es aplicado a los gastos de la Federación. Esto, indudablemente, mejorará los niveles de eficiencia del aparato gubernamental, reducirá considerablemente los niveles de corrupción, que evidentemente existen, y, sobre todo, generará un equilibrio político fundamental en términos del poder público.

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Usted ha hablado de un Acuerdo de Gobernabilidad. ¿Qué propone? ¿Con quién ha hablado? ¿Percibe disposición del PRI y del PRD?
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El acuerdo no es tan novedoso, porque lo propusimos desde enero. De hecho, cuando hicimos nuestro análisis de principio de año y se vislumbraba el escenario para julio, lo primero que vimos es que iba a aparecer una Cámara con una configuración distinta a la histórica. No iba a tener la mayoría el PRI, pero también veíamos que no la tendría otro partido, en este caso el PAN. Por eso decidimos proponer a las fuerzas políticas un acuerdo que, considerando estos nuevos equilibrios, estableciera bases firmes para una relación constructiva, propositiva, entre el Ejecutivo en manos del PRI y la Cámara en manos de la oposición. Ese acuerdo permitiría construir los carriles sobre los cuales pueden, en el mejor de los términos, negociarse acuerdos parlamentarios sobre presupuesto, relaciones exteriores, vigilancia del Ejecutivo, impuestos, deuda. Lo que proponíamos era negociar con tiempo lo que finalmente terminaríamos por negociar. Creo que perdimos seis meses valiosísimos, pero aún estamos a tiempo de llegar a algo concreto.

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¿Cuál ha sido la actitud del PRI?
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En enero dijo que la gobernabilidad se garantizaba con una victoria priísta, la cual no ocurrió. Por debajo, el comentario confidencial era: si nosotros hacemos un acuerdo de gobernabilidad con el PAN, estaríamos reconociendo la posibilidad de perder, lo cual era evidente, pero era una aberración tratarlo de negar de esa manera.

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¿Qué ha pasado después del 6 de julio?
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Yo veo una gran incertidumbre en los propios mandos de autoridad del PRI. Su actual presidente, Humberto Roque –cuando salga esta entrevista no sé si todavía estará al frente del PRI–, no quiere o no puede tomar ninguna decisión; parece no representar verdaderamente al PRI y eso ha dificultado todo. En cuanto al PRD, está de acuerdo en que arribemos a acuerdos, aunque no ha aceptado formalmente este Acuerdo de Gobernabilidad, tal vez porque no le agrada mucho asumir iniciativas políticas que no son propias. Una antigua tradición del PRD es que sólo considera bueno políticamente, en términos de opinión pública, lo que él hace o propone, pero finalmente es un problema de forma que se puede superar. Y en cuanto al Presidente, no he hablado personalmente con él. Yo percibo que él intuye que hay posibilidad de llegar a acuerdos en la Cámara, fundamentalmente con el PAN, y está trabajando intensamente por acercarse al PRD desde hace un buen rato, tal vez por eso minimizó o no le dio la importancia que nosotros le damos al Acuerdo de Gobernabilidad.

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¿De tal manera que lo siente congelado, estancado?
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No, al contrario: me parece un muy buen síntoma que no haya generado ningún rechazo. En este momento, después del 6 de julio, no ha generado ningún rechazo explícito ni implícito. Es decir, hemos podido dialogar. Todos hemos hablado de alguna manera de la necesidad de llegar a acuerdos y en esencia eso sería un Acuerdo de Gobernabilidad.

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Ayer desayunó con Andrés Manuel López Obrador y luego coincidieron en “Monitor”, en un intercambio de pareceres en el que muchos capitalinos constatamos que existen diferencias marcadas entre el PAN y el PRD. ¿Qué sensación le queda tras ese intercambio en términos de las posibilidades de diálogo con el PRD?
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La misma y yo diría que incluso mejor. En términos institucionales yo respeto al PRD y a López Obrador probablemente más de lo que ellos respetan al PAN. Pero el hecho es que nosotros tenemos muy clara la diferencia que existe entre posturas y acuerdos políticos. Tal vez es una diferencia que ellos no han podido entender en la relación del PAN con cualquier gobierno. Una cosa es que podamos tener coincidencias –algo que no sólo es válido, sino que es conveniente y en este México plural es indispensable–, y otra es que llegar a acuerdos sobre temas específicos no implica de ninguna manera renunciar a las discrepancias que hay con el PRD, con el PRI o con el gobierno. De la misma forma que afirmo que con el gobierno tenemos, hemos tenido y tendremos diferencias fuertes y eso no implica que no podamos llegar a acuerdos, también puedo decir lo mismo con respecto al PRD. Tenemos diferencias y las expresaremos cada vez que seamos objeto de un ataque injustificado, pero eso nunca será un obstáculo para que lleguemos a acuerdos.

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Ayer le dijo a López Obrador que iban a ser con Cárdenas y con el PRD de la misma manera que ellos fueron con Carlos Salinas de Gortari. ¿Podría desarrollar esta idea?
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Ellos no han entendido una relación elemental del PAN. Hemos sido un instrumento clave en la transición política mexicana. Yo sé que esto tal vez sólo se entenderá en el futuro, pero aunque no se comprenda no importa. Creo que el PAN actuó con un compromiso ético muy claro con el país y esos compromisos se cumplen, independientemente de que se entiendan afuera o no. Cumplimos con el deber de que, al ser partido de oposición, nuestra obligación era apoyar aquello que fuese en beneficio del bien nacional y rechazar aquello que no lo fuera y me parece que esta es la actitud de un partido político responsable. En el caso del PRD, precisamente en ese periodo, su táctica fue mucho más cómoda, mucho más rentable política y electoralmente, y fue decir no a todo, mecánica y -compulsivamente. Es una posición que no compromete, que gana las primeras planas de los periódicos, que se lleva los aplausos, pero que en nada le ayuda al país. Y hubo reformas en el sexenio pasado, a las cuales me referí ayer también, que si no las aprobaba el PAN no podían pasar, porque se requerían las dos terceras partes de la Cámara para ello. Y sin ellas México tal vez estaría atrasado ocho ó 10 años en términos políticos. Hasta hoy empezaríamos a ver si reformamos la Constitución para que apareciera el Instituto Federal Electoral (IFE), para que la credencial de elector tuviera fotografía, para que se reconociera la personalidad jurídica de las iglesias o para que concluyera la inseguridad en la tenencia de la tierra; en fin, muchos temas sin los cuales no podríamos entender las posibilidades de modernización del país en términos económicos y políticos. Por eso no se vale acusar con índice de fuego al PAN por haber colaborado con la realización de ciertas reformas constitucionales sin tener, al mismo tiempo, el valor de señalar cuál de ellas estuvo mal.

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A partir de las elecciones pasadas, el PAN gobernará a 42% de la población mexicana. ¿Cómo evalúa, a grandes rasgos, el desempeño de su partido en los pasados comicios?
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Hubo una campaña que tuvo logros muy -señalados: gubernaturas, alcaldías, el rompimiento mismo de la mayoría del -PRI, la calidad de los procesos, pero evidentemente todavía tenemos mucho -espacio para mejorar. Creo que cometimos errores que tienen que corregirse --algunos repercutieron gravemente en la votación del partido, como en el caso -del Distrito Federal-. Tiene que hacerse un esfuerzo mucho mayor en términos de -organización y de imagen del PAN, que por una estrategia compulsiva y desleal -de nuestros adversarios fue injustamente vulnerada en esta elección. Creo que -el balance es positivo, sin que eso implique cerrar los ojos a la necesidad de -revisar aquello que estuvo mal. Además, estamos muy a tiempo para ello. El -resultado es satisfactorio, nos permite una recomposición y el tiempo es más -que suficiente para enfrentar de mejor manera los comicios para la Presidencia -de la República.

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La evidencia confirma que cuando hay buenos candidatos y buenas campañas casi siempre hay triunfos electorales. En su análisis, ¿qué sucedió con Carlos Castillo Peraza en el DF?
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Habrá que revisar. Creo que cada quien tiene un ámbito de responsabilidad y habrá que revisarlo. Yo lo hago y reviso a conciencia qué hice bien y qué hice mal en el DF. Creo que deben hacer el mismo examen el Comité Directivo Regional del DF, el Comité de Campaña y el candidato. Me parece que eso es lo honesto. Pero, sobre todo, creo que no hay que descargar en una hilera de culpas o de frustración algo que es parte y esencia de la democracia: ganar y perder.

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En todo caso también hay que valorar los méritos del adversario. Yo creo que estuvimos frente a un adversario que se preparó muy bien para esta campaña, que diseñó una buena estrategia y que supo sortear con habilidad la coyuntura; en otras palabras, que en términos electorales fue mejor que nosotros por las razones que hayan sido.

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O sea, ¿Cuauhtémoc Cárdenas fue mejor que Carlos Castillo Peraza?
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No, no mejor que él. Tuvo una mejor estrategia y desempeñó una mejor campaña.

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Una semana antes de las elecciones, la politóloga Denise Dresser escribió que Castillo Peraza no perdería por sus propuestas, “sino por su arrogancia”.
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Son cosas que sólo el elector puede saber a ciencia cierta. La percepción personal del elector sobre el candidato sólo él la puede tener. Yo tengo tiempo de tratar a Carlos y puedo tener una percepción distinta de la que tienen los electores, que finalmente es la que cuenta. De todos modos, siempre los días posteriores a una campaña dan un amplio espacio para la reflexión y la rectificación.

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En días pasados, Manuel Arciniega Portillo –candidato del PAN a diputado local por el 16 distrito capitalino– señaló a Carlos Castillo Peraza como “el responsable de habernos arrastrado a las derrotas”, y agregó que “hubo unidad del PAN en el DF, pero no hubo unidad del equipo yucateco con el DF”. ¿Hay algo de cierto en esto?
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Me parece que es un camino equivocado pretender hacer el inventario de culpas recíprocas sin que cada quien asuma la suya. Por eso no avalo, primero, que se hagan esas expresiones en la opinión pública y tampoco que se hagan desde una perspectiva maniquea. Cada quien debe asumir con responsabilidad y seriedad, repito, lo que hizo bien y lo que hizo mal. Sería irresponsable negar que hubo cosas que corregir del candidato, como también pretencioso y falso decir que todo se debió a una candidatura. Una introspección en la organización del partido en la capital de la República, en los mismos candidatos a diputados y en los diputados en ejercicio, es indispensable y ella nos traerá no el juicio, que no se trata de juzgar, sino la oportunidad de mejorar.

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Ante la perspectiva de contender por la presidencia en el 2000, un paso importante era el gobierno del DF. ¿Qué obligará a recomponer en la estrategia del PAN este tropiezo?
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Pues tanto como paso, no. Sí hubiese sido, desde luego, una coyuntura importante, pero la alternancia regional ya la hemos vivido desde 1989. En todo caso lo que requiere el partido es una estrategia de dimensión nacional y de perspectiva presidencial. Por otra parte, creo que en la medida en que cada uno de los componentes del sistema del partido –organización, comités, candidatos, militantes– sepamos corregir a tiempo lo que hay que corregir del partido en el DF, el PAN recuperará el paso, pienso yo, más rápido de lo que consideran nuestros adversarios. De hecho, pienso que el fenómeno del DF fue estrictamente coyuntural para el PAN, tan es así que las preferencias electorales meses antes de la elección eran muy altas para el propio partido. El cambio de preferencias refleja la volatilidad del electorado, que no hay ningún voto seguro y que el voto decisivo en el DF no fue partidista. Está en manos del PAN recuperar no sólo el terreno perdido, sino lograr una victoria en la ciudad de México y en la Presidencia de la República en el año 2000.

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En el momento actual del DF, en el cual ya hay un jefe de gobierno electo y eso de algún modo supone un juicio de la ciudadanía en contra del actual gobierno capitalino, de aquí a diciembre podría crearse un vacío de poder en la capital del país. ¿Convendría establecer un acuerdo de gobernabilidad para la ciudad de México?
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En política creo que siempre convienen los acuerdos. Algo que tiene que desterrarse de la cultura política nacional es la idea perversa de que acordar es transar. Eso no es cierto. Acordar es generar reglas claras y certidumbres políticas, siempre y cuando se haga con criterios éticos. Y conviene hacerlo, desde luego, en el caso de la ciudad de México. Por otra parte, no me preocupa lo del vacío de poder, finalmente se viene generando desde hace uno o dos años.

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Hace unos días, plantado ya en la realidad posterior a las promesas electorales, Federico Reyes Heroles planteaba esta cuestión: ¿cómo le hacemos ahora con la propuesta del PAN de bajar el IVA y reactivar la economía, todo con un gasto social alto?
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No sé si sea el artículo de Reyes Heroles que yo leí. Me parece que él señalaba que la propuesta del PAN era congruente y la contrastaba con la del PRD. Nosotros creemos que sin menoscabo del gasto social, sí puede haber una reingeniería del gobierno que permita ahorros fiscales y, sobre todo, una reestructuración que logre reducir el nivel de las tasas sin reducir la contribución. México tiene un problema fiscal mayor, que no tiene que ver con las tasas, y es la enorme evasión. Es decir, 38% de la Población Económicamente Activa no paga impuestos. Tenemos tasas de primer mundo, cargas tributarias al ingreso de 46.5%, semejantes a las de Dinamarca, y sin embargo este país tiene una recaudación de 41% de su Producto Interno Bruto contra 14% que tiene México, y de este porcentaje sólo 8% –si se descuenta la contribución de Pemex– es de impuestos. Tenemos que rediseñar la política fiscal, rompiendo el viejo paradigma de que la única manera de recaudar más impuestos es subiéndole las tasas al mismo contribuyente responsable, quien debe pagar los errores y corruptelas administrativas del gobierno. Debe tratarse al ciudadano como contribuyente y no como delincuente. Hay que recordar que la primera vez que México alcanzó un presupuesto equilibrado en los años 90 tenía una tasa de Impuesto al Valor Agregado de 10%. Creo, además, que la propuesta del PAN se centra no en una expansión del gasto, sino en su redistribución territorial, lo cual implica una transferencia real de decisiones y de recursos y, consecuentemente, un incremento sustancial en los márgenes de eficiencia, porque ésta se incrementa en la medida en que los recursos y las decisiones se toman en donde están los problemas.

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¿A eso se refiere cuando cuestiona esa idea del gobierno de que “hay que despertar al tigre mexicano con un Plan Nacional”, cuando en realidad hay decenas o cientos de tigres en México que, con un poco de dinero, podrían crecer y levantar al país?
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Ese ha sido el error, esta obsesión por los planes nacionales -grandilocuentes, pomposos, con nombres cada vez más estrafalarios –Pronafide, etcétera–, cuando lo que se necesita es sentido común a escala nacional y pensar en términos regionales. Seamos una economía abierta al mundo, pero basada en la fortaleza de sus regiones. Y aquí la paradoja es que las regiones de México son débiles por la falta de recursos y allí es donde está el futuro de México. No se requiere inventar el agua tibia con otro plan más, diseñado o -implementado desde arriba, que pierde toda su energía y su vitalidad en el aparato burocrático central y lo único que genera son -macrocefalias como las de la ciudad de México.

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La propuesta del PAN es incrementar 5% anual la participación de estados y municipios, ¿no es así?
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Sí, por lo siguiente: según la Ley de Coordinación Fiscal hay una lista de impuestos de los cuales sólo se da 20% a los estados; de este porcentaje cada estado le da 20% a sus municipios, lo cual quiere decir que al final, de cada peso fiscal recaudado, 80 centavos son para la Federación, 16 para los estados de la República y cuatro para los municipios. Nuestra propuesta es incrementar cada año 5% el ingreso participable; es decir, que la parte que va a estados y municipios suba 5%: en 1998 hasta 25%, en 1999 hasta 30%, en el 2000 hasta 35% y que para el año 2003 estemos hablando de que la mitad de cada peso fiscal recaudado vaya a los estados y los municipios. Es una propuesta gradual, viable, sensata, que obviamente implica transferir decisiones hoy centralizadas a los estados y municipios.

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Su partido también propone la creación de un Consejo Federal Tributario. ¿Qué funciones tendría?
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Tomaría las decisiones cualitativas para la distribución del gasto; es decir, se integraría con uno o dos representantes de cada estado, representantes de la Federación y en un paso ulterior podría pensarse en representantes de los propios municipios.

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Este Consejo decidiría de qué manera se distribuye ese monto de ingreso participable –bajo criterios de población, de Producto Interno Bruto, de grado de marginación– y buscaría fórmulas para evitar la enorme discrecionalidad que todavía tienen algunos gobernantes y que hace que el gasto se distribuya con criterios partidistas, sesgados e ineficientes.

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El PAN propone reducir el IVA y las tasas máximas del Impuesto Sobre la Renta -(ISR).
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El hecho es que en México tenemos una carga acumulativa en términos de ingresos. Es decir, las tasas del ISR son competitivas a nivel mundial, pero además tenemos el Impuesto Sobre Producto del Trabajo, Impuesto Sobre Nóminas, Impuesto Sobre Activos y los propios impuestos locales en algunos estados, que generan una carga muy alta y desestimulan el sistema productivo. Me parece que debemos pensar en generar desgravaciones graduales y, por otra parte, en vías alternativas de recaudación; concretamente, en los encajes tributarios para inversiones de muy corto plazo que se aplican en otros países exitosamente y que en México, que tiene un panorama de mediano plazo y de alta rentabilidad bursátil, permitirían tener más estabilidad en el mercado, le darían garantías al inversionista y representarían una contribución fiscal.

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En otro orden de ideas, usted ha señalado que el caso -Conasupo debe reabrirse, ¿por qué?
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Porque se cerró injustificada-mente. Es la última gran aberración de una Cámara de impunidad. A mí me tocó ser diputado y nunca se abrió el caso Infonavit, ni el caso Telmex, ni el caso Banpesca. Hay muchos “carpetazos” que le han dolido mucho al pueblo de México. El caso Conasupo tiene que reabrirse porque ya era una investigación en curso que tiene que ver con asuntos muy delicados de la vida del país: fortunas cuantiosas, trayectorias de Raúl Salinas de Gortari; se habla incluso de posibles implicaciones de lavado de dinero. La única manera de curar esa herida es abrirla y limpiar su enorme supuración. No se trata de abrir y desenterrar infinitamente cadáveres ya putrefactos de la enorme corrupción nacional, pero tampoco dejar que se nos siga infectando el alma del país por la impunidad.

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¿Cree usted, entonces, que existe el deber moral de hacerlo, aunque no falte quien lo vea como revanchismo en contra de Carlos Salinas de Gortari?
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Se hizo de Conasupo un caso simbólico. ¿Cuántos Raúl es Salinas de Gortari ha habido en la historia del país? Yo pienso en Martínez Manatou y sus casi $100 millones de dólares después de haber sido gobernador y secretario del Presidente. ¿Cuántos casos más habrá así? Pero no se trata de convertir la Cámara en un nuevo paredón, se trata de ver hacia adelante. Pero hay casos que son simbólicos, cruciales y que por lo que representan no se pueden tirar al pasado. En todo caso, habrá que pensar en una legislación que prevea cómo resarcir al país del daño económico que se le ha hecho sin convertir la investigación en -revanchismos, sin mandar al paredón a nadie; pensando, incluso, en alguna categoría distinta en términos penales. En todo caso, centrar 80% del esfuerzo en que no vuelva a ocurrir y 20% en lo que ya ocurrió. Pero no darle la vuelta a lo que está a la vista, y el caso Conasupo es algo que está más que vivo.

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¿Qué piensa el presidente del PAN del anticipado -autodestape de Vicente Fox con miras al año 2000?
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Hay un ilustre compositor vernáculo mexicano, precisamente guanajuatense, que dice que “no hay que llegar primero, sino hay que saber llegar”. Creo que Vicente está en su derecho de manifestarse. Yo puedo decir que, independientemente de lo polémica que sea su figura, es un hombre que por su liderazgo es un orgullo que esté en las filas del PAN.

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¿Usted le ve las mismas posibilidades, en este momento, que Diego Fernández de Cevallos, Carlos Medina Plascencia, Ernesto Ruffo o Francisco Barrio?
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Para mí es muy claro: o trabajamos todos ahora en construir el partido fuerte, sólido y bien organizado que permita llevar a cualquiera de ellos a la presidencia, o nadie llegará. Eso es lo que todos tenemos que entender.

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¿Pero sí le parece legítimo que él mismo diga “los que quieran, díganlo abiertamente”?
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Me parece legítimo que él diga que quiere. Las reglas de quién debe decir si quiere y cuándo debe decirlo no las dará Vicente. Será una sugerencia que pueda ser como las llamadas a misa. Él está en su derecho de decir que va a buscar la presidencia e incluso de trabajar para ello.

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¿A Felipe Calderón le gustaría ser candidato a la presidencia en el 2000?
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No, en el 2000 no. Sí me gustaría ser candidato a la presidencia en el próximo siglo; dentro de 20 años quizá, pero no ahora. Yo sé que mi tarea es muy clara en el PAN: tengo que trabajar intensamente para construir el partido del futuro. Esa posibilidad la veo como la vemos muchos mexicanos desde que somos pequeños y algún día pensamos en esa canción de Miguel Mateos que dice “qué vas a ser cuando seas grande”, pero nada más.

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