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7 secretos de dirección y serenidad

Asociar, empujar y crear son los verbos favoritos de un director general.
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

La acción de dirigir una empresa suele asociarse con la energía, el empuje, el acto creador, la actividad febril y el contagio del entusiasmo. Pero puede tal vez generar una óptica activista de la gerencia general. Precisamente por ello nos parece hoy oportuno subrayar una cualidad de la dirección que suele dejarse en la sombra por los propios directivos. En otras palabras, el director de una organización debe ser sereno.

- La serenidad es una característica humana que se sitúa entre dos posturas emotivas en que suele caer el director en momentos de crisis. Nada más oportuno que hablar de ello hoy, cuando el ciudadano y la organización enfrentan en México las crisis más notables que han aparecido en los últimos 70 años. Crisis significa ruptura, alternativa, que requiere aptitud de discernimiento: crisis y criterio derivan de una misma fuente etimológica. Y en ésas estamos hoy, como es evidente.

- La serenidad consiste en aceptar una actitud, un criterio, diferente de estas dos posiciones ante las situaciones críticas: el fanatismo: “A nosotros no nos puede pasar nada, porque si pasara, la vida ya no tendría sentido”. Esto no es cierto: a nosotros nos puede pasar todo, y la vida –incluso la nuestra– seguiría teniendo sentido. Nuestro hundimiento personal no lleva consigo el enterramiento de México.

- La otra postura extrema en que podemos caer ante las crisis sería el fatalismo: a nosotros nos puede pasar todo y, por tanto, cualquier cosa que hagamos será indiferente; la cual tampoco es una postura acertada, porque hay muchos acontecimientos que dependen de nosotros, y que son susceptibles de cambiar dependiendo de nosotros.

- La serenidad, entonces, es una posición que hace compatible la realidad, por difícil que sea, sin caer en el fatalismo; y con el apasionamiento, sin caer en el fanatismo. Postura intermedia por la que hacemos compatible la aceptación de la realidad –por difícil, decimos, y penosa que resulte–, con el apasionamiento que pone en el trabajo el fanático, y la lucha con ganas para que nuestros proyectos se hagan realidad, en contra de todo fatalismo. Como se ve, la serenidad es un trazo fundamental que debe entrar en el perfil del director. Sería bueno saber cuáles son las características imprescindibles para poder decir de nosotros que somos hombres serenos. Estas son las seis características cruciales de un director que actúa con serenidad:

- 1. Mantenerse en lo básico. La solución no va a venir de otro lado: como siempre, hay que comprar y vender bien. Esto no se suple con nada. Las cosas no se van a dar por arte de magia. Hay que conocer nuestro negocio y concentrarnos en él.

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- 2. No dedicarse a lo extraordinario. En situaciones extraordinarias o críticas debo hacer extraordinariamente bien lo básico, en contra de la tendencia usual según la que, en tales situaciones, debo cambiar de actividad dedicándome a tareas que desconozco. No nos vamos a sacar la lotería. Por tanto, no vamos a jugar a ella. Debo distinguir entre cambiar la situación en que me encuentro y “cambiar de situación”, para aventurarme en otra distinta (lo cual equivale no pocas veces a una huida).

- 3. No mandar con amenazas ni extrovertiendo nuestro mal humor. Para las personas responsables, como las que deben trabajar con nosotros, la situación crítica es ya de suyo suficientemente agresiva, siendo disfuncional incrementar el peligro añadiendo promesas de castigo, y desahogando el propio nerviosismo por el medio primitivo de transmitirlo a los demás. El hombre sereno no es el que nunca se pone nervioso; es el que aguanta los nervios que tiene. El hombre sereno no pone nerviosos a los demás, sino que los contagia del sosiego que consigue.

- 4. Ser transparente. No debemos ocultar, ni disimular, ni disminuir las dificultades a los demás, si queremos que nos ayuden a superarlos. No pueden colaborar con nosotros para resolver problemas que desconocen… incluso habrá que ser transparentes acerca de la posibilidad de la pérdida de su propio puesto; pero no sólo el de los demás: también el mío. Debe distinguirse entre emitir amenazas y compartir temores. Es preferible que sepan el verdadero alcance del peligro que sospechan, porque en situaciones críticas el miedo suele agrandar el peligro que se desconoce.

- 5. Hacer de la crisis una rutina. Habituarnos a estar en crisis, acostumbrarnos a ella, no añorar tiempos pasados, vivir el presente, considerar que las dificultades son de ordinaria administración, el campo y la materia de nuestro trabajo. Hay que considerar que para eso nos pagan. Esta es la triste condición del director: si hay muchas dificultades, prescinden de nosotros; si hay pocas, sobramos.

- 6. No monopolizar las dificultades. En momentos de crisis hay tendencias al centralismo (en la historia reciente de México recordamos aquél “los problemas de Hacienda se llevan desde Los Pinos”). Debemos hacer lo contrario, es decir, buscar el trabajo a través de los demás: hacer para hacer, dar qué hacer y dejar hacer… (al autócrata le vienen bien las dificultades porque es entonces cuando ve que necesita de los demás). Por tanto, en tiempos de crisis no debemos generalizar la dirección por excepción. En la dirección por excepción, cuando se presentan dificultades en niveles inferiores de la organización, que asumimos que no podrán resolverse, se establece un switch en el nivel superior para atacar el problema.

- Sin embargo, cuando todas las líneas se convierten en switches que llevan a la cabeza de la organización múltiples problemas continuamente, ya no estamos dirigiendo por excepción, sino monopolizando los problemas.

- Estos seis efectos son los que conforman una actitud de serenidad. Sin embargo, hay otro aspecto muy importante que debemos sumar a los anteriores y que, por suponer que no encaja en la vida de los negocios, solemos olvidarlo:

- 7. Sonreír. La característica fundamental del líder, en tiempos de crisis, es que no pierde la sonrisa: ella logrará mantener lo que Francis Fukuyama llamara capital humano, the trust, la confianza. Si en esos tiempos perdemos la sonrisa, perderemos el liderazgo.

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