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Alberto Santos de Hoyos

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Uno de los adjetivos que mejor le quedan a este millonario es el de pragmático. El otrora conocido como Don Galleto no ha tenido empacho en desprenderse del negocio que forjara su fortuna, de algunos de sus grandes proyectos de negocios y hasta del partido que le atrajo el poder político, cuando así lo ha juzgado conveniente. Es decir, no se toca el corazón cuando se trata de llevar su enorme peso en dinero y en poder hacia otros derroteros.

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Perteneciente de lleno a la clase empresarial de Monterrey (su familia está emparentada con Milmos, Garzas Lagüera y demás), Alberto Santos de Hoyos tiene un conflicto: su enorme ambición de destacar en los círculos de poder no siempre se lleva bien con la frialdad de los negocios.

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Fundó junto con los Lobo Morales y los Clariond la “Liga de Empresarios Nacionalistas” afiliada al PRI en 1972, justo cuando las grandes fortunas del norte empezaban a pelearse con el gobierno populista de Luis -Echeverría. Esta actitud disgustó a más de un miembro del Grupo Monterrey y puso en guardia a los sectores populares del partidote, quienes empezaron a prevenir contra la infiltración de los ricos.

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Los dividendos para Santos en esta aventura no han sido tan malos: ha sido diputado federal, senador y precandidato a la gubernatura de Nuevo León. En él se han apoyado los presidentes del centro para reconquistar la buena disposición de los empresarios del norte y, curiosamente, se ha granjeado buenas opiniones con respecto de su actividad legislativa: algunos entusiastas lo han llamado “auténtico -demócrata”, porque no ha dudado en discrepar del voto en manada del priísmo.

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Sin embargo, su posición se ha debilitado mucho: Santos dejó de ser priísta cuando se hizo salinista, con un entusiasmo que para unos es congruencia y para otros casi casi asociación delictuosa. Él fue el único empresario y hombre de poder que visitó al caído cuando efectuó su dramática huelga de hambre, en protesta por las acusaciones en su contra, y siguió defendiéndolo por mucho tiempo, en una actitud que ha ido decayendo hacia el silencio.

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Esta posición no iba a ser desaprovechada por sus enemigos “naturales” dentro del PRI, que lo han acusado de “simpatizante del PAN”, de participar en negocios poco lícitos en el estado de Guerrero junto con los Salinas y de otras lindezas que sin duda le costaron tempranamente la candidatura a gobernador de Nuevo León. Hoy se ve difícil que Santos pueda volver al poder… de la mano del PRI, por lo menos.

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En los negocios, hay que recordar que Santos llamó la atención cuando vendió la empresa familiar, Gamesa, a Pepsico en 1991. Aduciendo que en el futuro habría problemas entre las nuevas generaciones para administrar la -galletera, pasó por encima del voto de su socio Nabisco, que reclamó derecho de tanto y luego salió ruidosamente de Gamesa, para hacerle la competencia.

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Con parte del dinero de la venta se metió en un proyecto que tuvo mucho de político, mucho de negocio y mucho de fracaso: Vaquerías. Calificada como la primera asociación importante entre campesinos y empresarios (antes de las reformas al Artículo 27) fue anunciada con bombo y platillo como la solución para el campo mexicano. No lo fue. Con el paso de los años, los agricultores se dieron cuenta de que estaban compartiendo utilidades al 50% con una empresa que les daba asesoría técnica, pero que no compartía riesgo. El pleito degeneró en multitud de reclamaciones, las tierras de Vaquerías no aumentaron su rendimiento a los niveles esperados y Santos terminó saliéndose del negocio tan campante.

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¿En dónde está ahora su dinero? Aparte de su participación en los grupos Arka y Banorte (con otro gran amigo de Salinas, “el Maseco” Roberto González Barrera), Don Galleto (apodo que conserva por nostalgia) es feliz poseedor de siete ingenios azucareros y también, en asociación con su cuñado Tomás Milmo (primo del desaparecido “Tigre” Azcárraga), está metido en la telefonía local inalámbrica, mediante Telinor. Además, y en una maniobra curiosa, él y sus parientes monopolizaron varias concesiones de telefonía interactiva en Estados Unidos quedándose con un mercado potencial de 12 millones de televidentes. Así, no le sorprenda al lector si un buen día el muñequito galletero aparece en la pantalla vendiéndole máquinas para adelgazar, cremas y todas esas cosas, con ese simpático acento hispano del telemarketing: “su satisfacción es garantizada, adquiéralo ya”.

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