The art of the trio
vols. 1 y 2, Brad Mehldau (Warner Bros)
Apenas tiene 27 años de edad, pero usted ya puede considerar a Brad Mehldau el Nuevo genio del piano jazzístico. Compárelo, si gusta con Bill Evans o Keith Jarrett. Lo importante es dejarse acariciar por su interpretación de “Blackbird” (si, la de Lennon y McCartney), incluida en el volumen 1, o por las de “Monk´s Dream” y “Countdown”, dos standards de los legendarios Thelonious Monk y John Coltrane, incluidos en el volumen 2, grabado en vivo en el mítico antro neoyorquino The Village Vanguard. Mehldau se luce como hombre de equipo, a lado del bajista Larry Grenadier y del baterista Jorge Rossy. Anímese a seguir, desde su inicio, la estela de este artista inusitado.
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Mezanine
Massive Attack (EMI / Virgin).
Este influyente trío –originario del Puerto de Bristol, en Inglaterra- detenta la paternidad del trip hop, quizá la corriente rítmica más rica de los últimos tiempos. Apenas su tercera entrega discográfica, Mezanine es una obra que parece más influida por la oscuridad post punk y dark (hay ecos de Joy División y PIL) que por el soul amable favorecido por otros grupos del género. Aficionados en engalanar sus composiciones más dramáticas con buenas voces femeninas –“Teardrop” y “Black milk”, por ejemplo-, ahora su invitada estrella es Liz Fraser, del dúo británico The Cocteau Twis. Ilustrativa del fin de siglo, esta es música incierta y cautiva.
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Music for airports
Bang on can (Point music)
Lo mismo que Philip Glass hizo con un par de obras fundamentales de David Bowie -Low y Heroes-, ahora lo hace el colectivo neoyorquino Bang on a can con un trabajo seminal de Brian Eno. El juego se llama “haz música de concierto a partir de música pop”. La cuasi muzak para aeropuertos de Eno fue, para muchos, una de las primeras piedras de lo que hoy se conoce ambient. Esta recreación –que interesará a los seguidores de agrupaciones como los cuartetos Kronos y Balanescu-, es un buen ejemplo de new age con inusuales y sorpresivos elementos.
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Quanta
Gilberto Gil (Mesa)
Fundador del sabroso movimiento tropicalismo junto con sus compatriotas Caetano Veloso y Chico Buarte, Gilberto Gil nunca ha dejado de asombrar a sus escuchas.
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Quanta es la obra de un intelectual que sabe sentir, el disco de un orgulloso brasileño que homenajea a su tierra y a sus compañeros de andar musical. A lo largo de sus generosas 20 composiciones hay referencias a Antonio Carlos Jobim, a Milton Nascimento y a Joao Gilberto, entre otros. Lúdico e inquieto como el mejor futbol de Sudamérica, el ritmo de Gil no admite el mutismo.
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Un disco de colección.
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Matins for the Virgin of Guadalupe
Chanticleer (Teldec).
Monumento a los alcances de voz, el fino trabajo de Chanticleer es un boleto al mundo de la tranquilidad. Este conjunto vocal californiano, el único en Estados Unidos que se dedica plenamente al repertorio a capella, se ha distinguido por transitar libremente por el canto gregoriano, la música del Renacimiento, el jazz y el gospel. En esta grabación comparte con el escucha la sofisticación de los Maitines de Nuestra Señora de Guadalupe, el compositor italiano Ignacio de Jerusalem (1707-1769). Como apreciable pilón, se incluyen varias piezas de Manuel de Sumaya (1678-1755), similares en espíritu, pues están dedicadas a la Virgen María.
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This is hardcore
Pulp (Island)
La música de este quinteto británico es tan original como la del David Bowie glam de mediados de los 70, con la new wave de principios de los 80, o como la de cabaret de entreguerras. Más agudo en su mirada social que cualquier grupo del así llamado brit-pop (el tormentoso Oasis incluido), Pulp y su cantante y letrista Jarvis Cocker se burlan elegantemente de culto a la juventud y lloran amargamente el paso del tiempo. Hay engolonamiento en la voz y en los arreglos impensable en cualquiera de sus contemporáneos estadounidense. Cortes sobresalientes: “This is hardcore”, “The fear” y “ Help the aged”.