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Café <br>Historia de asimetrías

México pierde posición en la escala mundial de países productores del aromático: en unos cuantos
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Los nuevos modelos de mercado, impuestos por la globalización económica, revientan el precario equilibrio de la cadena productiva y comercial del café que, a pesar de ser el cultivo de exportación más importante del campo mexicano en términos de valor –genera anualmente divisas por $700 millones de dólares y 3000,000 de empleos–, experimenta un importante retroceso en el escenario internacional y se plaga de vicios en el ámbito interno.

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En una década, México cayó del tercero al sexto lugar entre los mayores exportadores de café en el mundo, de acuerdo con la Organización Internacional del Café (OIC), el organismo al que concurren productores y consumidores para comercializar el grano.

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En esos 10 años, el sector cafetalero ha resentido los golpes más duros. De 1990 a 1994, el desplome de los precios internacionales –las 100 libras de café mexicano llegaron hasta $45 dólares en promedio– prácticamente paralizó esta actividad y llevó a la ruina a un gran número de productores. Aún no se recuperaban de esta situación cuando, hace un par de años, los industriales del café y autoridades consintieron en importar grano de la variedad Robusta (la de más baja calidad) para satisfacer la demanda de producción de cafés solubles.

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Esta es una de las grandes contradicciones en la cafeticultura  nacional, puesto que en México se producen cada año entre 150,000 y 200,000 sacos de ese tipo de café, precisamente la cantidad que se pretendía importar. Sin embargo, en el mercado mundial el saco se cotiza en $40 dólares, más barato que el producido en el país.

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Estas circunstancias han polarizado las relaciones entre productores e industrializadores.

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Todo para el ganador
Guillermo Escudero Robles, presidente de la Asociación Mexicana de Exportadores de Café (AMEC), afirma que los industriales (10 grandes empresas) están rompiendo con las reglas del juego, porque se quieren llevar la mayor tajada del pastel, “sin cumplir con su parte en la cadena productiva, que es publicitar y promocionar” el consumo del aromático.

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Escudero asegura que los exportadores no se oponen a la importación de grano, “pero que jueguen limpio los torrefactores (los que tuestan y procesan el café, es decir, los industriales), porque la riqueza de estos es la miseria de los productores, y eso no se vale”. Según él, lo que para los industriales significa elevar su tasa de ganancia (la importación de café Robusta), representa un paso al abismo para los agricultores, comercializadores y exportadores.

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Por su sabor fuerte y su alto grado de acidez, la variedad Robusta es imbebible por sí sola, por lo que debe mezclarse con otros tipos de grano más suaves; se le utiliza básicamente en la producción de cafés solubles, cuyo mercado es menos exigente.

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Javier Ojeda Apresa, oficial mayor de la Unión Nacional de Productores de Café de la Confederación Nacional de Propietarios Rurales (UNPC), reitera que el buen café es el que no se mezcla y se toma 100% puro, de grano de una sola variedad. Comenta, además, que México ya ha vivido experiencias amargas derivadas de la importación de grano tostado. Una de ellas, por ejemplo, fue la introducción de plagas como la Roya y la Broca, que son el cáncer de los cafetos y provocan las mayores pérdidas en esta actividad.

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Para Fernando Celis, asesor de la Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafetaleras (CNOC), “la pretensión de los industriales de importar café Robusta es una estrategia para cautivar la producción nacional y controlar los precios, de tal manera que puedan elevar sus ganancias en la exportación de cafés solubles”. La (CNOC) agrupa a 35% (70,000) de los productores del sector social. Celis sostiene que la apertura de las fronteras a la importación del Robusta se gestó con las negociaciones del Tratado de Libre Comercio (TLC), porque desde entonces los empresarios armaron su estrategia para dominar la cafeticultura nacional y hacer “el gran negocio” una vez que se suspendan los aranceles en el año 2002.

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El mercado doméstico del aromático es muy débil: el consumo per cápita en México, de 600 gramos, es de los más bajos del mundo, a pesar de ser un país productor de las mejores variedades.

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La estructura de la cadena productiva del café, asimismo, es una de las más asimétricas, y sus estadísticas son del todo discordantes: cada sector tiene sus propias cifras, que rara vez coinciden.

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Según el Consejo Mexicano de Café (CMC), en abril de 1997 había en el país 315,600 cafeticultores, de los cuales 313,500 pertenecían al llamado sector social (productores con huertos menores a cinco hectáreas) y detentaban 627,000 de las 690,000 hectáreas de café que se sembraron en ese ciclo. Agrupados en dos organizaciones distintas, los 2,100 productores restantes, pertenecientes al sector privado (empresarios con fincas de hasta 500 hectáreas), cultivaron entonces 63,000 hectáreas. Sin embargo, para diciembre de 1998 los productores sumaban 282,000 y la superficie sembrada 760,000 hectáreas. Esto significa que en año y medio el número de cafeticultores disminuyó 10.6% –33,600 menos–, en tanto que la superficie cultivada aumentó 10.1% –70,000 hectáreas más–, lo cual refleja una mayor concentración de la actividad.

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Por otro lado, para el año 2000 las autoridades del sector se han planteado como meta duplicar las exportaciones hacia Estados Unidos y Canadá, pasando de 3.8 a siete millones de sacos. Pero no todos los productores ven esto con buenos ojos, ya que una mayor oferta de grano en el mercado mundial puede poner en riesgo los precios, como sucedió en los 80, cuando descendieron a su nivel más bajo.

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Jenaro Hernández de la Mora, director ejecutivo de la AMEC, subraya que la seguridad de las autoridades en cuanto a ampliar las exportaciones de tostado mexicano hacia el vecino país del norte es relativa, y opina que las razones que se esgrimen al respecto no son muy sólidas: según él, hay indicios de una disminución de 4000,000 de sacos en las importaciones de aromático de esas naciones. A esto habría que sumar que el mercado internacional de café consume, en promedio, 100 millones de sacos anuales, cantidad que se mueve hacia arriba o hacia abajo en pequeñas proporciones, dependiendo siempre de las estrategias especulativas de los países consumidores.

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No debe olvidarse que las cotizaciones del café se establecen en las bolsas de Nueva York y Londres y están sujetas a los cambios que dictan los brokers, con base en su percepción del comportamiento de la producción mundial, y a las reservas existentes en los países consumidores.

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Más incongruencias
Por plausibles que puedan parecer las metas y objetivos fijados para la cafeticultura en los próximos dos años, el hecho de que la banca comercial tenga cerradas sus ventanillas de financiamiento para este sector genera grandes dudas.

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La única institución que otorga créditos es el Banco Nacional de Crédito Rural (Banrural), pero sólo lo hace con los productores del sector social, cuyos huertos tienen rendimientos promedio de cuatro quintales por hectárea, los más bajos del mundo. Banrural ha apoyado a 55% de los productores, con un monto aproximado de $50 millones de dólares.

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Exportadores y comercializadores tienen que recurrir al financiamiento externo, a tasas de interés fijadas en Libor más seis puntos. Esta situación traba aún más el desarrollo integral del sector. Mientras los medianos y grandes empresarios del café pugnan por aumentar su cuota de ganancia, los pequeños productores luchan por sobrevivir.

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El escenario hace difícil cumplir con las pretensiones de elevar la productividad del sector, pues para eso hacen falta recursos financieros suficientes.

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Para alcanzar esa posibilidad, Ojeda explica que sería necesario construir por lo menos una planta industrializadora de café en cada uno de los 12 estados productores, lo cual requeriría una inversión superior a $120 millones de dólares, a precios actuales. El problema, dice, es que los pequeños productores no pueden hacerlo y los grandes industriales no lo encuentran necesario.

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Lo único concluyente es que, mientras estas disparidades se acentúan y prolongan en el sector, México, un país con una excelente variedad de granos, es desplazado en los mercados internacionales.

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