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Carlos Castillo Peraza <br>&#34El estado

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Dice que hoy le da risa, pero el mejor modo de enfadar a Carlos Castillo Peraza sigue siendo hablarle de “concertacesiones”. O interrumpirlo –a él, un periodista– cuando está respondiendo a una pregunta.

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El candidato del Partido Acción Nacional (PAN) a la jefatura del Distrito Federal, sin embargo, se siente a sus anchas cuando se trata de emparentar a priístas y -perredistas (“yo estoy compitiendo con dos tipos de PRI, el modelo 70 y el modelo 90”) y, sobre todo, al explayarse sobre los problemas que él considera prioritarios en la -megalópolis que desea gobernar: la inseguridad y el agua.

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EXPANSIÓN conversó con él a sólo unos días de haber iniciado su campaña, ubicado, seguramente sin desearlo, en el centro de un discusión sobre las nociones de moralidad pública que varios de sus -correligionarios han externado.

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En momentos en que usted trata de convencer al electorado capitalino, diversos alcaldes y miembros de su partido parecen no estarle ayudando, con una serie de decisiones y declaraciones desafortunadas. ¿Siente que está remando contra la corriente?
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Sí, pero no por lo que los alcaldes en realidad hagan o digan, sino por la dimensión y la deformación que se le da en algunos medios informativos.

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Le voy a poner un caso: dicen que el alcalde de Guadalajara va a señalar un toque de queda. Lo que dijo es que quien no quiera estar en la vía pública arriesgándose, pues que no esté fuera de su casa después de las 10 de la noche, pero de ninguna manera es un decreto del ayuntamiento para prohibir que la gente salga después de las 10.

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No hay acuerdo alguno del ayuntamiento de Aguascalientes para cambiarle de nombre a las calles. Un grupo de vecinos que pavimentó una calle lo hizo sin consultarlo, pero se acusa al -ayuntamiento. Entonces no es lo que los alcaldes hagan o digan, aunque algunos puedan cometer errores que nadie va a negar, sino el acoso al que está sometida cualquier autoridad del PAN, incomparable con la complacencia que se ha tenido durante años con las autoridades del PRI y con quienes después pasaron al PRD. Por ejemplo, como gobernador de Michoacán Cárdenas hizo una ley totalmente represiva de cantinas y centros de espectáculos, y nadie dice nada.

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En este momento de batalla política todo está enfocado contra el PAN, que crece y tiene una tendencia de voto favorable entre los jóvenes, y gobierna a 37% de la población.

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Siguiendo la línea de un artículo reciente del historiador Héctor Aguilar Camín, ¿no aceptaría usted que es más progresista, más librepensador, que el promedio de los actuales gobernantes de su partido?
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Nadie es buen juez de su propia causa. No me compete hacer ese juicio sobre mi propia persona. Me atengo a lo que digan quienes opinan acerca de mi. Héctor, amablemente, dice que así es. Se lo agradezco mucho. Tal vez hay quien luego escriba que no, que soy, incluso, más cerrado.

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Pero usted no prohibiría una exposición de fotografía erótica...
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No, pero sí reglamentaría la asistencia a esa exposición, porque si las fotografías son de mujeres -masturbándose creo que usted me pediría que no dejara entrar a su hija, si es menor de edad.

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¿No cree usted que se abriría una muy difícil discusión de carácter artístico...?
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Sí, muy difícil, pero yo quisiera preguntarle con mucha franqueza: ¿usted le autorizaría a su hija de 12 años asistir a la exposición de fotografías con mujeres que tienen el dedo metido en la vagina? ¿Qué me dice?

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No.
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Ya ve.

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Lo que suena un poco extraño es la idea de reglamentar la asistencia a una galería o a un museo...
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Bueno, yo le daría gusto a usted. Diría: es para mayores de cierta edad. Creo que como usted habría muchísimos otros.

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Enrique Krauze dijo alguna vez que una de las precauciones que debe tomar el PAN es no confundir los asuntos del cielo con los de la tierra. ¿Tiene clara esa distinción?
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A riesgo de que me gane un recuadrito de EXPANSIÓN, yo le diría que nadie puede estar seguro de no equivocarse. Nadie, ni usted ni yo, que nos podemos confundir en cualquier momento de la vida. Lo que sí le aseguro es que todos los días trato de que la tierra esté en la tierra y el cielo en el cielo. Nunca he prometido el paraíso en este mundo. No fui marxista, jamás; tampoco pienso que el Estado tenga como función imponer la virtud: debe proteger la vida, garantizar la justicia social y custodiar las libertades; no le toca imponer la virtud. Pero uno se puede equivocar y a veces puede hacerlo con un gran aplauso mayoritario, porque ser mayoría no significa tener la verdad.

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Al saberse que usted sería candidato diversos sondeos registraron una baja en el ímpetu por parte de la gente que tradicionalmente se inclina por el PAN. Al parecer, les hubiera gustado más que fuera Diego Fernández de Cevallos. ¿Usted asume que está luchando por convencer a sus propios votantes duros... y a los demás?
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Mis votantes duros no cambian si soy yo o si es Diego. Él fue un candidato presidencial que, además, tuvo una gran exposición ante la opinión pública y un gran éxito sobre el ingeniero Cárdenas en un debate visto por todos los mexicanos. A esto súmele que el candidato contendiente que sale a la palestra el mismo día que yo es el propio Cárdenas, que lleva dos candidaturas presidenciales. Bueno, si después de 10 días de campaña sólo voy dos puntos abajo que un señor que lleva en campaña 10 años, no me siento nada mal, puesto que además a él lo conoce más del 90% del electorado y a mí la mitad. Yo tengo más de donde crecer.

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Usted es percibido como una persona de ideas y de libros. ¿Cree que ese es el perfil adecuado para ser gobernante de una ciudad tan compleja?
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No voy a negar que tengo ideas; creo que sólo sería capaz de hacerlo, no diría que un animal, porque un animal ni siquiera puede idear que no tiene ideas... Lo que yo preguntaría es si sólo soy eso, si en la vida sólo he leído, escrito y enseñado, y creo que no; durante tres años presidí el partido de oposición más importante del país y lo hice con éxito. Recibí el PAN gobernando ocho millones de personas y lo entregué gobernando, casi 30 millones. Alguien que sólo viviera entre libros e ideas no sería capaz de hacer eso.

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A usted le molesta cuando se habla de su periodo al frente del PAN como de “concertacesionista” y cuando incluso se dice que las ideas que durante ese tiempo impulsó su partido no se distinguieron mayormente de las que Carlos Salinas de Gortari llevó a la realidad.
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Quizá alguna vez me molestó, ahora me da risa. Es tan persistente que todo el que me viene a entrevistar me pregunte lo mismo, que ya tengo un caset para responder el correspondiente caset que traen mis entrevistadores. En la época en que el PAN derrota más veces al PRI lo único que se encuentra para explicarlo es decir que estaba de acuerdo con el PRI para derrotarlo. Imagínese usted, EXPANSIÓN le gana de pronto en -circulación a Newsweek y dice: no, pues estaban arreglados. A usted le divertiría mucho.

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Segundo, compartir ideas con Salinas. ¿Cuáles? No creo que ninguna distinta de las que compartió EXPANSIÓN, partidaria de que la economía esté en manos privadas. Cuando hay procesos de -privatización en México impulsados por el gobierno, el PAN los apoya, con el mismo derecho con el que lo que suele llamarse izquierda apoyó a López Portillo cuando estatizó la banca. Entonces a nadie se le ocurrió decir: míralos, estos miserables han apoyado a este gobierno -corrupto a nacionalizar la banca; mira a los concertacesionadores, de acuerdo con ese tipo al que se le acaba diciendo el señor de la Colina del Perro.

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¿Usted siente que Cuauhtémoc Cárdenas es el enemigo a vencer?
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Para mí el adversario a vencer siempre será el PRI y, por lo tanto, también lo es el ingeniero Cárdenas, porque él es el PRI de los años 70. Yo estoy compitiendo con dos tipos de PRI, el modelo 70 y el modelo 90. Y le quiero ganar a los dos. Son los adversarios históricos de mi partido. Lo fueron cuando estuvieron revueltos y juntos y cuando se separaron, y lo son ahora que se -vuelven a mezclar, porque el PRD cada vez atrae más a los priístas molestos.

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Usted se defiende cuando se le mencionan las “concertacesiones” cuestionando cómo pudo haber cercanía con el gobierno si en ese tiempo fue cuando más creció el PAN. Sin embargo, usted llama PRI al PRD, un partido que se convirtió de golpe en la tercera fuerza del país. ¿No es contradictorio?
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El PRD ha decrecido.

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Es un partido nuevo...
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En 88 fue el segundo.

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Pero hablamos de sólo 10 años.
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No tiene 10 años.

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Como PRD quizá tenga menos.
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Y va para abajo de donde empezó en 88. Ese año fue segundo y nosotros el tercero. Entonces no se sostiene su razonamiento. Usted me dice que ha crecido y que no debo decir que es grotesco, yo le digo que decreció.

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Es un partido que no existía a principios de los 80.
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Sí, pero empezó en un punto y ahora está abajo de él. Nosotros no hemos decrecido.

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Sin embargo, hablar de dos PRIs –el “PRI-PRI” y el “PRD-PRI”– puede ser un elemento retórico electoral interesante, aunque implica despreciar una serie de fuerzas sociales que usted sabe que están representadas en el PRD, aunque no comparta su visión del mundo.
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Yo no tengo desprecio, me atengo a los hechos. ¿El PRI de los 70 era corporativo? ¿Sí o no? ¿El PRI de los 70 era un PRI que designaba por dedazo a sus candidatos? ¿El PRI de los 70 era el PRI de -González Pedrero, de Muñoz Ledo, de Cuauhtémoc Cárdenas, de Layda Sansores? ¿Sí o no?

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Son elementos, ¿pero usted cree que realmente todo eso permite decir que es otro PRI?
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El PRI de los 70 manejaba a la gente de los mercados públicos, ahora maneja a la de los tianguis. La lideresa Celia Torres fue a la cámara por el Frente Democrático Nacional... Estoy viendo ahí lo que vi en el PRI de los 70: el método, el caudillismo y las mismas caras. ¿Quiénes le dieron el golpe a -Excélsior? ¿Quiénes no se quejaron del asesinato de estudiantes en Tlatelolco? Ahora están en el PRD.

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Usted, como candidato de su partido, y el PAN, como bloque, no reconocen el pobre desempeño de Antonio Lozano Gracia como Procurador General de la República (PGR). ¿De veras cree que las críticas a su desempeño son parte de una campaña de desprestigio con fines electorales?
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¿Había habido antes del licenciado Lozano algún procurador que encarcelara a un hermano de un presidente, que sentara a declarar a los -miembros del Estado Mayor Presidencial y a un ex presidente de la República, que cesara a más de 1,000 funcionarios de la PGR por no dar el perfil ético de quien ahí trabaja, que hubiese incautado más bienes de narcotraficantes, que hubiese detenido más toneladas de droga en el mismo lapso? Creo que no. Si esto es cierto –y sin dejar de reconocer los errores que el señor pudiese haber cometido–, su desempeño no cabe dentro del adjetivo pobre que usted utiliza. En México es de sospecharse que tratar de presentarlo como deficiente, malo o corrupto en tiempo electoral sí es un modo de utilizar el desprestigio de una persona como arma político-partidista.

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Usted no está de acuerdo en que se critique a Lozano Gracia en estos tiempos electorales, ¿pero eso no supondría que usted, el ingeniero Cárdenas o cualquier otro candidato de oposición se abstuvieran de criticar al gobierno priísta en estos momentos?
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No estoy en desacuerdo con que se le critique. Estoy señalando que la crítica que se le hace, comparados sus aciertos con sus errores, es -desproporcionada y en tiempo electoral se presta a sospechar que es -malintencionada.

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¿Qué prioridades se impondría de llegar a ser jefe del gobierno del DF?
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La seguridad, que es lo más señalado por la gente.

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Algo que no se ve, pero que puede ser como el colesterol para usted y para mí, es el problema del agua, un asesino silencioso. Este problema es verdaderamente grave y cada día que pasa lo es más. Cuando fui a Topilejo la gente tenía un solo grito: agua, agua. Ahí ya es angus­tiante; en términos globales aún no lo es, porque 98% de los predios de la ciudad de México están conectados a las redes de agua potable.

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La ciudad de México se desarrolló contra el agua. Acabó con los lagos y con los ríos de los que queda sólo uno. Hoy, de los acuíferos de las ciudad se extrae 40% más agua de la que se recarga. Es inexorable que esto llegue a un punto crítico.

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¿Qué otra prioridad tiene?
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El combate a la contaminación, evidentemente. No hay un problema chico en una ciudad de ocho millones y medio de habitantes. Junto con el agua, por ejemplo, su hermano casi gemelo es el drenaje. Tenemos un drenaje que junta agua de lluvia con agua negra y por lo tanto es imposible utilizar una precipitación pluvial envidiable –que es de 700 milímetros al año– para recargar los acuíferos. En el Ajusco se hizo un proyecto de pozas, en donde hay que sembrar pinos; ahí se recoge el agua y ella solita se infiltra. Eso hay que hacerlo en toda la sierra de Santa Catarina, en el Cerro de la Estrella, que ya son reservas ecológicas definidas. Sin embargo, no solamente no se han -reforestado, sino que por presiones de grupos políticos –tanto priístas como perredistas– se están empezando a habitar, igual que la zona -ecológica reservada de la Gustavo A. Madero.

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Los basureros han generado un fenómeno no menos dramático, el de los lixiviados. La descomposición orgánica genera líquidos que se infiltran y van bajando, cuando llegan a los acuíferos queda contaminada el agua que se formó durante millones de años.

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Por lo que se refiere a la seguridad pública, ¿usted simpatiza con la militarización de los cuerpos -policíacos?
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Esto sólo se puede admitir transitoriamente, en lo que se pone en marcha un proyecto de formación, capacitación y desarrollo de una policía civil. La policía debe estar en manos de civiles: es un servicio civil, no es militar.

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¿Qué se puede hacer? Nosotros estamos proponiendo un Consejo Civil de Seguridad Pública, porque hemos descubierto que es malo que el reclutamiento de los policías lo hagan los propios policías. Tienden a reclutar personas semejantes a las que ya están ahí.

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La ciudad de México tiene el mayor número de policías por delito no resuelto, lo cual también demuestra que aumentar el número de policías no trae como consecuencia necesaria la disminución del número de delitos. Hay que tener buenos policías, y entre las cosas que deben hacerse para tenerlos es hacer que estimen su trabajo y, por tanto, que se estimen a ellos mismos. La policía se desquita con nosotros de ejercer una función que detesta, a la que va por resignación, no por vocación.

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¿Se le ocurre cómo desconcen­trar un poco esta megalópolis?
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La capital de la república tiene sólo ocho millones y medio de habitantes; no hay que cargarle un problema que no es de ella. En torno a ella viven 15 millones, de suerte que muchos de los problemas están ahí, no acá. En los próximos cinco años esta ciudad sólo aumentará en 200,000 habitantes, pero en los alrededores van a aumentar casi 10 veces. Es muy difícil que alguien que quiera encabezar el gobierno del DF se pueda comprometer a ciertas cosas que no dependen de él, sería muy demagógico. Y no se tome esto como decir “no puedo comprometerme”. Estos tres años serán un proceso de arreglos -institucionales para definir con precisión qué va a hacer y cómo se va a relacionar el DF con el gobierno federal, que es el otro lado de la cuestión. De cada 100 marchas, 80 son contra el gobierno federal. La deuda: ¿es justo que en el paso de ser un DF puro o simple a ser una entidad federativa le dejen la deuda encima, una deuda que se contrajo por vías institucionales, es cierto, pero en la que no había una representación adecuada de los habitantes de la ciudad?, ¿o tenemos derecho a presentar como exigencia razonable que nos la dejen limpia y podamos empezar de cero? Además de que el capitalino es una de las víctimas fundamentales del centralismo, él tiene fama de ser el centralista. Dicen: “Es que ahí se va todo nuestro dinero”. Pero no se va en favor del habitante de la capital, se va al gobierno federal. El habitante de la capital produce 26% de los recursos fiscales del país y el DF recibía 16% hasta hace poco. Quiere decir que el DF aporta 10% para los demás estados.

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¿Qué posición tiene frente a esa disputa a veces tan acre entre comercio establecido y ambulantes?
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Hay que hacer cumplir las leyes vigentes o cambiarlas. Hay un reglamento que dice que alrededor de los mercados públicos se pueden instalar, pero a determinada distancia. Eso sólo lo hacen respetar los locatarios que están suficientemente organizados o son suficientemente fuertes. Primer punto, hay que hacer respetar la ley. Segundo, no se puede hacer respetar la ley a rajatabla después de todos estos años. Vamos a quitar un alfiler, pero que ya esté lista la tachuela. Hay una desesperación real del comercio formal muy clara. No hay mercado público en donde uno no lo oiga; no hay comercio pequeño que no sea un bastión del antiambulantaje, pero tampoco puede uno decir: al que yo encuentre con su tenderete le paso el -lanzallamas o lo fusilo. Creo que hay que ir salvando espacios. El Centro Histórico: vamos a dejarlo sin ambulantaje, porque si se vuelve atractivo para los 15 millones que viven alrededor es un detonador de actividad turística formidable.

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Esta ciudad tiene dos vocaciones económicas muy importantes: una es la turística y la otra es la industria de la salud. Creo que estos dos elementos pueden ser muy atractivos si son bien trabajados, pero no por el Estado. El Estado no debe meterse a crear empleos, sino a crear las condiciones para que los empleos los creen quienes quieran hacerlo.

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En este sentido, ¿en qué aspectos de la ciudad invitaría a participar aún más a la iniciativa privada?
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No queda mucho por privatizar, y en muchos casos no se debe.

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¿Cómo en cuáles?
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La educación pública no se puede privatizar. Puede haber escuelas primarias privadas, pero la educación básica en cualquier país que tenga estima por él mismo es responsabilidad del Estado, porque es la garantía de un arranque con igualdad.

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En América Latina se invierte suficiente en educación y en salud, pero tenemos la peor educación y la peor salud. No son rechazables por ser públicas; lo son por ser malas. Y esto es muy grave, porque perder la estima por lo público es llevar a un país a su ruina. ¿Qué nos dicen los estudios del Banco Interamericano de Desarrollo en la materia? Que se está pagando administración de educación y de salud, pero no salud ni educación. ¿Qué se puede hacer? ¿Quitar la educación pública? No, pero sí someterla a criterios de evaluación. Si una escuela secundaria pública produce generaciones de alumnos que pasan el examen para entrar al bachillerato, educó. A esa se le apoya y a la que no educó, no.

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El PAN ha dirigido su oferta política a la clase media. El hecho de que usted visite mercados o entre en contacto con sindicatos, ¿es una estrategia definida para hacerse del voto de la clase trabajadora?
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Quisiera decirle con mucha franqueza que durante toda mi vida política he sido partidario de que el PAN -vaya a esos ámbitos. En mí no es una novedad, he hecho así las campañas en otros lugares cuando he sido candidato. Si no hubiera ido a esos terrenos el PAN no hubiera crecido en Yucatán. Estoy haciendo algo por lo que tengo una convicción de muchísimo tiempo. Segundo; es cierto que ahí se lo dice a uno la gente: “Aquí nunca había venido el PAN”, pero es una obligación moral ir. Primero moral, porque es la gente que necesita más de su autoridad; y tercero: evidentemente son los sectores más numerosos y, por lo tanto, los que electoralmente pueden dar o quitar una victoria. Es todo junto.

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Si el voto mayoritario no lo favoreciera, ¿aceptaría formar parte de un gabinete de Cárdenas o de Del Mazo?
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Lo pensaría. La verdad, tengo muchas ganas de hacer cosas que no tienen que ver con la política después de la política. Pondría en la balanza si de una vez me dedico a eso; o bien, si acepto por razones de conveniencia, de gobernabilidad, de una ciudad como la nuestra.

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¿Y usted los invitaría?
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Yo invitaría a colaborar a personas que no son del PAN; no me importaría que fueran del PRI o del PRD.

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¿Y a ellos, en concreto...?
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No creo que sea prudente para nadie. Ni para mí invitarlos, ni para ellos aceptar. Quien ha conducido una competencia política en persona y con su cara, queda marcado por ello para una relación, y el intento incluyente puede degenerar en un sistema de cuotas de poder por individualidad que puede dar al traste con un esfuerzo de organización gubernamental para la ciudad.

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¿Cómo califica el gobierno de Oscar Espinosa -Villarreal?
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Tengo como norma no hacerle a otro lo que no quiero que me hagan a mí. Voy a tener, si gano, tres años para gobernar; va a ser poco lo que pueda hacer en tres años, y creo que el señor Espinosa poco pudo hacer en ese tiempo. Entonces sería muy injusto que yo le dijera: “Usted no pudo”. Es el mismo criterio que se usará para juzgarme a mí, y creo que tres años son pocos. Me parecería muy poco proporcionado echarle encima la responsabilidad de los 67 años que lo precedieron, como me parecerá muy injusto que a mí, a Del Mazo o al ingeniero Cárdenas, después de sólo tres años, nos digan: “Usted no resolvió los problemas de 70 años”.

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Pero no está cancelando el derecho de la ciudadanía a evaluar a sus gobernantes...
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No, no, la verdad es que no. Creo en el uso responsable de las palabras de los políticos. Los que quieran juzgar, que juzguen; luego serán juzgados.

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