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Después del corporativo, qué

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Uno de los efectos claros de la transición en Jalisco es que con el cambio de partido en el poder se generó un vacío en los mecanismos de gene-ración de consensos. El modelo de sociedad jalisciense, que el investigador Fernando González bautizó como la pax garibiana (porque su principal impulsor fue el cardenal José Garibi y Rivera) estaba fundamentado en un esquema corporativo, que permitía que se sentaran en una misma mesa los líderes políticos, empresariales, obreros, eclesiales y de la oposición.  El modelo comenzó a quebrarse en los 70, cuando se conjuntan por un lado la pérdida de autonomía política (el centro tomó en sus manos las decisiones de la elección de gobernadores y las  presidencias de los principales municipios), con la muerte del cardenal Garibi y un hecho que marcó a la clase empresarial: el secuestro y asesinato del empresario Fernando Aranguren Castiello.

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Jalisco perdió no sólo su capacidad autogestiva sino una generación completa de políticos y empresarios. Han existido líderes destacados, pero se cuentan con los dedos de una mano. El pacto social se mantuvo varios años más por inercia, pero se fue descomponiendo hasta hacer crisis en el gobierno de Guillermo Cosío, cuando mueren dos grandes líderes obreros, Heliodoro Hernández Loza y Catarino Isaac, y el sistema muestra sus debilidades. En aquellos días trágicos de abril de 1992 no sólo explotó el colector intermedio oriente, explotó también el sistema político local.

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Cinco años de gobierno panista en Jalisco muestran que en la mente de los líderes políticos y empresariales sigue vigente la lógica corporativa, pero esta ya no es un mecanismo ni de resolución de conflictos ni mucho menos de generación de consensos. Las cámaras empresariales han ganado espacios en los medios, pero han perdido representatividad y capacidad de generación de opinión pública. Los sindicatos han perdido todo: voz, voto y capacidad de gestión. Los gobiernos panistas, pese a haber sido electos democráticamente, no tienen capacidad de articulación.

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Los pactos corporativos regionales, para bien, son ya letra muerta, pero no hay nada que los sustituya. Tenemos una democracia formal basada en instituciones débiles, y un sistema social excluyente que no sólo no facilita sino que impide la creación de consensos. La sociedad está cada vez más dividida entre los que participan del sistema y los cada día más numerosos ciudadanos excluidos. Reconstruir el tejido social pasa en gran medida por invertir en el desarrollo  de esas capas sociales que no tienen ni voz ni acceso al sistema. Generar los recursos y los proyectos de inversión requiere mecanismos generadores de consensos que hoy no existen. Como sociedad necesitamos ese nuevo pacto.

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