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El camino de la salvación

Cuando Sidek anunció que no podía pagar $19.5 millones de dólares, lo grave no fue la mora del gr
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Durante la debacle de 1982, fue el Grupo Alfa. Ahora, en 1995, el principio de la crisis de pagos que vendría fue Sidek. Y aunque estas dos empresas no representan a todo el sector productivo, en cambio dejaron al descubierto el huracán que estaba gestándose en el país.

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Cuando en febrero pasado Sidek anunció que no podía pagar $19.5 millones de dólares que había emitido en ADRs, lo más grave no fue la mora del grupo tapatío, sino lo que ésta generaba en los principales mercados de valores, o sea: más incertidumbre de ya la existente acerca del futuro de la economía mexicana. Y esto, mal que bien, le cerró las puertas a otras compañías mexicanas que requerían capital del exterior.

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En Nueva York corrieron los rumores de que otras grandes empresas (como Tribasa, Grupo Mexicano de Desarrollo, FEMSA, Elektra y Televisa) no podrían hacer frente a sus obligaciones. El 15 de febrero de 1995, influido por la noticia de Sidek, el principal indicador de la Bolsa Mexicana de Valores cayó 6.27%, mientras que en Nueva York el valor de los títulos mexicanos iba cuesta abajo.

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En Sidek sabían que si se presentaba un problema no podrían hacerle frente a la adversidad, ya que pedían en dólares pero ganaban en pesos. Pero la noticia de la suspensión de pagos de este grupo turístico sólo era la punta del -iceberg y el principio de una serie de solicitudes de moratoria de empresas que se declaraban imposibilitadas para pagar.

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A principios de 1995, el panorama no era alentador. El costo del dinero aumentaba, el poder adquisitivo perdía 36.6% de su capacidad de compra, se incrementó el IVA, los precios de los energéticos y las tarifas eléctricas aumentaron y la caída del 60% de las ventas hablaba ya de niveles peligrosos.

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Con pocas posibilidades de subsistir, después de casi 10 meses de crisis, unas 500 empresas mexicanas se han declarado en suspensión de pagos.

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El silencio. Es casi un axioma: en momentos de crisis, las compañías mexicanas que se declaran en moratoria no quieren hablar. Empresas como Muebles Dico, Compañía Mercantil El Refugio, DEurope Muebles o Pelletier París prefieren el silencio. Sin embargo, ya bajo el anonimato, los empresarios hablan, culpan, critican y se enojan; acusan al gobierno, a los bancos y a otras firmas de sus moratorias. "Se abrió la competencia indiscriminada, te invitan a reconvertir tu negocio y te queda claro que, en caso de no hacerlo, la empresa desaparece. Si no le entrabas al juego, cerrabas y te dedicabas a vivir de tus rentas", explica un empresario.

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Afirma que al llegar una buena oferta de productos, tanto en calidad como en precio, de un día para otro dejaron de vender. El gobierno lo dejo todo a la imaginación de las empresas. Indiscriminadamente, se abrieron los canales de crédito, con la promesa de la estabilidad económica a largo plazo. A partir de su experiencia, este mismo hombre se define como una persona de fe, que invirtió su capital, reconvirtió su empresa y se preparó para el futuro que se le ofrecía.

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Otro de los entrevistados señala que los cambios en el rumbo económico se dieron tan pronto que no hubo tiempo para un plan definido, sólo simples reacciones y la esperanza puesta en la recuperación. Coincide en que, entre estas reacciones, estaba la inversión externa, los préstamos de los bancos para financiar las pérdidas y la esperanza en unas elecciones limpias, que garantizarían el crecimiento con estabilidad.

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"No estábamos sentados, rascándonos la panza: redujimos costos, aplazamos inversiones y esperamos a que la tormenta se calmara", asegura. De esta manera, afirma que cayó en una suspensión de pagos por un círculo vicioso entre la banca, sus clientes y su empresa. "Nosotros no le pagábamos al banco, el banco no prestaba a nuestros clientes y los consumidores no nos pagaban. Queríamos llegar a una negociación, para convertir este círculo vicioso en un virtuoso, pero la única alternativa que nos dejaron fue la suspensión de pagos."

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Aunque controvertida, asegura que esta medida es muy buena para enfrentarlos compromisos. Sin embargo, insiste en que antes de declararse en moratoria buscó por todos los medios reestructurar sus adeudos, "pero los bancos no se quieren meter en complicaciones y te piden que pagues, o te demandan".

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Acudió a bancos extranjeros, presentó un plan de ventas y esperó respuesta. Ésta, afirma, fue que no importaba si sus ventas eran el doble de lo que programaba, en México se podía matar a un presidente o podría darse una revolución. En pocas palabras: el país se convirtió en un lugar de riesgo, sin credibilidad, que engañó al capital internacional.

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Para salir adelante de una situación "de la que nadie es culpable y todos lo somos", dice que se requiere un esfuerzo conjunto de los agentes económicos. Ello significaría un sacrificio de tanto de los bancos como de los deudores. "Al banco de nada le serviría una empresa quebrada, y la pérdida de empleos eliminaría un engrane más del motor que impulsa a la economía."

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Pero, para este empresario, el haberse declarado en moratoria no significa haberse olvidado de sus obligaciones. Asegura estar consciente de sus deudas, de que los compromisos tienen vigencia y que la cultura del "No pago", es nefasta para la sociedad. También acepta su responsabilidad en la moratoria de su empresa: "Soy un ser humano y como todos pude haberme equivocado". Una mala estrategia, malas decisiones, falta de información oportuna, asesoría, pudieron ser elementos que. Pero insiste en que la solución está en la unión de todos: gobierno, bancos, empresas y empleados.

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Así, mientras la solución llega, estos dos empresarios tiraron al bote de la basura cualquier plan de expansión y tomaron el camino que les garantizaba salvar a sus empresas.

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