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El enemigo en casa

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

A dos años del histórico triunfo electoral y agotado el primer cuarto del sexenio, los administradores del cambio no han encontrado la fórmula. Tal parece que los manuales de autoayuda y filosofía gerencial no tienen recetas para traducir la voluntad de liderazgo en capacidad de gobierno, gestión pública eficiente y visión de Estado.

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Nadie esperaba que del “pensamiento empresarial” pudiera surgir un programa a la altura de los retos que enfrenta el país. Sin embargo, la alternancia en el Ejecutivo generó expectativas sensatas en por lo menos un sentido: que el cambio de hombres, nombres y estilos se manifestara también en valores nuevos para la administración pública federal: orden, coherencia y transparencia.

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Si algo podía ofrecer el personal político-administrativo formado en la iniciativa privada era una visión fresca, no politizada, de la función pública y criterios racionales para su ejercicio en condiciones democráticas.

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Hoy es claro que tales esperanzas naufragaron. La innovación gubernamental se ha restringido al fallido intento de las coordinaciones y consejerías presidenciales,  mientras el funcionamiento del Ejecutivo se abandona al juego de tensiones de un gabinete fragmentado. Pone en evidencia la errática conducción presidencial y la falta de un orden de gobierno que sustituya los mecanismos de control autoritario; además ratifica las carencias propias de la coalición que llega al poder con Fox: ausencia de un proyecto compartido, vaguedad en la línea política e inconsistencia del diseño estratégico para definir el rumbo.

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En un contexto así, funcionarios de cualquier nivel pueden contradecir al Presidente; quebrantar el compromiso de discreción que supone la pertenencia al equipo de gobierno (las revelaciones de Francisco Barrio desmentidas por el titular de Hacienda), o desplegar una agenda propia (en política exterior o interior, como hace el canciller Castañeda). Débil o complaciente, frágil o  flexible, el primer mandatario aparece como rehén de intereses en pugna.

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Imposible, en tales condiciones, trasladar la responsabilidad a los ámbitos del Congreso dividido, la oposición acelerada o las fuerzas residuales del antiguo régimen. Un enemigo fantasmal, inesperado, se ha instalado en casa: tiene el rostro de la incompetencia, el oportunismo, la grilla y la ambición prematura.

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Si esto es hoy, ¿qué se puede esperar después de las elecciones intermedias y en las condiciones de una “sucesión adelantada” que amenaza con infectar toda la segunda parte del sexenio? Bien haría Fox en tomar cartas en el asunto.

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-El autor es director de Grupo Consultor Interdisciplinario.

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