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El espectro de la fragmentación políti

El autor, economista y fundador del Núcleo Radio Mil, es consejero editorial de Expansión y colabo
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Hay un creciente entusiasmo por la “autodeterminación indígena”. El tema es bandera atractiva para políticos en busca de votos fáciles, y populistas de izquierda o derecha. El progreso económico individual y de la nación hacen indispensable no caer en un etno-romanticismo cuyos excesos pueden frenar el desarrollo del país. Urge evitar que un énfasis exagerado en ideologías de autonomía étnica impida la necesaria integración jurídica y comercial, lingüística y económica de la nación. Modernizar nuestro sistema productivo y hacerlo eficaz en una cambiante economía global son prioridades irrenunciables.

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La verdadera autodeterminación indígena debe incluir el derecho del individuo a escoger libremente su ubicación geográfica y el ámbito de acción económica que más le convenga. Las disposiciones legales o el sistema educativo no deben frenar ni alentar la movilidad geográfica del más importante factor de la producción. Ninguna de las iniciativas para reformar nuestras leyes o la Constitución hasta hoy presentadas por el Ejecutivo o los partidos políticos define adecuadamente lo que es “indígena”. En una nación donde todos somos mestizos cabe preguntar cómo se describe un indígena: ¿Por el color de su piel? ¿Por la lengua o lenguas que habla? ¿Por su forma de vestir? ¿Por la población, municipio o estado donde nació, o en el cual cohabita en mayoría o minoría con no indígenas? ¿Por su aspecto general u ocupación? Para que el país progrese no bastan leyes. Se requiere un proceso de cambio educativo, cultural y económico que agilice a los individuos para su difícil tránsito de la producción tradicional o arcaica a la moderna. El factor tiempo es vital, pero también lo son, y en mayor grado, el realismo político, la funcionalidad económica y mantener la cohesión social a nivel país.

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En fecha reciente se han exacerbado conflictos violentos en varias zonas. Las autoridades suelen atribuirlos a diferencias étnicas o religiosas, educativas o culturales e incluso a recientes intromisiones de extranjeros. Pero no debemos evadir la realidad. Somos una nación de mestizos en la cual problemas de largo plazo, cuyo origen es económico o histórico, subyacen a los étnicos. Es muy fácil entusiasmar a ciertos grupos con la idea de lograr una autodeterminación no definida, o usar las nuevas iniciativas legales como pantalla para ocultar la insuficiencia de la política oficial para resolver los problemas económicos de fondo. México, un solo México, debe ser primero.

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- -LÍMITES A LA AUTODETERMINACIÓN
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Las presiones étnicas y la violencia en ciertas zonas del México actual hacen necesario analizar las diferencias entre - autodeterminación, soberanía y jurisdicción
territorial. Estos términos hoy son confusos. Cuando históricamente un país iniciaba el proceso de descolonizarse, autodeterminación era un concepto sencillo que significaba alcanzar independencia respecto de una potencia externa. Hoy en día autodeterminación involucra el derecho de las personas a mejorar su nivel de vida participando en la economía nacional e internacional. En la economía real contemporánea, ni soberanía ni autodeterminación son metas nacionales aisladas. Ambas están constreñidas por los derechos de otros países, los tratados internacionales y las complejas relaciones políticas y económicas que vinculan a empresas y naciones. Estos conceptos hoy están también limitados por el nuevo interés general en los derechos humanos y el entorno ecológico –temas que antes eran considerados de responsabilidad y resolución nacional–. -

Nadie discute que dentro del país, independientemente de las diferencias étnicas, necesitamos una moneda común a todas las zonas e individuos, junto con la política cambiaria uniforme y doctrina macroeconómica que esto implica. También es obvia la necesidad de un idioma generalizado además de las 56 lenguas o dialectos, unas muy rudimentarias, otras más elaboradas y algunas poco adaptables a las necesidades tecnológicas modernas. La estabilidad y buen funcionamiento económico de la nación hoy exigen como mínimo homogeneidad cultural, lingüística y quizá hasta un ciberlenguaje.

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No se puede hablar de “igualdad de oportunidades” para todos en ausencia de un idioma y leyes civiles comunes que permitan el libre movimiento geográfico de individuos hacia sitios donde salarios y posibilidades de progreso son mejores. Cuanto más amplios sean el radio de acción y número de opciones para el individuo, mayores serán las posibilidades de que mejore su nivel de vida. Dentro del país, la migración del campo a las ciudades y los continuos intentos para emigrar son prueba de que los individuos buscan movilidad geográfica para ampliar el horizonte de sus posibilidades. La única meta coherente con la realidad económica nacional e internacional es aumentar pronto dentro de la nación el mayor número de denominadores comunes. Tenemos que sopesar el interés general del país contra las demandas intrínsecamente aislacionistas. Es indispensable un sistema legal uniforme, en el cual tanto derechos como obligaciones y sanciones sean iguales para todos los mexicanos. En el aspecto fiscal, independientemente de cualquier elemento redistributivo, es obvio que en proporción a sus ingresos las cargas y beneficios deben ser los mismos para todos.

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Las minorías étnicas o culturales tendrán que aceptar que sus lenguas, creencias y costumbres pueden prevalecer en sus hogares y familias pero que no deben predominar sobre los intereses de toda la nación ni limitar las posibilidades de su propio progreso. La autodeterminación legítima tendrá que ser ejercida sobre la base del consentimiento y beneficio para todas las partes y no para favorecer los intereses de grupos que deseen separarse o continuar aislados.

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Los economistas nos quejamos de estar en desventaja respecto de los científicos porque no podemos realizar experimentos controlados para determinar si nuestras propuestas y programas son correctos. Sin embargo, la observación de los resultados de la política económica puede ser igualmente instructiva. Cuando el ingreso per cápita real del país sube, si la economía se está modernizando y mantiene su competitividad internacional, si las tensiones sociales disminuyen, podemos concluir que la política económica es correcta. Pero si todo está atrasado, habrá clara indicación de que requiere cambios. La observación imparcial y medida de resultados sustituye a los experimentos controlados como elemento evaluatorio de la política económica.

- -LOS CANDADOS AL CAMBIO SON PELIGROSOS
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Algunas autoridades responsables de la política económica actual la consideran tan perfecta e inmejorable que es necesario asegurar su continuidad poniéndole candados a la posibilidad de un cambio. Un examen objetivo indica que la tasa anual de aumento en nuestro PIB es demasiado baja para resolver nuestros problemas. Ante las tensiones políticas y urgencias económicas habrá que aumentarla pronto al doble de las previsiones oficiales. Es necesario analizar fríamente la suficiencia y orientación de las recomendaciones del Banco Mundial, del Interamericano y, sobre todo, del Fondo Monetario Internacional.
- -REENFOCAR EL FONDO MONETARIO INTERNACIONAL
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La estrategia del FMI no puede ser uniforme para países desarrollados y subdesarrollados, en crecimiento o estancados. Las políticas macroeconómicas cortoplacistas recetadas para México son controversiales. El FMI aconseja reducir el déficit fiscal, ya sea con mayores impuestos o bajando el gasto gubernamental. Simultáneamente propone una política monetaria restrictiva, que implica tasas de interés más altas, menos disponibilidad de crédito y mayor desempleo. El conjunto de estas políticas, quiéralo o no el FMI, propende a bajar la tasa de crecimiento, y no satisface lo que países como México requieren para mantener su estabilidad política y atender las legítimas expectativas de su población. Las recomendaciones monetarias del FMI deberían ser flexibles, cambiables y juzgadas en función del éxito que tengan en lograr que un país como México, cuyo crecimiento y desarrollo son insuficientes, progrese y no siga estancado en muchas zonas. Si no lo hacemos nos iremos al fondo con el Fondo.
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EL PETRÓLEO EN EL FUTURO DE MÉXICO
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En el momento actual las perspectivas inmediatas para nuestro petróleo y las finanzas nacionales son angustiosas. El petróleo es un 10% de nuestras exportaciones, cifra razonable, pero provee 40% de los ingresos del gobierno, cantidad alarmante. La sobreproducción general en casi todos los países ha hecho que el precio del petróleo y petroquímicos bajen en forma importante. Considerando que el costo de producción de un barril de petróleo mexicano es más alto que el de países como Arabia Saudita, Venezuela y Ecuador, entre otros, es muy probable que el mercado descienda durante varios años. Ante la sobreproducción actual varios países se han comprometido voluntariamente a reducir en el corto plazo su extracción y venta. En el supuesto improbable de que todos cumplan su promesa y ninguno la eluda o evada por conveniencia propia, la disminución de oferta podrá ser temporalmente útil para mantener el precio del petróleo mexicano, impedir que las finanzas nacionales se derrumben y tengamos que sufrir otra ronda contraccionista del gasto público.

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Pero en el largo plazo todo será diferente. El crecimiento y modernización de la economía mundial pronto incrementará dramáticamente la demanda de petróleo. Las mejores estimaciones son que el petróleo mexicano se beneficiará tanto por el aumento de nuestro consumo interno como por un ascenso deslumbrante en la demanda de los países asiáticos. Se calcula que el consumo mundial se duplicará para el año 2010 como consecuencia del continuado desarrollo económico, y la sustitución de medios de transporte con horarios y rutas fijos, tales como trenes, barcos y ferrocarriles, por el nuevo transporte flexible, pero más consumidor de petróleo, dado por camiones, aviones y autos. La electrificación, el urbanismo y el crecimiento industrial continuarán. Pero el factor más fuerte será el aumento poblacional asiático en términos absolutos, aun suponiendo que el número de hijos por mujer en naciones como China se mantenga bajo control.

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Se estima que el incremento en la demanda global será superior a nueve millones de barriles diarios –cifra mayor a la producción actual de Arabia Saudita–. El panorama a largo plazo para el petróleo mexicano es halagador, pero salvo una nueva guerra, no ocurrirá en lo que resta del presente sexenio presidencial. La implicación de este calendario es que para disminuir las actuales presiones políticas internas, México no podrá depender del petróleo. Tendrá que aplicar programas micro y macroeconómicos rápidos enfocados a acelerar nuestro crecimiento. La fórmula viable para Chiapas y otras zonas rezagadas es gastar menos en el ejército, por definición improductivo, más en obras públicas urgentes, y fomentar mayor desarrollo económico con la participación activa y focalizada del sector privado.

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EL SECTOR PRIVADO Y EL DESARROLLO CON DEMOCRACIA
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Los 100 empresarios más importantes de México, hombres que representan a un selecto grupo, mueven flujos de capital equivalentes casi a la quinta parte del PIB. Hay que aprovechar esta enorme fuerza para transitar hacia un capitalismo a la mexicana. Necesitamos a estos hombres, sus empresas y los trabajadores de éstas, su capacidad financiera y tecnológica, y su conocimiento del mercado y técnicas de mercadeo.

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El desarrollo económico tiene un fuerte efecto positivo sobre la democratización. Si se quiere generar democracia, hay que promoverlo. Hay varias relaciones causales en este nexo. El desarrollo económico sustentable requiere altos niveles de urbanización, alfabetización y educación. También exige un cambio en la estructura ocupacional, con una reducción en el tamaño del campesinado, el desarrollo de una clase media, una clase trabajadora urbana, e incorporar en la economía moderna a todos los mexicanos.

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Hay nuevos grupos que buscan cada vez más voz e influencia en la formulación de las políticas económicas que les afectan. Tienen acceso e influencia en los medios informativos, y la capacidad de organizar sindicatos, partidos políticos y asociaciones civiles que promuevan sus intereses. El desarrollo económico produce más recursos, públicos y privados, para distribuir entre los grupos de la sociedad. Se vuelve menos un juego de suma cero en el cual unos ganan lo que otros pierden y viceversa. Esto fomenta el compromiso y la tolerancia. Además, el desarrollo económico genera una economía más compleja y cada vez más difícil de controlar por parte del Estado. En la primera mitad de este siglo hemos visto cómo en el caso de las economías dirigidas, el control del Estado sólo ha podido mantenerse pagando como precio la dictadura y el estancamiento de la economía civil. La realidad histórica es que democracia y desarrollo sólo han convivido en algunos países occidentales.

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El Comintern, organismo encargado de promover el comunismo internacional, fue originalmente visualizado por Marx y sucesores como solución a los problemas de la humanidad, pero ha muerto. Ni la antigua Grecia, China o Egipto lograron la convivencia de democracia y desarrollo. Tampoco lo lograron en América los reinos indígenas. En fechas más recientes la URSS y los gobiernos comunistas de la posguerra tampoco lo lograron. Europa occidental ha sido la fuente de las ideas que combinan libertad individual, democracia política, imperio de la ley, respeto a los derechos humanos y libertad ideológica.

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En una democracia, gobernantes y gobernados son jurídicamente iguales. Los gobernantes son elegidos y limitados por el voto de los gobernados. Ha llegado la época, muy corta en la historia del desarrollo económico, de lograr y mantener convivencia de las economías modernas con la democracia. Esta nueva etapa de la historia podríamos llamarla la Demintern: democracia internacional. Una asociación libre con este fin será el paso principal para consolidar y asegurar la expansión de la libertad humana dentro de economías eficientes.

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En el siglo por terminar México ha construido gradualmente estructuras industriales, financieras y comerciales sobrepuestas a la agrícola. En consecuencia el sistema político se ha dividido en varios sectores con distintos ritmos de crecimiento y cuotas de poder desiguales. Está en marcha un cambio revolucionario tan profundo como la Revolución Industrial, pero comprimido en un lapso mucho más breve de la historia. Si la Revolución Agraria fue la primera ola del desarrollo económico y la Revolución Industrial la segunda, ahora estamos en una tercera ola de cambio histórico.

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LOS PARTIDOS Y LA CRISIS DE REPRESENTACIÓN EN MÉXICO
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Los partidos políticos tienen dos funciones, la expresiva y la instrumental. En la expresiva tratan de desarrollar una retórica que traduzca las presiones en la estructura social y cultural del país en demandas para acción o inacción. Pero también desempeñan funciones instrumentales y representativas: hacen que los portavoces de los variados intereses y actitudes negocien, aplacen algunas demandas y ejerzan otras.

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Los partidos políticos en México tienen la difícil función de representar intereses internos muchas veces conflictivos entre sí. También operan nuevas presiones importantes, algunas nacionales y otras internacionales. Existe hoy un grave problema de cómo representar, o bien oponerse, a estas fuerzas reales. Entre ellas, conviene mencionar a banqueros, ahorradores e inversionistas, la corrupción, los intereses creados que siempre se han opuesto al cambio, el narcotráfico y múltiples factores nuevos, como la existencia de religiones con diferentes “éticas” o visiones de los nexos entre trabajo y salvación, la influencia de empresas multinacionales y fuerzas sin nacionalidad, tales como las ONG, los observadores extranjeros, grupos a favor y contrarios a la planificación familiar, defensores de derechos humanos e intereses ecológicos.

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Los partidos políticos conviven con una serie de intereses conflictivos, no siempre plenamente identificados, y hoy es extraordinariamente difícil para ellos tomar una posición clara en el poder legislativo. Ante esta confusión de metas, es fácil para un partido contemporáneo caer en la inacción, parálisis ideológica o refugiarse en un doctrinalismo histórico tradicional. La situación política del México actual es clara muestra de esta tendencia.

- -UN NUEVO MODELO PARA RESOLVER LOS PROBLEMAS INDÍGENAS
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Los problemas indígenas no se pueden resolver desde la ciudad de México. El Instituto Nacional Indigenista deberá evolucionar radicalmente para cumplir con sus funciones. Tendrá que transformarse en un nuevo organismo que podría llamarse Instituto Nacional de Incorporación Indígena. Si hay 56 grupos étnicos en el país, necesitamos también 56 estaciones de incorporación indígena. La tarea de cada estación será la de educar y preparar a los indígenas en su área para que puedan participar funcionalmente en la economía moderna. Esto implica darles un idioma y leyes comunes. Lo más importante será prepararlos para transitar de un sistema productivo tradicional a uno compatible con el desarrollo económico del país y las necesidades de la economía global.
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La meta de este proceso será que los derechos de indígenas, como se les defina, no sean menores pero tampoco mayores que los de otros ciudadanos mexicanos. Hay que partir de la base de que las llamadas etnias son grupos mestizos como lo somos todos, y que si todos los mexicanos quieren tener igualdad de oportunidades es indispensable ante todo una lengua común que les permita movilidad geográfica y adaptarse a las necesidades no sólo de la economía nacional sino a las exigencias de una economía global en acelerada modernización.

- -ALGUNOS DÉFICIT SOCIALES
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Es indispensable lograr que todos los niños y jóvenes vayan a la escuela, pero el factor tiempo y la urgencia de mantener la estabilidad política dan enorme importancia a que los beneficios del sistema educativo lleguen rápidamente a los adultos. La capacitación y el uso de las fábricas como aulas y módulos educativos es tanto o más importante, y de mayor urgencia, que la educación general. Independientemente de las reformas necesarias para acelerar los procesos educativos y de capacitación, también hay que abrir las puertas a la nueva educación electrónica. Los actuales programas deben ser reforzados en todos los niveles. Hay muchas cadenas visibles y anclas invisibles que frenan nuestro desarrollo. Ningún mexicano puede vivir hoy, a finales del siglo XX y comienzo del XXI, en una célula autosuficiente.
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La principal competencia en el área económica proviene de nuestros socios, Estados Unidos y Canadá, con quienes tenemos tratados de libre comercio que se liberalizarán progresivamente en años futuros. Urge notar y disminuir nuestros atrasos educativos respecto de estos países. México está rezagado en tres áreas específicas: el número de años de escolaridad, el número de científicos y el atraso de la educación de las mujeres con relación a los hombres.

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MUCHOS MEXICANOS, POCOS EMPLEOS
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El más impresionante déficit de México es en la creación de nuevos empleos. En recientes declaraciones el secretario del Trabajo estima que tenemos un déficit anual en la creación de empleos de entre 300 y 400,000 trabajadores. Esta cifra, probablemente demasiado baja, parte del supuesto de que la nueva economía mexicana mantendrá la misma relación entre trabajadores y el ingreso nacional que ha existido en el pasado y que la automatización y robotización crecientes no disminuirán la demanda de mano de obra.

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HACIA UN CAPITALISMO A LA MEXICANA
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México enfrenta actualmente dos problemas económicos simultáneos que demandan soluciones distintas. El primero es que la tasa de aumento del PIB es demasiado baja ante la magnitud de nuestros problemas. El segundo es que en nuestra economía interna hay muchos grupos que viven en un estancamiento estructural o histórico. Entre ellos están los marginados, incomunicados y subeducados, así como la gran masa de los que viven en la mal llamada pero indefinida pobreza estructural. Salir de la depresión y lograr que todo el país crezca son los retos que enfrenta la economía nacional. Para vencerlos ni el estatismo ni el populismo servirán. Tampoco es suficiente dirigir la política económica sólo a bajar la inflación, conservar tranquilos a los capitales internacionales, enfriar y arraigar el dinero caliente y mantener a flote a los bancos y sus deudores.

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La combinación de estatismo indirecto y un neoempresarismo integrador podrá ser fórmula para un eficaz crecimiento. Las presiones internas que agobian al país son tan intensas que urgen soluciones inmediatas. Por parte del gobierno hace falta como primer paso una ideología “antidepresión” y, en segundo, promover un programa de cooperación con las empresas privadas para que el país acelere su desarrollo.

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Social y políticamente es más importante el mercado interior que el externo. No se logrará la tasa de crecimiento indispensable con las fórmulas actuales. Es impostergable contrarrestar la disminución del PIB real, lo cual con cuidado puede lograrse sin inflación, aprovechando la gran capacidad ociosa de la industria nacional. Con un programa de incremento selectivo enfocado, el gasto público puede fácilmente, sin inflación y sin aumentar importaciones, poner en marcha un proceso para reactivar la economía que aumente la producción y demanda agregada al nivel necesario para que el PIB deje de caer.

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No se puede confiar en que la economía de mercado sola o el llamado neoliberalismo o la globalización podrán resolver el estancamiento que se vive. México requiere de un modelo propio para lograr el crecimiento adecuado ante los problemas y necesidades que se enfrentan. La única forma de crecer para un país rezagado como el nuestro es llenando gradualmente nuestras enormes lagunas macro con muchas pequeñas islas micro.

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Para ello, se requiere una nueva política que abarque la eliminación gradual de obstáculos a nuestra integración interna, a la expansión de nuestros mercados y que aumente el número, tamaño, calidad y cobertura geográfica de las empresas mexicanas.

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Ante la experiencia histórica del país no es razonable pensar que el estatismo puro o el populismo sean fórmulas adecuadas para modernizar la economía. Tampoco es probable que la economía de mercado o el modelo mal llamado “neoliberal” solos puedan tener éxito. Quizá el estatismo indirecto y el capitalismo enfocado sean medios factibles.

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