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El <i>simpatías</i>

Las personas normales nos damos cuenta de cuándo decimos algo que no viene a caso.
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

¿Han tenido un jefe que se cree simpático? No me refiero a una persona de las que intentan, con toda el alma, aportar el comentario oportuno o contar bien un chiste, y que de plano ni tienen sentido de la oportunidad, ni tampoco son prudentes y ni siquiera les sale bien su numerito. Esas personas no son simpáticas en el recto sentido, pero terminan siéndolo casi sin quererlo, por las razones más insospechadas y son, en el fondo, inofensivas.

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Pero no, no hablo de ellos; aquí habré de referirme a los que se creen simpáticos y en realidad son antipáticos casi de nacimiento. Las personas normales nos damos cuenta de cuándo decimos algo que no viene a caso, enfrentamos la crítica y prometemos no volverlo a hacer. Así, la cosa no pasa a mayores.

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En cambio, hay otros que nadie sabe de dónde sacan la idea de que son simpáticos y, lo peor de todo, se sienten así y andan por la vida contando malos chistes, haciendo observaciones de pésimo gusto y cayéndole mal a todos. Quizá por la pena ajena que despierta un sujeto así, nadie parece tener los pantalones para plantársele enfrente y decirle: “Mira, Zutano, ese chiste que contaste el otro día durante la comida, que denigraba a la mujer a niveles muy inferiores a los que existen en las sociedades de musulmanes ortodoxos, con la pena pero fue de muy mal gusto. Por favor, no vuelvas a hacerlo porque quedas como un perfecto imbécil y al resto nos haces ver mal. Si alguien se rió, no te engañes: fue por puro compromiso, porque eres el jefe y tal y cual. Pero por tu madre, por el amor de Cristo, en nombre de la humanidad, no salgas nunca con otro comentario parecido. A todos les haces pasar un mal rato y, la verdad, no se vale.”

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Afortunadamente, mi jefe no es de ese tipo de personas. Tiene un buen temperamento, un idea clara de la justicia y mucho sentido común. Pero existe cierto director en nuestra área (llamémosle López) que es el ejemplo típico que he descrito arriba. Lo peor de todo es que sus subalternos pasan las de Caín para reírse de sus ocurrencias con un mínimo de credibilidad. Y de paso, le mantienen la ilusión de que en realidad es un tipo chistoso y muy ocurrente. Hagan de cuenta el doble clonado del simpatías, pero con poder.

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Mi cansado cerebro no entiende la razón por la que existe gente como López. Mucho menos puede imaginarse alguna justificación para la pandilla de paleros que le acompañan. Hagan de cuenta que su bono anual, la prima de vacaciones y hasta la mismísima quincena dependen de que defiendan las ocurrencias de su “amado” jefe.

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Lo peor es que, en algunas ocasiones, el asunto incluso se ha tornado medio violento. En las reuniones “extramuros” que sostenemos después del trabajo, más o menos una vez a la semana –momentos de convivencia y esparcimiento, frente a la mesa de dominó, acompañados por la rigurosa cerveza–, no falta el que salga en defensa de López y, claro, se ponga de necio a defenderlo. La sola mención de su nombre al resto nos enerva, apaga el buen ánimo y hasta entibia las cervezas. Tras la descalificación total, siguen las amenazas verbales, los empujones, los gritos y mentadas. En unos minutos, el convivio se nos ha descompuesto por completo, todos nos queremos ir y, en el fondo, resentimos el hecho de que nunca falte el impertinente que mencione el maldito apellido.

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Ya lo sé: algunos dirán que somos intolerantes, pero es que no conocen a López y, más importante, no han escuchado ninguno de sus comentarios. Yo estoy dándole vueltas a la idea de mandar una urgente memoranda al departamento de Recursos Humanos, solicitándoles que en las descripciones de puesto de todos los directores de área, vicepresidentes y hasta el presidente de la empresa, se incluya algo así como: “El candidato deberá tener un amplio, sano y versátil sentido del humor. Experiencia y capacidad para contar bien un chiste, deseable.” Pero no sé si mandar mi sugerencia. Me advierten que justamente la directora de ese departamento no se caracteriza por tener amplio criterio y un carácter jovial. ¿Tienen alguna sugerencia?

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