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El primer gran paso

Aún con la nueva legislación para las áreas de ciencia y tecnología en México, este sector tien
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Con las reformas impulsadas por la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara de Diputados a la legislación en la materia –misma que no se tocaba desde 1970–, se reconoce por primera vez en la administración pública nacional que la actividad de investigación científica y tecnológica es distinta a la actividad burocrática en general. Sin embargo, hay quienes piensan que México “dejó pasar su mejor oportunidad”.

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Al igual que otros países de América Latina, México busca la manera de desarrollar una industria de software competitiva mundialmente. La pregunta es: ¿Cómo hacerlo?

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“Los mexicanos no creamos software –se lamenta José Manuel Hurtado, presidente de Comertronic, una firma local de software para comercio electrónico– . Lo más triste es que dejamos pasar nuestra oportunidad; es más fácil venderle tus proyectos a los colosos de la informática que competir contra ellos. En la industria del software pasó algo similar a lo que ha pasado en las otras industrias de nuestro país. Actualmente, 90% de los electrodomésticos son made in Taiwan, made in Corea, made in China, siendo que muchos de ellos podría decir made in México.”

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Según él, hubo una época en la que el gobierno pudo desarrollar tecnología y animar el crecimiento de esta industria facilitando el establecimiento de empresas extranjeras, pero no lo hizo. De este modo, mientras “en otros países que están a 5,000 o 6,000 kilómetros de distancia de Estados Unidos y donde los costos son extremadamente altos, se desarrolló mejor este sector”, en México se dejó escapar la oportunidad a manos del imperio de Microsoft, cuyo dominio no tardó en imponer.

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“Cuando la industria del software era una industria de garaje, no hacían falta  equipos de decenas de personas. Las aplicaciones eran más bien de creatividad que de look , no importaba mucho cómo se veían sino lo que hacían y solucionaban”, añade el presidente de Comertronic.

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Su experiencia como desarrollador habla del talento con que cuenta el país. Contador público de profesión, cuatro lustros atrás Hurtado diseñaba sus propias aplicaciones porque el software existente era inadecuado. “Se necesitaba un programa que llevara correctamente los estados financieros de las empresas y que permitiera capturar al mismo tiempo y con rapidez la información”.

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Para 1985, dice, ya había “revolucionado la manera de hacer software contable: lo presentamos integrado, ocupando poco espacio en disco duro y a un precio muy por debajo de la competencia”, labor que le trajo un par de importantes reconocimientos en Estados Unidos (el premio de la DAC Easy Accounting al mejor producto del año y el título de Entrepreneur of the year 1987).

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Los primeros pasos de la industria nacional del software estaban dados, pero hacía falta dar el salto. Bajo los auspicios de la firma m-usa Business System, creada por el propio Hurtado, en abril de 1990 se produjo el lanzamiento mundial de Pacciolli, llamado así por Lucca Pacciolli, el padre de la contabilidad moderna y autor de la sistematización de la partida doble. Este software se convirtió en el primer programa mexicano de administración multiusuario para ser instalado de forma simultánea en una red de cientos de usuarios y a un costo menor de $200 dólares.

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El de M-USA Business System es sin embargo, junto a Softtek y Grupo Siglo (ver Expansión 769, julio 7 de 1999) un caso aislado en el panorama nacional. De hecho, la inquietud de Hurtado lo llevaría a fundar a finales de la década de los 90 su nueva empresa productora de software para comercio electrónico: Comertronic.

Una luz en el camino
Para encontrar respuesta a cómo crear una industria local de tecnología mundialmente competitiva, vale la pena echar una mirada sobre Brasil, cuya industria decidió invertir en la creación de su propia tecnología. -

La llamada Ley de la Informática de esta nación amazónica establece incentivos fiscales para producir software local y tiene carácter de obligatoriedad para toda la industria que, de este modo, se ve impulsada a invertir recursos. Así, 5% de las ventas se destina a la investigación y desarrollo; de ese total, 3% se invierte en investigación dentro de la propia empresa, y el 2% restante se orienta hacia las universidades y los institutos de desarrollo.

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En México la realidad es otra. Aunque el Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología (SNCT) hizo importantes reformas a la legislación, mismas que fueron aprobadas por consenso de los principales partidos políticos –PRI, PAN y PRD– y publicadas en el Diario Oficial de la Federación en marzo de 1999, hasta entonces la obsolescencia de una ley que desde 1970 sujetaba a los institutos de investigación del gobierno impidió que el SNCT cumpliera cabalmente con su papel de portador estratégico del cambio.

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“De 47 artículos originales –señala María del Carmen Díaz, presidenta de dicha comisión–, se retomaron 44 y se hicieron 117 modificaciones, entre las cuales destaca la relativa autonomía técnica, operativa y administrativa de los centros de investigación del país.”

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Además, la legislación permite modernizar los órganos encargados de las políticas públicas en ciencia y tecnología en el país, hacer reformas al órgano de gobierno del Conacyt y coordinar las diferentes actividades que en este campo se desarrollan en México.

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Ahora el Consejo Consultivo de Ciencia y Tecnología controla el uso del presupuesto y del gasto público en ciencia e investigación tecnológica, también puede vincular a los centros de investigación con el mercado en diferentes niveles, incluso en el nivel municipal, lo cual resulta relevante, ya que sus fondos pueden ser utilizados para el propio desarrollo del centro de investigación.Incentivos e inversiones.

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Flavio Grynszpan, vicepresidente de Motorola, opina que hace falta crear en México un ambiente que estimule la innovación. “Hay aspectos básicos que se pueden hacer, pero hay que cambiar la mentalidad; estamos acostumbrados a que el gobierno nos protege, nos da ventajas. Tenemos que ser arriesgados, competitivos, hay que cambiar el concepto de riesgo, crear un capital de riesgo para nuevas inversiones, crear un ambiente propicio para aprovechar las innovaciones que se vayan generando”, sugiere.

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Según él, tal vez sea posible aplicar en México el modelo de Brasil. “Hay que dar ventajas a la industria en general, con la condición de que invierta en investigación y desarrollo. Las multinacionales son importantes, tanto para Brasil como para México; se debe realizar investigación y desarrollo en los países donde hay subsidiarias, no solamente en los países centrales.

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“El gobierno debería dar estímulos fiscales para que la industria invierta en investigación y desarrollo. No es que el gobierno deba ser el inversionista, la industria sabe lo que quiere y necesita, es ella quien debe promover los nuevos proyectos en conjunto con los investigadores. En México hay gente capacitada, hay que valorarla.”

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Como Grynszpan, Reinhard Neubauer, director de desarrollo de negocios e inversión del gobierno en Quebec, Canadá, considera que sin incentivos para comenzar nuevos negocios, resultará muy difícil “crear una masa crítica entre las empresas y tener más investigación. La cuestión del capital de riesgo es importantísima: cuando hay buenas iniciativas hay que financiarlas ya, puesto que el tiempo, advierte, es un factor decisivo: “En el ámbito de la alta tecnología, tres meses equivalen a un año normal; un proyecto no puede ser estudiado mucho tiempo porque se muere”.

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De acuerdo con Neubauer, el caso de Quebec es único, pues tan sólo en esa ciudad se gasta actualmente 1.9% del PIB nacional en investigación y desarrollo. No es de extrañar, entonces, que sea ésta la cuna de Softimage, una compañía de software creada por estudiantes y financiada por las universidades, que fue adquirida por Microsoft en $130 millones de dólares estadounidenses.

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El promedio canadiense, no obstante, es de 1.6%, por abajo del de Estados Unidos y Alemania, países que destinan 2.3 y 2.5%, respectivamente, de su PIB a este objetivo. La situación de México no es siquiera comparable. Aquí apenas se invierte 0.31% del PIB, muy lejos incluso de la cifra proyectada para el 2000 por el presidente Ernesto Zedillo, y que era de 0.7%. Este año el gasto federal en ciencia y tecnología ascenderá a $21,073 millones de pesos, 27% más que en 1994. En 1999 se destinaron $9,558 millones de pesos para apoyar 25,700 proyectos de investigación científica y desarrollo tecnológico.

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Pese a las distancias, el ejecutivo canadiense considera que el modelo canadiense tiene algunos elementos destacables que México podría emular. Por ejemplo, el relativo a la creación de fondos de inversión. En Quebec, comenta, existen fondos especializados en informática que provienen de la iniciativa privada y los sindicatos también han creado un fondo cuyo capital suma a la fecha unos $2,000 millones de dólares para apoyar proyectos que generen software. Además, añade, aquí no operan reglas universales para la captación de capital de riesgo, sino que éstas dependen de los proyectos, de las empresas y de los fondos. “Lo que cuenta –dice Neubauer– es la disposición de la gente con visión”.

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Grynzspan observa, a su vez, que en México algunas universidades ya tienen una visión clara sobre la importancia de allegarse recursos para la investigación científica y tecnológica mediante la constitución de fondos “y consiguen apoyo de empresas que tienen las fuentes de empleo, como Motorola”.

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Durante la entrega de premios de la Academia Mexicana de Ciencias, Francisco Bolívar, presidente de dicha institución, reconoció que la investigación científica mexicana no tiene aún la masa crítica suficiente para contribuir de forma eficiente en la transformación del país.

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Según él, el esfuerzo que ha hecho el país para impulsar los procesos sustantivos de generación y aplicación del conocimiento es reducido. “Los científicos mexicanos –enfatiza– entendemos que hay muchas demandas justas que atender y que hay recursos limitados. Sin embargo, no podemos dejar de insistir, ante el escenario comentado del nuevo milenio, que como parte de una estrategia vital para lograr la soberanía y preservar la identidad de la nación tiene que haber esfuerzos todavía más importantes y mejor concertados para asegurar que la ciencia en México pueda participar en la solución de nuestros problemas.”

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Bolívar confía en que la reformada Ley para el Fomento a la Investigación Científica y Tecnológica “puede convertirse en un instrumento para implantar una verdadera política de Estado en materia de ciencia y tecnología”, pero apunta que “en este momento, no es más que un conjunto de buenos deseos”.

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Bajo la promesa de que no permitirá que la nueva ley se quede sólo en eso, Zedillo animó la creación del Gabinete Especializado de Ciencia y Tecnología que se encargará de agilizar la aplicación de la ley y garantizar, de algún modo, que aquellos deseos se traduzcan en realidades. Este Gabinete trabaja en forma paralela al Consejo Consultivo.

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Pero ¿qué más necesita el país para salir adelante? Los entrevistados coinciden en que si bien México ha comenzado a andar su camino con pasos firmes, aún quedan muchos paradigmas por romper.

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Hurtado, de Comertronic, juzga que “México es un país muy creativo e industrioso, con el ingenio suficiente para poder competir con los grandes”, mientras Fernando Lezama, presidente de la Asociación Mexicana de la Industria de las Tecnologías de la Información (AMITI), apunta a lo concreto: “El gobierno –señala– tiene los recursos para la creación de parques tecnológicos y poder así amalgamar el talento, pero es más importante promoverlos mediante una mercadotecnia estratégica con presencia en los trade shows que hay en el mundo, como los de Comdex, Internet World o el Cebit, de Hannover, y no sólo para vender productos a precios accesibles, sino también para impulsar talentos mexicanos y centros de investigación y desarrollo nacionales.”

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Finalmente, Hurtado propone: “Hay que apostar a la generación ‘clic’, su mentalidad ya es diferente; no es fácil que escuchen, son más imaginativos; a los cuatro años de edad primero tocan y luego ven qué pasa. Los adultos no sabemos pensar de esa manera, nos aterra equivocarnos. Para la generación ‘clic’, las computadoras son un electrodoméstico más, los niños de hoy harán los e-commerce y los e-service del mañana.”

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Otros creen que la ciencia puede apuntalar la competitividad y, con ella, abatir la miseria, estimular el conocimiento e impulsar el crecimiento del país. Y le apuestan a la vinculación entre la industria y la academia.

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