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El reto DF

Para este doctor en historia, el nuevo gobernante de la capital del país, más allá de su proceden
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Después de 173 años, los capitalinos romperán –el próximo mes de julio– con uno de los tabúes institucionales más resistentes del sistema político mexicano: la elección del jefe de gobierno de la ciudad de México.

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Según el libro de Ariel Rodríguez Kuri, La experiencia olvidada. El ayuntamiento de México: política y gobierno, 1876-1912 (Universidad Autónoma Metropolitana, UAM), desde el siglo XIX la figura de gobernador ha estado supeditada al Poder Ejecutivo, entre otras razones, por la confusión entre ciudad y Estado, que hizo que los poderes nacionales se asentaran en el Distrito Federal. Para este doctor en Historia por El Colegio de México, miembro del Sistema Nacional de Investigadores y coordinador del proyecto -Gobernadores, regentes y ciudadanos: una historia de la ciudad de México 1900-1995, esto provocó también que la historia de esta metrópoli quedara sepultada por la historia del Estado. “Así, la primera se está escribiendo apenas”, sostiene Rodríguez.

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¿Cómo se ha gobernado la ciudad de México a partir de la Independencia?
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Desde 1824, a través de dos instancias: el gobernador del Distrito Federal, que desde entonces ya era designado por el presidente de la República y tenía atribuciones muy importantes, y los jefes de Ayuntamiento o Municipio, estos sí elegidos por el voto popular. Esta modalidad permaneció con pocos cambios hasta 1928. Es decir, casi 100 años vivimos el doble origen de la autoridad política en el Distrito Federal.

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En 1928 se disuelve el modelo municipal y se crean delegaciones; el gobernador se convierte en jefe del Departamento Central, creándose la figura de los delegados. A partir de entonces toda la autoridad política y el aparato administrativo depende de la voluntad presidencial, sin ningún contrapeso ciudadano por la vía electoral.

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La gran novedad que viviremos este año es la elección de la autoridad política, que no se llamará gobernador sino jefe de gobierno. Al contrario de los gobernadores de los estados, éste tendrá una jurisdicción acotada por el Ejecutivo Federal.

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¿Cuál es la ventaja de elegir al jefe de gobierno de la ciudad?
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Tiene una ventaja enorme. Una elección razonablemente limpia y transparente, con mandato claro para el triunfador, podría destrabar una serie de decisiones clave. Por ejemplo, respecto de obras públicas y políticas fiscales, que están paralizadas por compromisos e intereses creados tanto al interior del partido oficial como en la administración de la capital. También, por otro lado, se podría encausar la efervescencia social, que provoca resistencias e impide el desarrollo cualitativo de la ciudad.

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Una ciudad como ésta no se puede permitir no tomar decisiones fundamentales. Si el candidato vencedor elaboró un programa de acciones y con él obtiene la victoria, entonces tendrá un margen de maniobra para llevarlo a cabo y poder negociar con todos los actores sociales. En la actualidad, el regente, por ejemplo, no tiene ese apoyo, y por eso los pasos son tan titubeantes.

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¿A qué atribuye que durante casi 200 años los habitantes del Distrito Federal no hayan podido elegir a sus gobernantes?
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Porque la ciudad de México tiene características muy especiales. Los constituyentes la designaron como residencia de los poderes nacionales; es la ciudad más rica, la más poblada, la que simbólicamente representa el poder. Los presidentes de la República siempre manifestaron desconfianza en cuanto a compartir con otra autoridad, y con la misma legitimidad, las decisiones de gobierno. A esto se agrega la experiencia de los gobiernos municipales del siglo XIX y parte del XX, donde hubo contradicciones y enfrentamientos entre los Ayuntamientos y el gobernador, éste último como delegado del poder presidencial. Esos son, precisamente, los conflictos jurisdiccionales. Es decir, ¿qué correspondía legal y legítimamente a cada instancia de autoridad y de representación? A mediados del siglo XIX se presentaron muchos ejemplos de estas fricciones: problemas como la reglamentación de servicios públicos, la definición y cobro de impuestos y otros.

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¿Habrá diferencias si el nuevo gobernante es de oposición?
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Es muy aventurado pronosticarlo. Lo que sí sé es que quien llegue al poder debe aprovechar la oportunidad y elaborar un programa de trabajo concentrado en pocos aspectos, pero cruciales para el desarrollo capitalino.

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¿Será un jefe de gobierno más administrativo-operativo que político?
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No creo. Será una combinación de ambos aspectos; tendrá que saber negociar con el gobierno nacional. Lo primordial será establecer reglas del juego en la convivencia con el presidente de la República y con los actores sociales. Deberá abocarse a inventar una tradición democrática y republicana en la ciudad de México. Aunque se dará un paso democrático, eso no resolverá de un día para otro los acuciantes problemas de la ciudad; la democracia supone dos eficiencias: una para representar los intereses de los habitantes y otra para generar conocimientos sobre la ciudad.

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Después de todo, los ciudadanos podrán pasarle la factura a un mal gobierno...
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Así es. Se empezarán a notar muchas cosas, será más transparente la forma de gobernar la ciudad. Hay que recordar que esto será nuevo para todos, no sólo para los gobernantes, pero debe haber un compromiso claro entre el ciudadano y el gobernante. Si el triunfador ofreció un proyecto durante su campaña y no lo cumple, debe pagar los costos. En el modelo de presidente-regente-delegado se pervertía mucho el ejercicio de la autoridad, nunca había responsabilidades que se pudieran cobrar. La alternancia no significa sólo llegar ni ser el mejor, sino que la corriente política que representa sobreviva a los siguientes mandatos. En la democracia se puede practicar una revancha civilizada y es válido “un ajuste de cuentas”.

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¿Qué pasaría si gana la oposición y se le sabotea su mandato?
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Puedes agobiar a la ciudad, la que tal vez se desbordaría en poco tiempo... Esto no tendría sentido porque las consecuencias serían nacionales. Por eso es muy importante que el próximo jefe de gobierno, sobre todo si es de la oposición, defina pocas líneas estratégicas y llegue a reglas bien establecidas. No se debe pretender cambiar todo o muchas cosas rápidamente. No se debe pretender reinventar la ciudad.

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A final de cuentas, ¿la ciudad tiene capacidad de generar sus propios cuadros políticos?
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En este punto estamos ante una de las paradojas del sistema político mexicano: no existe una clase política local en la ciudad de México. Se ha confundido Estado con ciudad; se cree que porque buena parte de la clase política nacional reside en la ciudad sus habitantes han hecho carrera y entienden las necesidades del gobierno local. En otras palabras, quienes han administrado la ciudad usualmente son improvisados, no han hecho carrera ni en la estructura administrativa ni política de la ciudad. Una de las prioridades de la próxima elección es dar el primer paso para generar una clase política local. No deja de ser una paradoja que, hasta donde se sabe, los distintos candidatos no tengan una amplia carrera política local. No me imagino un alcalde de Nueva York que haya hecho su carrera política en Dallas.

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