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Empresario al grito de la política

Algo pasa en el espectro empresarial mexicano: más allá de precios, costos, mercados, tasas de int
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

De los cambios importantes del México de fin de siglo destacan, sin lugar a dudas, el que hayan quedado atrás las fobias contra la política, el miedo al ogro gubernamental, las resistencias al cambio, la apatía por el poder. Se ha levantado, en cambio, por parte de los hombres y mujeres de empresa, un inusitado activismo ciudadano con el fin de hacer valer su voz, su voto y su veto.

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En los últimos años han surgido agrupaciones, movimientos e institutos con el objetivo de impulsar la transición democrática, convencidos de que sin la fuerza ciudadana el país no podrá llegar a buen puerto. Lo peculiar de algunas de estas organizaciones es que son impulsadas por empresarios que, lejos del oficialismo, se habían mantenido históricamente al margen de los protagonismos políticos.

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¿Cuáles son las causas de su incorporación a la política del país? ¿Cuál es su ideario? ¿Cuáles sus propuestas? Expansión se acercó a tres de los líderes de estas asociaciones con el fin de conocer sus puntos de vista. Ellos son: Carlos Abascal, ex dirigente de Coparmex y actual presidente de Vértebra, un movimiento creado a finales de 1998, que conjunta a más de 200 instituciones (de distintos matices políticos e ideológicos); Antonio Sánchez Díaz de Rivera, también ex presidente de Coparmex y hoy a la cabeza de Coordinadora Ciudadana, con registro ante el Instituto Federal Electoral desde 1997, y Francisco de Paula León, fundador de la organización Movimiento de Acción Republicana (MAR) y editor de Conciencia Mexicana.

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La política, “algo sucio”
Abascal habla de su incursión a la vida política del país: “Al igual que la mayoría de los empresarios nací, crecí, me formé hasta los veintitantos años con la conciencia de que la política era una cosa sucia.” Este apotegma convivió con otros que no exigían ninguna fundamentación, como el de “no me des compadre, sólo ponme donde hay” o “el que se mueve no sale en la foto”, y que le sirvieron como justificación para mantenerse al margen de la política. Hoy reconoce, sin embargo, que al negarse a participar cometía un doble error: “primero, pensar que la política es sólo partidista y no darse cuenta que cuando uno hace empresa, está teniendo una incidencia política y social; segundo, reafirmar que la política es una cosa sucia, lo que no sólo es una injusticia brutal sino que olvida que la política es una actividad humana que hay que redignificar como la ciencia, el arte y la virtud de construir, mediante el consenso, el bien de la comunidad.”

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Para Sánchez Díaz de Rivera, la participación de los hombres de negocios en la política responde a que se han dado cuenta del desgaste del sistema. Señala que cuando se habla de empresarios “parece que nos referimos sólo a los grandes”, pero en este país, 97% son pequeños y medianos. Distingue también entre “hombres de empresa y negociantes, esto es, hombres de presa”, y coincide con Abascal en que el amiguismo entre empresarios y políticos benefició a un grupo reducido, aunque en general ahora existe más conciencia social y se advierte que esas prácticas van en contra de una economía de mercado con responsabilidad social.

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Abascal identifica tres posiciones que han inhibido la participación política del empresariado mexicano: la de quienes están de acuerdo con el estado de cosas y que, en una alianza inconfesable, delegan y apoyan a los políticos en el poder a cambio de ventajas económicas; la de quienes se rigen por la ley del menor esfuerzo, dedicados a ganar dinero antes que a asumir la responsabilidad que como seres humanos tienen con la sociedad, y la de quienes, por un miedo a veces justificado dadas las estructuras políticas de México, optan por no actuar, pues han visto destruirse la vida de muchas personas que tuvieron la osadía de involucrarse en un compromiso de corresponsabilidad. “Tenemos los ejemplos que nos duelen en el alma a todos, de Colosio y Clouthier.”

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La hora de la sociedad
Esta creciente participación de los empresarios y de la ciudadanía en general tiene como ejes centrales el deterioro de los partidos y de las instituciones políticas, los riesgos de ingobernabilidad, la crisis social y la violencia. En ello coinciden Abascal, Díaz de Rivera y De Paula.

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“En mi opinión –dice Abascal, de Vertebra–, se decidió llevar adelante una transición no pactada, permitiendo las polarizaciones en las cosas políticas.” Situación que a su juicio puede llevar al país a fracturas como la de 1911.

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Para el presidente de Coordinadora Ciudadana esta es la “hora de la sociedad, de la participación ciudadana; la transición no pasará bien sin esta participación. Hay insatisfacción social y desgaste de los partidos; la sociedad pensante demanda el cambio, el fin del sistema de partido único, y exige y espera una transición acordada, donde el Presidente actúe en realidad como Jefe de Estado y no como jefe de un partido”.

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Por su parte, De Paula está convencido “de que hay que hacer un cambio en el pacto social ancestral de la autoridad y la subordinación de la sociedad, el cual en sus distintas modalidades ya no funciona. El mundo va hacia sociedades abiertas, con participación de la sociedad civil, donde las elites ya no son en sí mismas las promotoras del cambio”.

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En síntesis, las tres agrupaciones promueven un pacto de civilidad, un acuerdo básico o un nuevo pacto social; la misma preocupación, con distintos nombres.

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Para Abascal, también presidente de Afianzadora Insurgentes, el que dos ex presidentes de Coparmex converjan en el activismo político se explica por la necesaria pluralidad de la participación ciudadana y porque persiguen objetivos similares. Según Sánchez de Rivera “ambas organizaciones tienen coincidencias fundamentales y una confluencia en los principios que nos motivan”.

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En efecto, tanto en Vertebra como en Coordinadora Ciudadana el ideario parece responder a una matriz común: humanismo, democracia participativa, estado de derecho y economía de mercado con responsabilidad social.

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En política, sostienen los dirigentes de las tres agrupaciones, se observa la necesidad de abrirle paso a una democracia representativa y participativa, sustentada en instituciones y principios éticos universales y donde el ser humano, el ciudadano, sea titular y beneficiario de la acción política; una república fundada en un verdadero federalismo, donde se respete al municipio libre y se dé una auténtica separación de poderes.

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En lo económico, libertad de mercado con responsabilidad social, apertura y competencia; una orientación hacia el empleo y el beneficio familiar. En lo social, el bien común, el combate a la pobreza, la educación libre de la tutela del Estado, bajo una política social subsidiaria, no asistencial, fundada en la premisa de que lo importante es “enseñar a pescar”; ajena al clientelismo y a la utilización del ciudadano como “carne electoral”.

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Riesgos de la transición
Los escenarios que imaginan estas organizaciones tienen que ver en lo fundamental con la decisión de hacer o no realidad el nuevo pacto. Concuerdan en que los costos de la transición no pactada se han venido reflejando en distintos hechos violentos, que lo mismo incluyen los asesinatos del Cardenal Juan José Posadas, Colosio, José Francisco Ruiz Massieu, que la guerra en Chiapas.

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“En 1995 –sostiene Abascal– se dieron las condiciones para reconstruir juntos este país, darle una orientación al desarrollo y que, por más alternancia que hubiese, nunca perdiera ni ruta, ni rumbo, ni ritmo... Pero se desperdició esa oportunidad.”

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Sánchez Díaz de Rivera apunta a su vez que el PRI no pude garantizar por sí sólo la transición debido a la intensa lucha de poder que libra internamente. El PRI, añade, “nace como un partido que da beneficios a cambio de lealtades; pero hoy ya no tiene beneficios que otorgar y las lealtades ya no existen, y eso propicia que no se adhiera a la transición, a pesar de lo cual empiezan a surgir las corrientes galileas, reflexivas y renovadoras”. En cambio, De Paula puntualiza que la pérdida de hegemonía del partido tricolor y su resistencia al cambio han derivado en inestabilidad y falta de cohesión.

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La pobreza extrema, la verticalidad en la toma de decisiones, la exclusión del ciudadano, la debilidad de los partidos configuran, de acuerdo con estos dirigentes, un cuadro de alto riesgo que preocupa a todas las organizaciones ciudadanas y que ahora intentan desactivarlo. Abascal, sin embargo, rechaza las visiones catastrofistas pues, dice, “siempre que México ha apostado por la división ha perdido; en 1847, cuando las facciones militares no supieron ponerse de acuerdo, se perdieron batallas que nunca se hubieran perdido y se acabó por aceptar los Tratados de Guadalupe, que son humillantes”.

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Juntos pero no revueltos
La clave, entonces, está en pactar la transición. No obstante la similitud de objetivos de cada organización existen matices y diferencias que conviene hacer notar. Mientras Vertebra no desea registrarse ante el IFE, Coordinadora Ciudadana y MAR son dos de las 44 agrupaciones políticas registradas ante el instituto electoral. Para estas últimas no sólo se trata de participar en asuntos ciudadanos, sino de incidir en el esquema electoral. Aunque no se manifiestan francamente contra los partidos, son claramente oposicionistas y están abiertos a las coaliciones.

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En palabras de Sánchez Díaz de Rivera, “a diferencia de Vertebra, nosotros agrupamos ciudadanos y nuestro proceso es más rápido”. Coordinadora inició con 15 delegaciones, ahora tiene 24 y este año, presume su dirigente, “cubriremos todos los estados”. Cuenta con 20,000 afiliados; entre sus miembros figuran un gobernador (Aguascalientes), un diputado federal y un presidente municipal (el del puerto de Veracruz), y en Morelos participó en la organización del plebiscito que llevó a la renuncia del gobernador Carrillo Olea. En cuanto al MAR, éste congrega en sus filas a 12,000 ciudadanos en entidades de la república, aunque aseguran tener un potencial de crecimiento de 250,000 ciudadanos.

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El año 2000 aparece como una fecha decisiva para estas dos asociaciones interesadas en lograr a una reforma constitucional (artículo 41) que abra de lleno la posibilidad de impulsar candidaturas independientes, y no sólo externas como las que ya existen.

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En tanto que a los ojos de Coordinadora Ciudadana es imprescindible abrir paso, por la vía del referéndum, a una nueva Carta Magna, más simple, breve, comprensible, estable y con reglas más claras, que sustituya a la del 17, que “ya lleva 400 violaciones”, MAR prefiere poner el énfasis en la exigencia de cuentas y en la participación cotidiana de los ciudadanos en los asuntos públicos: “Nada de cheque en blanco; de hoy en adelante, es necesario la firma mancomunada de la sociedad civil”, apunta De Paula. Y, para ello, explica, se puede diseñar un programa de escrutinio donde los diputados y senadores rindan cuentas, e incluso elaborar leyes alternativas que prevean la destitución de los representantes populares en casos de irresponsabilidad, incumplimiento o franca deslealtad a sus votantes.

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 La agrupación que preside Abascal parte de premisas diferentes. Privilegia el pacto de civilidad y la necesidad de lograr el consenso en torno a una visión de futuro, donde se aspira a un país más abierto, pero donde no se elimina, por definición, al PRI ni al gobierno. Le interesa detonar un cambio cultural, tender puentes entre las instituciones, partidos y organismos intermedios de la sociedad y a los ciudadanos.

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Acorde con esta definición, no es casual que Vertebra aglutine a más de 200 organizaciones, muchas de ellas de carácter nacional, alta representatividad y más o menos disímbolas, como por ejemplo: la Unión Nacional de Padres de Familia, la Alianza para la Moral, el Sindicato de Unidad Democrática, la CROC de Toluca, El Centro Patronal de Nuevo León, las universidades La Salle y Del Valle de México, la Coparmex, la Concamin, el Centro Nacional de Comunicación Social (Cencos) y Alianza Cívica.

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Abascal acepta que el pensamiento social cristiano es muy marcado en el perfil de las organizaciones afiliadas, pero advierte que también lo es “su creciente pluralismo”.

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Cuidadoso en el juicio hacia los partidos, de los cuales dice esperar una profunda reforma y un replanteamiento ideológico, de principios e institucional, el ex presidente de Coparmex no rehúsa, sin embargo, la crítica: “Cuando se dice que se necesita una alianza para sacar al PRI de Los Pinos, me parece que denota una pobreza de los partidos políticos y las organizaciones que la promueven. Los ciudadanos lo que queremos son nuevas y mejores alternativas políticas, lo que es muy diferente de construir escenarios para destruir al oponente.”

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Advierte sobre los riesgos de una “agrupacionitis” y la tentación de los partidos para crear organizaciones ciudadanas que en realidad son partidistas, como de las organizaciones que buscan crear nuevos partidos cuando los que existen son suficientes y debieran reformarse. De ocurrir esto, ilustra, podría repetirse el caso de Polonia, donde existen 26 partidos y donde, debido a esa pulverización, volvieron al poder los viejos comunistas. “Por ese camino de extravío, el poder político se traga al ser humano, se traga al partido y a todo aquél que se interesa por el poder por el poder mismo”, sentencia.

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Desde esta perspectiva, Vertebra se define, más que como una organización, que como un movimiento comprometido en vertebrar las iniciativas de los organismos intermedios de los ciudadanos; en generar una cultura de respeto y dignificación de la política, según la cual el ser humano es el titular de la acción política y su principal beneficiario. “Vértebra no pretende ser el faro ni portafaro, ni la organización única de la sociedad civil que a manera de Consejo Coordinador y supercúpula le dé organicidad a la sociedad civil. Para eso está el Estado”, asienta Abascal, al responder a la propuesta del MAR de crear una coordinadora de agrupaciones políticas.

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Como quiera que sea, estos son los nuevos empresarios al grito de la política.

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