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Enrique Hernández Pons

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Vaya que es un hombre que ha dado lata, y no sólo por las montañas de chiles y legumbres enlatados que llevan su marca - Herdez. Aparte de ser uno de los hombres más ricos de México, don Enrique Hernández Pons también se propuso ser uno de los más influyentes y poderosos. Sus esfuerzos lo llevaron a la presidencia del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, de la Cámara Mexicana de Comercio e Industria en España y de la Asociación Nacional de Empacadores de Productos Pesqueros. Él o alguno de los suyos también llegaron a la Cámara de Comercio del DF (Canaco DF), a la Confederación de Cámaras de Comercio (Concanaco), a la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin), a la Cámara Nacional de la Industria de Conservas Alimenticias (Canainca, por supuesto, aunque podría ser Canica), al Club de Banqueros y al Consejo Nacional de la Publicidad. Vaya, hasta al Club Rotario de la Ciudad de México, la Cruz Roja (¿y qué tal la Asociación de Padres de Familia del Colegio Cumbres?).

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Siempre presente en pasarelas, viajes con presidentes, diálogos con secretarios de Estado, don Enrique es una de esas voluntades que cualquier político inteligente se preocupa por conquistar. Tal vez su -empresa no suene tan poderosa como un banco o un complejo industrial, pero su fortuna es de esas que están dispersas en muchos lugares.

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Fundada en 1914 por Ignacio Hernández del Castillo, la empresa se dedicó al principio a la distribución de productos farmacéuticos y de cuidado personal (de ahí la marca -Pons). En 1947 tuvo su primer vuelco: se asoció con McCormick y se puso a hacer mayonesa y otros alimentos. Gol: hoy domina más de 60% del mercado, y ha sido tan exitosa (McCormick sigue siendo la marca líder en ventas del grupo Herdez) que el gigante estadounidense mantiene esta relación, a pesar de que la apertura le permite ingresar con otros productos.

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Sin embargo, los Hernández Pons no se durmieron en sus laureles: a sus marcas han sumado el mole -Doña María, la miel Carlota y la salsa Búfalo. En 1994 hicieron con Heinz el mismo trato que con McCormick, para fabricar su catsup. Si su presencia en el -hot dog clásico no era suficiente, habrá que sumar la asociación con Hormel para producir cárnicos y embutidos. Herdez es un gigante de $1,500 millones de pesos en ventas anuales, y no pocas veces el primer exportador de su ramo.

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¿Y qué hizo don Enrique todo ese tiempo? Nacido en 1923, estudió Administración y luego fue enviado a capacitarse a General Foods, Campbell’s y la propia McCormick. Por ahí de 1950 entró como gerente general de ventas a la empresa familiar, hasta llegar a director general en 1965... Ahí sigue -estancado, el pobrecito.

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En este tiempo ha cultivado la imagen del empresario visionario, impetuoso para los negocios (aunque la empresa no ha dado pasos tan audaces) y preocupado por sus empleados: les escribe emotivos comunicados, se retrata con ellos y utiliza un lenguaje con visos de humanidad en los informes financieros. No podía faltarle la Fundación Herdez, que apoya la investigación agrícola, sobre todo ahora que las reformas al artículo 27 le han permitido comprar tierras para su materia prima.

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Pero su fortuna no depende sólo de los ejotes. Es accionista de empresas como Seguros La Comercial, Peñoles, Salinas y Rocha, Inverlat, Bancomer, Radioprogramas de México y hasta de la fallida Mexicana que dirigió Gerardo de Prevoisin.

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Uno de sus más recientes negocios fue la apertura de un restaurante llamado La Valenciana... en Madrid. ¿Por qué se ocupa un magnate de su tamaño por meseros, garroteros y clientes del otro lado del Atlántico? Tal vez porque quiere, y porque puede.

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Laureado no pocas veces con medallas de honor y demás, no puede esperarse que sea monedita de oro. Su pleito con la Canacintra fue épico, dado su empeño en independizar de ella a “su” Canainca, lo cual le acarreó a uno de sus muchachos perder la presidencia de Concamin, acto que le provocó al entonces presidente de esta confederación el veto del CMHN para llegar al Consejo Coordinador Empresarial. No siempre se gana, pues, y don Enrique también se enoja.

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