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Entre abogados te veas

Un error común entre las pequeñas y medianas empresas es no contar con asesoría jurídica prevent
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Un día llegó a mi despacho un hombre desesperado: estaba perdiendo su negocio. Cinco meses antes había comprado una empresa que operaba un billar-restaurante en la ciudad de México. Llevaba toda su vida ahorrando con el objetivo de convertir su compañía en la antesala de su retiro. Pero la semana anterior a su visita le habían embargado todas sus mesas de billar y otros bienes del local por supuestos adeudos de los que él no tenía la menor idea. Como pude, traté de tranquilizarlo y le pedí que regresara con todos los documentos de la operación de adquisición de la firma. Cuál fue mi sorpresa cuando mi cliente me mostró un papel escrito a mano por los dos lados y con firmas autógrafas que básicamente se reducían a estipular: “Yo vendo y entrego; yo compro y pago.” Era un documento, por así decirlo, rústico, que no preveía ninguna contingencia legal. Al ver que no contaba con suficientes elementos para evitar un juicio, le recomendé un colega litigante y el asunto, como muchísimos otros, terminó en tribunales.

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Este pobre hombre de buena fe no sospechó siquiera la posibilidad de la existencia de deudas. Tampoco se le había ocurrido realizar una revisión minuciosa de su compra (due dilligence). No tenía por qué, él no era abogado, pero su error fue precisamente no haber buscado a un especialista cuyo trabajo es prever lo que a los demás no se les ocurre porque simple y sencillamente no lo saben.

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Abogado preventivo vs. abogado correctivo
Casos como el que acabo de narrar abundan: en México no hay cultura del abogado preventivo . Por eso, la mayoría se dedica al litigio: el mercado está ahí, se los contrata cuando ya no hay otra alternativa. En general se piensa que pagar por los servicios de un profesional para la elaboración de los contratos que celebraremos con los clientes, o con el arrendamiento de la oficina o el local que ocupará nuestro negocio, es tirar el dinero a la basura. Se tiene la idea de que el abogado es un artículo de lujo. Lo cierto es que, además del ahorro de recursos (tiempo y dinero), de esta asesoría puede depender el éxito de nuestra empresa: prevenir siempre es mejor que corregir.

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Nadie es capaz de asegurarnos que incluso con un buen contrato no vayamos a juicio; pero nuestra contraparte pensará dos veces antes de demandarnos si tenemos la razón y está bien documentada. En todo caso, las posibilidades de ganar serán mayores: recuerda que el mejor contrato es aquel que nunca sale del cajón del escritorio.

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La asesoría jurídica preventiva es como la instalación de plomería o electricidad de una casa: nadie la ve, no hace lucir mejor nuestro hogar, cuesta mucho dinero y lo que menos queremos es darnos cuenta de que existe. Eso sí: nadie está exento de que un tubo se rompa o un fusible se funda (pasa hasta en las mejores instalaciones), pero no pasa de ahí.

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Un buen abogado utilizará las herramientas jurídicas existentes con el fin de proponernos esquemas que redunden en un ahorro para nuestra compañía o, inclusive, en mayores utilidades e innovadores negocios; tal es el caso, por ejemplo, de las franquicias, marcas o propiedad intelectual.

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No te autorrecetes
Algunas veces he escuchado a algunos empresarios decir: “Yo soy mi propio abogado.” Qué bueno que entiendan de cuestiones jurídicas y se documenten, y si a veces evitan y resuelven de buena manera problemas de tal tipo en sus negocios, son sin duda hombres con suerte. Aunque parezca fácil la solución a un determinado conflicto en nuestra firma, como no contamos con la amplia perspectiva que tienen los especialistas jurídicos, lo más probable es que se nos escape alguna cosa o que no elijamos la mejor alternativa. Además, no hay que olvidar que la ignorancia de la ley no exime su cumplimiento, por lo que en caso de falta no será válido argumentar que no sabíamos. Recuerda que, por más simple que parezca, lo que no conocemos no se nos puede ocurrir.

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El abogado de cabecera es un auxiliar y, como tal, debe mantener una estrecha relación con diversos operadores de la compañía, tales como contadores o administradores, formando estructuras de apoyo que intervienen en el engranaje de operación.

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No se puede afirmar que los abogados saben de todo, pero es importante buscar la asesoría de uno o dos especialistas (dependiendo del giro de nuestro negocio) que nos ayuden, desde el inicio, a planear un esquema jurídico integral. También ayudarán a blindar lo mejor posible las estructuras de la organización para que se desarrolle de manera sana y se eviten, en lo posible, controversias o litigios posteriores. Un abogado corporativo, por ejemplo, cuenta con una visión más o menos integral de los elementos que deben ser considerados para abrir un negocio, o si éste ya existe, para revisar, elaborar y poner al día la documentación relacionada con su operación.

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¿Y los honorarios?
Por hora, por proyecto, por iguala (cantidad fija periódica) o mediante cualquier esquema de pago que se ajuste a las necesidades y posibilidades de nuestro negocio. Seguramente podremos llegar a un acuerdo sobre el pago de honorarios, pero eso sí, que quede todo muy claro desde el inicio, no vaya a ser que terminemos litigando contra nuestro propio abogado.

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Pagar servicios no es grato, pero no lo hacemos por satisfacción sino por necesidad. Erogar dinero a cambio de bienes nos es más fácil –los vemos, los palpamos– pero la asesoría profesional –y con mayor razón la legal preventiva– está diseñada para no ser vista. Menos agradable es pagar, sin que nos quede otra alternativa, fuertes cantidades de dinero en un juicio que no sólo merma nuestro patrimonio, también nos quita el sueño. Mejor prevenga y duerma tranquilo.

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*Irene Levy es egresada de la Escuela Libre de Derecho, catedrática de derecho de las telecomunicaciones en la Universidad Iberoamericana, comentarista del programa de radio Cúpula Empresarial e integrante del Consejo Directivo del Instituto de Derecho de las Telecomunicaciones.

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