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Esparcimiento <br>Los captores del tiemp

El ocio, decía la abuela, es la madre de todos los vicios. Puede ser, pero cada vez deja más diner
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Aunque las industrias del turismo y el entretenimiento no son de las más respetadas y valoradas del aparato económico, se han constituido en sus mejores motores. Según Millenium Vision, un proyecto patrocinado por American Express, en México este sector genera 10% de todos los empleos y en la década 1996-2006 crecerá 51.6%, hasta alcanzar un valor de $101,900 millones de dólares (con 3.3 millones de empleos). Para 2006 sus ingresos representarán 12.9% del PIB, lo que coloca a México como uno de los países con más sólido desarrollo turístico, sólo comparable con los del sudeste asiático.

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No es fácil determinar el contenido y actividades que integran el negocio del ocio, porque lo mismo involucra el turismo tradicional, las comidas en restaurantes, el cine y la televisión, que los espectáculos musicales y las actividades artísticas, parte de Internet, los casinos y hasta hobbies como la colección de curiosidades y la jardinería. Algunos analistas incluyen los centros comerciales, que muchos jóvenes utilizan para pasear, lucirse y “perder el tiempo”. Visto de esta manera, el ocio representa un mundo de oportunidades para los consumidores, y para las empresas. Quizá no está errado Michael Dertouzos, un gurú de la tecnología y director del Laboratorio de Ciencias de Cómputo del Massachusetts Institute of Technology (MIT), cuando señala que para mucha gente, la verdadera finalidad del trabajo es proporcionar los recursos para el ocio y el placer.

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El tema del ocio está íntimamente ligado al del tiempo libre, y en Estados Unidos y otras sociedades desarrolladas se han venido estudiando estos conceptos con mucha atención. Mientras algunas encuestas señalan que la gente percibe que cada vez tiene menos tiempo libre, otros estudios muestran lo contrario: a partir de la Segunda Guerra Mundial las jornadas de trabajo se han reducido, las vacaciones aumentan y los trabajadores se retiran a edades más tempranas (y viven más años como jubilados).

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Esta contradicción aparente se explica porque las personas crean nuevas actividades para llenar sus días, y las rutinas de ir al club, integrarse a una comunidad filantrópica o llevar a los niños al karate se convierten en un “trabajo” que difícilmente pueden asociar al tiempo libre.

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Las corporaciones ya se dieron cuenta de que el entretenimiento es y será un gran negocio, y no es casual que se hayan creado complejos como Time-Warner, Turner o Walt Disney, que operan cadenas de revistas y estaciones de televisión, productoras de cine y video, servicios de cable, parques temáticos y hasta líneas de cruceros. Esto, sin mencionar sus alianzas y nuevos desarrollos para explotar Internet y la “carretera de la información”, que en pocos años se convertirá en un emporio de compras, diversión interactiva y servicios de todo tipo, incluidos los de contenido erótico.

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En su reciente libro Qué será, Dertouzos anticipa que algunos de los placeres más comunes, como ver películas, hacer el amor, tomar fotografías y realizar o contemplar obras de arte, estarán marcados por la revolución tecnológica. Si ahora todo lo que uno gasta en entretenimiento se va en discos, películas, televisión por cable y unas cuantas entradas al cine o a conciertos, en el futuro esta oferta podría explotar de una manera fenomenal gracias a un cable telefónico o una antena en la azotea de la casa.

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Ocio a la mexicana
Aunque es posible que México no pase de ser un espectador de estas grandes maravillas de la tecnología, su papel como generador de nuevas atracciones en el campo del turismo y los viajes es evidente. Puede ser que no exporte celebridades, cine o grupos de rock, pero en cambio tiene un patrimonio que vale millones: selvas, bosques, montañas y playas como no existen en ninguna parte de Estados Unidos o Europa, y que constituyen un poderoso imán para quienes sueñan con un regreso a la vida silvestre y el contacto con la naturaleza.

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No sólo es previsible que la gente tendrá cada vez más tiempo y recursos para viajar y divertirse, sino que demandarán algo más que un hotel con aire acondicionado y una alberca con servicio de bar. En todo el mundo se está desarrollando un nuevo modo de viajar que busca la acción, la aventura, el hacer cosas como las que se ven en los documentales de Discovery Channel.

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Algunos visionarios han detectado esta demanda y parece que no esperarán a que el gobierno les allane el camino. Al contrario, pareciera que están encontrando una forma de combatir el deterioro ambiental, al crear desarrollos que aseguren la supervivencia de los ecosistemas. Es el caso de los parques que tienen una visión ecologista y cultural, operados comercialmente.

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Xochitla, una reserva natural en desarrollo ubicada en Tepotzotlán, Estado de México, puede tomarse como ejemplo. Construida sobre 70 hectáreas de bosque y jardines, tiene canchas de tenis y otros deportes, restaurante, salas de juntas, alojamiento y área para acampar, un pequeño lago y hasta un sitio escultórico único en el país, con obras que Helen Escobedo y otros artistas construyeron con maderas, piedras y materiales de reuso. Todas las mañanas, decenas de escolares visitan sus instalaciones para aprender sobre la naturaleza, el agua y otros temas ambientales, en un entorno de diversión y seguridad. La operación se financia con el importe de las entradas y consumos, y las instalaciones se pueden rentar para congresos y talleres.

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La bióloga Yenitzia Chávez Carpio, subdirectora de servicios educativos de la Fundación Xochitla, explica que la constitución de parques y reservas ecológicas es una tendencia muy positiva. Aunque la mayoría no tiene fines de lucro, utilizan herramientas de la mercadotecnia social, hacen publicidad y cobran cuotas para volverse autosuficientes y así asegurar la preservación de los espacios y ecosistemas.

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“Estos parques proponen actividades educativas y entretenimiento para una gran variedad de personas, y por lo mismo propician la integración de la familia y los grupos reunidos por la amistad, el deporte y otros intereses. Tienen una misión trascendente y, aunque pueden ofrecer deportes o servicios más o menos tradicionales, se conducen siempre con una visión de promoción de la cultura y el ambientalismo. Son espacios seguros y confiables, y se dirigen a nichos socioeconómicos más o menos definidos.”

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Otros parques ecológicos en operación son los de Xochimilco, Loreto y Peña Pobre y Acuexcómatl, (en la Ciudad de México), Los Cuartos (Aguascalientes), Tangamanga (San Luis Potosí), Xcaret, El Edén y Xel-Há (Quintana Roo) y Nanciyaga (Veracruz). Hay muchos más en diferentes etapas de desarrollo.

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El turismo ecológico y de aventura es otro de los nichos donde México está haciendo sus apuestas. A la fecha, la Asociación Mexicana de Turismo de Aventura y Ecoturismo (Amtave) tiene 56 socios, entre ellos agencias de viajes y operadores que conducen a los turistas por sitios exóticos, para hacer caminatas o deportes extremos, y que lo mismo visitan ballenas o mariposas, bajan los ríos de Veracruz o recorren los desiertos de Sonora y Sinaloa.

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Daniel Martínez Valadez, gerente de la Amtave, explica que uno de los grandes aportes de este tipo de turismo es la derrama económica en regiones aisladas o de escaso desarrollo, y la integración y el arraigo de las comunidades locales, que a la postre se convierten en las más interesadas en la preservación y desarrollo de los recursos naturales. Se estima que el ecoturismo representa menos de 10% del turismo total de México, pero su ventaja es que permite abrir y desarrollar territorios distintos de los tradicionales. “Es una excelente forma de enriquecer el turismo convencional, porque se puede incorporar la aventura y el deporte a paquetes que también contengan ciudades y playas.” Según The World Resources Institute, el ecoturismo crece cada año a un ritmo de 30% y atrae más y más recursos.

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Si hace una década este tipo de turismo era territorio de aventureros europeos y canadienses dispuestos a correr cierto nivel de riesgo y privaciones, pero con el premio de sumergirse en selvas vírgenes y culturas indígenas, las cosas están cambiando. Aunque seguirá habiendo destinos rústicos y gente deseosa de cargar su mochila por la selva lacandona, las oportunidades se están diversificando: el Hotelito Desconocido de Costa Alegre, Jalisco, y el Eco Paraíso de Celestún, en Yucatán, cobran cerca de $2,000 pesos la noche y ofrecen servicios y comodidades a la altura de los viajeros más exigentes. Otro caso es el del Grupo Posadas, que lanzó su marca The Explorean: con una inversión de $12 millones de dólares ya inauguró dos eco-hoteles de lujo en Quintana Roo.

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The Explorean va dirigido al viajero amante de la aventura, la naturaleza y la cultura, pero que al mismo tiempo busca comodidad y seguridad.

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Algo más que turismo
Aunque el turismo convencional y alternativo parece encontrar sólidos caminos para su desarrollo, las cosas son diferentes en cuanto se refiere a otras actividades para el ocio y el entretenimiento, en especial en las zonas urbanas de México. Ian Reider, director general de Gallup México, una agencia especializada en estudios de mercado y tendencias de los consumidores, apunta que los inversionistas y prestadores de servicios tendrán que profundizar y mejorar sus estrategias. “Hay mucha gente que todavía desconoce la mecánica del mercado. Creen que el cine compite con el cine y los conciertos con los conciertos. En realidad, todos compiten entre sí por el tiempo libre y el dinero de los consumidores, y lo ideal sería que las ofertas se enriquecieran para convertirse en productos integrales para el entretenimiento.”

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Reider menciona el caso de los partidos de fútbol americano, que en Estados Unidos no sólo incluyen el juego sino shows de pre-game y medio tiempo, porristas, pantallas gigantes, mercadotecnia y alimentos. O el de algunos centros comerciales y paseos públicos, que alternan las compras con espectáculos, música y performances de todo tipo. Es lo que hace divertido pasear por el centro de Nueva Orleáns o San Francisco. Es lo que podría ocurrir también en México si las autoridades y los empresarios adoptaran estrategias de mercadotecnia integrales, y si promovieran y facilitaran el acceso del público a nuevas oportunidades de esparcimiento.

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El Museo del Niño “Papalote” es un modelo exitoso de esta visión, y ha sido pionero en el arte de hacer divertida la ciencia. Otro caso interesante es el de CIE-Ocesa, que comenzó organizando conciertos populares a la manera tradicional, y que estos días desarrolla el Hipódromo de las Américas bajo un concepto integral: no es sólo un sitio para ver carreras de caballos, sino que tendrá restaurantes, centro de exposiciones, un hotel y otras atracciones. Se trata sin embargo de proyectos aislados, y el tema de los casinos es su contracara: ha sido tan manoseado y politizado, que nadie festejará si se permiten o prohiben para siempre.

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No es un secreto que los espectáculos y el entretenimiento han sido botín para todo tipo de autoridades, y México debe ser uno de los países donde este negocio está más regulado. Mientras funcionarios municipales menores tengan el privilegio de dar licencias y permisos de manera arbitraria, pocos empresarios serios se animarán a invertir en discotecas, centros de diversión y espectáculos populares. Quizá por eso es que la Zona Rosa, en el corazón de la capital, se haya convertido en el sitio oscuro, sórdido y peligroso que es hoy en día. El mismo criterio receloso vale para el patrimonio cultural, como los museos y los sitios arqueológicos, que el INAH y el INBA atesoran celosamente pero que no son más que espacios muertos o reductos de elites bien informadas. Mientras los museos vivos o interactivos se difunden por todo el mundo con gran éxito, los de México no pueden sacudirse la solemnidad que los mantiene desiertos y alejados de los grandes públicos.

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Gracias a todas estas restricciones y conjuras, poca gente sabe que Puerto Escondido tiene una de las mejores olas para surf del mundo y que el nudismo se practica alegremente en muchas playas del Caribe y el Pacífico. Sólo en el extranjero se sabe que México es uno de los más atractivos destinos para la comunidad gay, que en otros países es un enorme nicho de negocios y aquí sigue moviéndose en las tinieblas. Mientras en todo el mundo los festivales y espectáculos masivos generan enormes negocios y dan cabida a nuevas formas culturales, los jóvenes mexicanos siguen cargando con el oprobio de Avándaro, una travesura que ocurrió hace 30 años y que los rectores de la sociedad mexicana todavía no perdonan.

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