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Gymanía

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Ahí hay gente que sube por escaleras que no llegan a ninguna parte; pedalean una bicicleta que no se desplaza, y corren fatigados sin moverse de su sitio. Sudan, se esfuerzan, hacen lo posible por superar sus propias marcas. Es el salón, gimnasio o -gym, que tiene un fin único: darle al ejercicio.

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La idea de ejercitarse en un lugar cerrado se popularizó a partir de la década pasada. Las grandes ciudades no ofrecían –ni ofrecen– la seguridad, el ambiente o el cuidado necesarios para lograr una condición física óptima sin correr riesgos. Así pues, los gimnasios están de moda. Quien ahí haya estado sabe que se encontrará con elaborados artefactos –muchos electrónicos– que obligan a emplear fuerza, destreza y muchas veces velocidad. Presunto reforzamiento de músculos de glúteos, muslos, pantorrillas o mejoramiento del ritmo cardiaco y capacidad respiratoria es lo que prometen escaladoras y caminadoras, pero en definitiva las pesas –esos inmensos platos metálicos entre barras y asientos similares a los de la tortura– son las estrellas del lugar. Levantar con piernas y brazos kilos y más kilos hacen las delicias de la concurrencia.

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Para quien le gusta cerrar fuerte la euforia ejercitante, muchos -gyms ofrecen clases de aerobics, jazz, step y otro tipo de gimnasia “reductiva, rítmica y moldeadora”, todo -orquestado por vigilantes entrenadores o instructores.

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“Aquí vienen sobre todo señores de más de 40 años. Eso se debe al alto costo de inscripción y mensualidad al gimnasio, pero también por moda”, dice Roberto Ramírez, del gimnasio Fissic Fitness Center. Esto parece confirmarse con la declaración de Alex, del gimnasio TNT, quien afirma que “es en las noches cuando más gente viene, cuando salen de la oficina empresarios, ejecutivos y hasta señoras que acompañan a sus maridos”. La gente que suele estar sentada por horas en el trabajo, propensa a padecer problemas cardiovasculares y de columna, encuentra una alternativa sana y, dicen, hasta divertida. “La gente viene para estar sana y divertirse –supone Alex–, en una ciudad como la de México es imposible tener ambas cosas a la vez, debido a que es un error entrenar al aire libre.”

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Los gimnasios abren generalmente de 7:00 a 22:00 horas, de lunes a sábado. A pesar de semejante rango –para atender desde estudiantes o amas de casa hasta empresarios con agenda saturada– los gimnasios suelen estar abarrotados: llegan a juntar hasta 100 personas en las horas “pico”.

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Pero cuidado. El asunto tiene aristas. Para empezar, al tramitar la inscripción, hay que estar seguro de que el propio cuerpo estará en buenas manos. El uso inadecuado de las pesas, aparatos y hasta los -aerobics, el step, abdominales o sentadillas pueden resultar muy nocivos si no se hacen correctamente. Entre las partes del cuerpo que se encuentran más susceptibles de resultar dañadas están la columna vertebral, el cuello, las rodillas, los hombros y, en menor escala, los músculos de los glúteos, pantorrillas, brazos; tampoco se está exento de problemas cardiovasculares y aumento en la tensión muscular. Hay que vigilar, pues, a los entrenadores. Estos deben tener conocimientos de anatomía, medicina del deporte, primeros auxilios y nutrición, entre otras gracias. A pesar de que hay centros de preparación como la Federación de Físico Constructivismo, el que hayan asistido a cursos no los convierte al instante en aptos maestros. “Son los años de entrenamiento, el enfrentar y atender situaciones problemáticas reales lo que nos convierte en buenos entrenadores”, dice Eusebio González, del Club Cuicacalli.

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Los gimnasios proliferan vertiginosamente. Pero uno que ofrezca no sólo un espacio y ambiente agradable, sino la calidad necesaria -para no arriesgar la salud, cuesta. Uno de buen nivel cobra, en promedio, de $350 a $800 pesos mensuales, más inscripción, que fluctúa entre $150 y $300 pesos. Hay algunos que tienen “paquetes” en los que el suscriptor ahorra de $150 a $400 pesos si paga por adelantado.

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Los gyms están planeados para ser un negocio redondo. Hay algunos que ya ofrecen una serie de servicios que completan el programa de ejercicios que, de entrada, es lo que compra la gente. Además de todos los aparatos y regaderas, es casi obligación que tengan baño de vapor, sauna y casilleros para guardar maletas y equipo. Otros gimnasios ofrecen camas de bronceado artificial, tratamientos faciales y corporales, -boutique y hasta clases de box. Todo esto, claro, con cargo adicional para el cliente. También las cafeterías “naturistas” o de comida y bebidas bajas en calorías son punto de reunión entre los clientes.

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Así es que, si alguien piensa ponerse en forma, dejar algunos vicios y cambiarlos por los beneficios del ejercicio, hay que tomar en cuenta la propia salud y la del bolsillo.

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