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Humberto Lobo Morales

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Son parte de una nueva generación de millonarios regiomontanos. Su imperio no se remonta a principios de siglo (como lo hicieron los Garza y Sada), pues empezó apenas en 1945 con una fábrica de impermeabilizantes.

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Mucho menos conocidos que sus ilustres paisanos, los hermanos Humberto, Xavier y Rodrigo Lobo Morales no son como para pasar desapercibidos. Sus negocios abarcan las más diversas ramas: desde alimentos y bebidas, hasta telecomunicaciones, construcción y comercio.

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Su consorcio insignia, Protexa, es frecuentemente el caballo negro en mucha de las obras que se disputan eternamente ICA, Tribasa, Bufete Industrial y Grupo Mexicano de Desarrollo, especialmente las concernientes a la industria petrolera y petroquímica, en donde ha sentado su especialidad, tanto que tiene un pie muy firme en la construcción de este tipo en toda Latinoamérica. Entre las numerosas marcas que pueden relacionarse con ellos, además, están las tiendas -Circle K, los alimentos Ybarra y un refresquito llamado Pepsi.

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Tanta dicha no puede darse sin causar la suspicacia de tanto mal pensado que anda por ahí, que afirmaría que buena parte de la fortuna de los Lobo se ha hecho, como dice la célebre canción de Los Beatles, con una pequeña ayuda de sus amigos.

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Algo cierto es que en el historial de estos nuevos tres “lobitos” se encuentra la formación de una Liga de Empresarios Nacionalistas –que hoy, sin duda, serían Globales y Solidarios – en 1972, junto con Alberto Santos de Hoyos, que por su puesto se afilió al Partido Revolucionario Institucional (PRI). Quién sabe si la liga siga existiendo en algún papel, pero ésta le dio buen servicio a sus líderes: Javier Lobo fue candidato a diputado federal y “don Galleto” llegó hasta senador.

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Y tampoco es mentira que hicieron buenos amigos entre la clase política: Humberto y el ex director de Pemex, Francisco Rojas, son al parecer más que “hermanos”. Por ahí está el asunto de una casa en Avándaro que el primero le vendió al segundo a precio de cuates, lo cual sólo sirvió para que los contratistas envidiosos alegaran que sólo por eso Protexa se llevó 25% de los contratos de Pemex Refinación durante la administración de Rojas.

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Lo que no está muy fundado es el hecho de que, se supone, los Lobo también alcanzaron a reestructurar milagrosamente sus pasivos en dólares antes de la devaluación de 1994. Ahí hay que ser justos: si así hubiera sido, no la estarían pasando tan mal hoy en día.

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En los últimos años, los Lobo sólo han podido avanzar en reversa: vendieron casi toda su participación en la casa de bolsa Arka; -Pepsi y su príncipe Enrique Molina Sobrino han ido tomando control de sus embotelladoras; cometieron el error de participar en una que otra carretera concesionada, de esas que tronaron; sufrieron la drástica caída de la industria de la construcción durante 1995 y buena parte de 1996 y su entrada a las telecomunicaciones está a punto de quedarse en sueño guajiro.

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Hace apenas unos años parecía que su alianza con Motorola y otros empresarios norteños los llevaría a dominar la telefonía celular en todo el norte del país, y que de ahí pasarían fácilmente a la larga distancia, a la telefonía inalámbrica, a los -Personal Communication Systems (PCS) y al futuro. Pero no: su crisis de deuda y posterior reestructuración se dieron justo mientras se definía la formación de consorcios de larga distancia, y Motorola acabó sacándolos discretamente de los celulares, para buscar socios con más “fierros”.

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Frustradas muchas de sus ramificaciones de negocios, los Lobo se han aplicado con fuerza a meter tubos de gas y petróleo en todos lo países que se pueda. De nuevo en lo básico, están tomando aire para lanzarse a una nueva aventura, de preferencia en eso que probaron y que los dejó como al Lobo Feroz con Caperucita (relamiéndose los dientes): las telecomunicaciones.

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