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Japón, hueso duro de roer

En la pasada visita del presidente Ernesto Zedillo a suelo japonés, lo que predominó fue la indife
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

La mayoría de los japoneses no notó la presencia del presidente Ernesto Zedillo durante sus cinco días de visita de Estado. Los medios apenas hablaron de él y la verdad es que dos notas le robaron pantalla: una fue la explosión de una planta nuclear en Chiba, al norte de Tokio, donde 2,000 trabajadores se expusieron a la radiación. La otra sigue siendo la toma de rehenes en la embajada japonesa en Lima, Perú.

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Paradójicamente, el periódico Asahi sí habló de Zedillo, el día en que éste se presentó ante el congreso japonés (la dieta), pero lo hizo para criticar que en la sala ¡faltaba la cuarta parte de los congresistas! El -Nikkei ofreció una larga nota porque también organizó un seminario que fue inaugurado por el presidente mexicano.

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Sin embargo, la visita presidencial no estuvo tan mal desde el punto de vista económico. México recibió préstamos por cerca de $700 millones de dólares. Uno fue de Eximbank por $250 millones de dólares para la ampliación del Metro en la ciudad de México y otros dos del Fondo de Cooperación Económica para Ultramar, por poco más de $400 millones para proyectos de tratamiento de agua en la capital y en Guadalajara.

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Zedillo tuvo reuniones con las principales organizaciones de hombres de negocios de Japón. Lo escucharon empresarios de alto nivel y -Nikkei organizó el seminario de corte económico “México en los albores del Siglo XXI”. Ahí participaron hombres de negocios de México y Japón. Se habló de la recuperación, mexicana después del “efecto tequila”, del control de la inflación, del comercio bilateral (que en 1996 superó los $5,500 millones de dólares).

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Los empresarios japoneses le manifestaron su inquietud por la seguridad del país y por el futuro de las maquiladoras, una vez que el sistema desaparezca a finales del año 2000. Algunas grandes empresas niponas manifestaron su interés en participar en algunos proyectos, básicamente de la industria secundaria del petróleo y del desarrollo de las plantas de energía eléctrica, sectores donde firmas como Mitsubishi y Sumitomo son proveedores especialistas. El presidente mexicano estuvo en Nagoya, la zona que vio nacer a Toyota y donde se sitúan las empresas proveedoras de partes para automóviles. Y también se entrevistó en Osaka con empresarios de Toshiba, Kyocera, Sharp y Sanyo, empresas que abrirán en el corto plazo plantas o ampliarán su inversión en México.

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Akinori Simamoto, director del área internacional de Keidanren, organización que agrupa a las empresas más importantes de Japón, además de llevarse una grata impresión por la cantidad de empresarios “de tan buen nivel” que acompañaban al presidente, dijo que la organización líder expresó sus inquietudes respecto del futuro de los negocios en México. “Le comentamos nuestra preocupación por el futuro de las maquiladoras. ¿Qué va a pasar con la inversión que tenemos ahí, con nuestros planes de exportación para el futuro, con la gente que hemos contratado y que vive ahí? No podemos pensar en invertir más en instalaciones, porque no está claro qué va a pasar. Sin los beneficios del sistema de maquiladoras, será muy difícil competir con Estados Unidos. Existe el TLC y es desventaja para nosotros.”

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Lo cierto es que los discursos de Zedillo fueron poco originales. Habló de la recuperación económica, de la promoción del ahorro interno, de las perspectivas halagüeñas en crecimiento, pero trató poco los temas del narcotráfico y de la seguridad.

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El primer ministro japonés Ryutaro Hashimoto y Zedillo se prometieron trabajar para consolidar el futuro de la relaciones de Japón con América Latina, región “lidereada por México”. Muchas palabras, pero pocas concreciones.

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La visita de Estado del presidente Zedillo tuvo como objetivo iniciar oficialmente los festejos de la primera migración de japoneses a México y fue aprovechada para tratar de fortalecer vínculos con las empresas automotrices y electrónicas e iniciar un diálogo con las -shogoshoshas (pequeñas y medianas comercializadoras que podrían estar interesadas en promover los productos mexicanos en el mercado nipón).

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La realidad es que privó la indiferencia.

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