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La controversia y la fortuna

Guillermo Ortiz ha sido un hombre afortunado en su trayectoria pública. Logró saltar la transició
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Instalado en su cuarto año como gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz parece haber dejado atrás aquellos días llenos de acusaciones políticas y sombras de sospechas que pendían sobre él. Por el contrario, a los 53 años vive uno de sus mejores momentos al ser reconocido, por propios y extraños, como uno de los artífices de la nueva estabilidad de precios que hoy goza el país.

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Apenas en mayo pasado el prestigiado diario financiero The Wall Street Journal publicó en sus páginas que Guillermo Ortiz había contribuido a la credibilidad de la economía mexicana, haciendo del efecto tequila sólo un mal recuerdo. Y es que el brillo que producen tasas de interés de 8%, inflaciones anuales de 5.5% y una moneda local inusitadamente fuerte en poco más de dos años, ha destacado la figura del banco central y de su dirigente.

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Sin embargo estos buenos resultados parecen aún demasiado recientes como para considerarse duraderos. Todavía falta la prueba del tiempo que arrojará resultados sobre la consistencia de las medidas adoptadas por Guillermo Ortiz y los miembros de la Junta de Gobierno.

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Reciente es también la nueva faceta que ha mostrado Ortiz en su calidad de gobernador, a pesar de que han transcurrido casi cuatro años desde que asumió el cargo. Incluso sus propios allegados admiten que muestra una aspecto desconocido para ellos: actuar con la sobriedad, recato y austeridad propia de los banqueros centrales. Hace no mucho tiempo parecía pesar sobre algunos funcionarios del Banco de México la presencia entre sus filas de un líder lleno de controversias por las reiteradas menciones de su nombre en disputas partidistas, pero también por su polémica personalidad.

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Ello hizo de él uno de los personajes favoritos de los medios de comunicación. Hombre lleno de gestos, arranques emotivos y pasión por el poder; suma de características que alguien resumió diciendo que para Ortiz la polémica ha sido su único fiel acompañante.

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Economista formado en una Universidad Nacional en plena transformación hacia finales de los 60, años en los cuales coincidiría en el campus con quienes posteriormente se convertirían en líderes del gobierno priísta, como el ex presidente Carlos Salinas de Gortari, el ex secretario de Hacienda José Ángel Gurría, el ex secretario de Comercio, Jaime Serra Puche y el ex jefe de gobierno de la ciudad de México, Manuel Camacho Solís.

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Después de una larga estancia en la Universidad de Stanford, en donde obtuvo su grado de doctor, Ortiz se integró al equipo de Investigación Económica del Banco de México, convirtiéndose en gerente del área mientras que el economista Ernesto Zedillo fungía como uno de sus subgerentes. Más tarde asumiría el cargo de director de ese departamento, en momentos en que el anterior Presidente era designado por Miguel Mancera director del Ficorca.

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Para algunos observadores políticos Guillermo Ortiz ha sido un verdadero camaleón de la economía a lo largo de los últimos cuatro sexenios. Ha vivido otras tantas etapas –que corresponden a igual número de regímenes– muy marcadas en la vida económica y política nacional, adaptándose a ellas con su estilo polémico y singular.

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Durante el gobierno del presidente Miguel de la Madrid, el ahora gobernador del banco central se desempeñó como director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional, entre 1984 y 1988. Allí se relacionó estrechamente con las personalidades del mundo financiero internacional en momentos en que los severos problemas de la deuda externa de los países subdesarrollados fueron el foco de la atención mundial. Estas relaciones y experiencias le servirían, poco tiempo después, para asumir la subsecretaría de Hacienda bajo la presidencia de Carlos Salinas de Gortari. Su principal encargo –la venta de la banca estatizada– desató una de los más grandes debates sobre decisiones de políticas públicas en el México moderno y contribuyó a la crisis financiera que dio lugar a la devaluación del peso en 1994.

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Los testimonios de su carácter áspero y explosivo al conducir esta encomienda han quedado plasmados en entrevistas y documentos como el que escribió el banquero Manuel Espinosa Yglesias, propietario de Bancomer hasta la nacionalización de la banca en 1982. En su libro Bancomer, logro y destrucción de un ideal relata: "Cuando le dije que yo quería hacerlo [ir al interior del país a convencer a los ex accionistas de la institución para recomprar el banco] y le pregunté por qué no me lo permitían, su respuesta fue despectiva: ‘porque no queremos’, dijo. Bueno, le contesté, después de todo son sus bancos, pero usted no sabe cómo están. Mi respuesta le disgustó tanto que, volviéndose hacia Mancera, se rió de mí diciendo: ‘¡Ja, ja, ja! Dice que no sabemos cómo están los bancos, ¡ja, ja!’."

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Sólo en diciembre de 1996 –habiendo sido nombrado secretario de Hacienda por su amigo Ernesto Zedillo dos años antes– Ortiz admitió públicamente en una entrevista televisiva que hubo descuidos en el proceso de privatización que él encabezó. "[Hubiéramos] tenido mas cuidado en la selección de los banqueros... de los nuevos banqueros. Descubrimos que no habíamos sido del todo cuidadosos", señaló en aquella conversación que transmitió el Canal 40 y que desató una ola de comentarios.

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En diciembre de 1997, en pleno escándalo legislativo sobre la crisis bancaria y sus consecuencias sobre las finanzas públicas, el presidente Zedillo lo nombró gobernador del Banco de México en sustitución de Miguel Mancera. Un respaldo presidencial contundente que le permitió escabullirse oportunamente de las discusiones políticas bajo el paraguas que le ofreció una institución autónoma.

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Guillermo Ortiz ha sido un hombre afortunado en su trayectoria pública. En los círculos expertos se le reconoce como un macroeconomista brillante y un conocedor profundo de la teoría monetaria que estudió durante su estadía en Stanford. Protegido por el último aliento del régimen priísta en manos del Presidente de la república, logró saltar la transición política junto con el nuevo gobierno en el poder, pero desde otra ribera.

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Hombre inteligente y político experimentado, Ortiz ha sabido adaptarse a su nueva y privilegiada circunstancia en el banco central, dándole a éste un nuevo rostro acorde con los tiempos; también ha sido lo suficientemente hábil para constituirse en un verdadero arquitecto de la estabilidad económica que tanto requiere el nuevo gobierno foxista ante los cambios en la coyuntura internacional.

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Sabedor de la importancia de restablecer la confianza en el banco central a partir del logro de sus objetivos, Ortiz se ha arriesgado a convertirse, por momentos, en la única voz que insiste en la reducción del crecimiento de los precios, incluso en un entorno adverso. Esto le llevó, el año pasado, a criticar la política fiscal seguida por el ex secretario de Hacienda, José Ángel Gurría, con quien mantiene serias diferencias en el ámbito teórico-académico.

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El futuro de Ortiz está íntimamente asociado con el éxito del banco central en lograr una inflación de 3% hacia 2003, año en que concluye su gestión. De darse este escenario, es altamente probable que se convierta en el primer gobernador de la institución –tendrá entonces 55 años– en ser reelegido para el cargo.

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Por sapiencia o fortuna, y a pesar de la controversia, Ortiz no sólo ha sobrevivido a las tempestades políticas recientes, sino que podría consolidarse como un factor de estabilidad económica para el futuro del gobierno que encabeza Vicente Fox. Allí reside su apuesta.

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