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La hora de generaciones

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

En Alemania, el relojero George Rauscher III representa la cuarta generación de una familia que se ha dedicado, durante décadas, a la construcción de relojes que dan la hora a cientos de miles de ciudadanos europeos desde diversas torres. Los miembros de esta familia de artesanos también han restaurado viejas pero resistentes maquinarias relojeras instaladas en torres medievales.

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Para ampliar sus mercados, los Rauscher han decidido transportar la tradición de los relojes de torre hasta la sala de algunos clientes poderosos. Han creado así el Rauscher Turret Clock, una pieza de casi dos metros de alto hecha totalmente a mano en bronce y acero.

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La producción de estos relojes de torre “domésticos” está limitada a 50 piezas para 1999, y su precio fluctúa entre los $19,500 y los $25,000 dólares. Algunos de estos ejemplares serán vendidos por Neiman Marcus Beverly Hills y Newport Beach.

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Para su manufactura, Rauscher III ha retomado los planos de su abuelo y se ha dado a la tarea de fabricar el modelo más chico que la familia tiene en su catálogo desde hace generaciones. El chiste de todo este asunto –a más de la curiosidad de tener en casa su propia “torre del reloj”, por añadidura de la marca Rauscher– es que el comprador adquiere verdaderamente un trabajo miniatura de arquitectura relojera.

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Y es que no importa cuánto haya avanzado el funcionamiento de las maquinarias computarizadas y electrónicas, nada igualará nunca la experiencia de observar cómo se mueve cada una de las pequeñas piezas de un reloj, operadas por las leyes de la física y no por una corriente eléctrica.

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Los antepasados del Rauscher Turret Clock han dado la hora en las iglesias de diversas ciudades europeas, en muchos casos, desde hace más de un siglo. Como ellos, su “pequeño hermano menor” ha sido concebido con la misma intención: darle la hora al propietario, lo mismo que a sus hijos y nietos y, quizá, hasta a los nietos de sus nietos.

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